Ahora, gracias a Tarantino, la expresión 'pulp fiction' nos trae a la memoria un clásico indiscutible. Pero, cuando el genio de la gran mandíbula escogió este título para su segunda película, su significado era bien distinto: para el público anglosajón, las novelas pulp son lo que aquí llamaríamos "literatura de quiosco". Es decir, libros de bolsillo impresos en papel de calidad pésima (hecho con pulpa de madera, de ahí su nombre), vendidos a precio de saldo, sujetos a continuos cambios de título (a ver si así un lector incauto pica y los compra dos veces) y de géneros tan 'menores', según algunos, como la intriga o la ciencia-ficción. Carne de tienda de segunda mano y de coleccionismo morboso, vamos.
El ilustrador Timothy Anderson tiene esto muy claro, o lo parece: además de algunos memorables pósters alternativos y fanarts, su web cobija estas joyitas, que convierten a la primera trilogía de Star Wars, Los Increíbles, Blade Runner, Alien y Matrix en lo que hubieran sido si, en vez de nacer en estudios de Hollywood, fueran hijas de escritores de ciencia-ficción de los 50 o los 60. Es decir, en pulp fiction de la buena, con portadas chillonas llenas de chicas ligeras de ropa y eslóganes sensacionalistas. Sólo tenemos un "pero", y es que Blade Runner nació como una novela de Philip K. Dick (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?). Pero entonces recordamos que el autor tuvo que publicar en este formato durante buena parte de su vida, y entonces el homenaje nos parece (aún más) fabuloso.
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