'El verdugo', la obra maestra de Berlanga, disponible en FlixOlé

El verdugo es quizá el gran punto y aparte de la carrera de Berlanga. Es el segundo largometraje que escribe con Rafael Azcona, y en él deciden dar una vuelta de tuerca a sus temas de tal forma que en El verdugo hay una ruptura, sobre todo una ruptura de tono. Aquí lo que prevalece es una visión cruda de sus propios personajes, a los que muestra siempre llenos de bajezas. La visión de la sociedad de Berlanga será cada vez más oscura.

Aunque la idea nace de una historia real que le cuenta a Berlanga un amigo suyo abogado de Valencia, la pena de muerte era una obsesión propia del director, que tenía miedo de que lo condenasen a él. Por eso se le instaló una imagen recurrente en la cabeza en el que un montón de personas ayudan al verdugo a entrar en el cadalso. 

Es a partir de esta imagen, que sería el plano final, que se crea la película. Sólo que Berlanga y Azcona partían de la base de que nadie quiere ser verdugo, y que los que llegan a serlo lo hacen porque han fracasado intentando ser otras cosas. Y esta es la historia que cuentan, la de un hombre normal al que el destino le a ser verdugo obliga en contra de su voluntad.

Cinemanía

La película critica la pena de muerte de un modo explícito, mostrando ¡ la crueldad que supone que un ser humano pueda disponer sobre la vida de otro. Pero la crítica más dura es la que queda por debajo, la que no se enuncia pero que es explícita: la hipocresía de una sociedad que se engaña a sí misma y que cercena la libertad individual por la obtención de privilegios materiales. 

En El verdugo se ve a un hombre que quiere ser libre pero que es paulatinamente despojado de su capacidad de decidir, para ser llevado a hacer justo aquello que su moral le impedía hacer. En este sentido, el film habla de cómo se corrompe una persona y de cómo se pierden los compromisos morales. La película viene a decir de una forma muy clara que la pobreza cercena la libertad del individuo.

La película, una coproducción con Italia, se iba a estrenar en el festival de Venecia. Pero Alfredo Sánchez Bella, embajador de España en Italia pidió ver la película en pase privado y tras verla, escribió una carta a Franco e intentó que el festival no proyectase la película. Ese año, el festival de Venecia estaba muy movilizado contra el franquismo, porque un mes antes había asesinado a Julián Grimau. Fue tal el revuelo en el Festival, que Franco quiso ver la película. Tras verla sentenció que Berlanga no era comunista, sino algo peor, un mal español, y la censura se cebó con la película en España.