‘El chico de Asakusa’: gloria a Takeshi Kitano en su 75 aniversario

Antes de ser un icono de la nueva ola asiática de los 90, el nipón se forjó en el cabaré y en la televisión. En Cinemanía brindamos por él y por su polifacética creatividad.
El chico de Asakusa, Takeshi Kitano
El chico de Asakusa, Takeshi Kitano
Cinemanía
El chico de Asakusa, Takeshi Kitano

Takeshi Kitano cumple este 18 de enero 75 años convertido en uno los grandes nombres del cine asiático contemporáneo. Llegar a los 75 es todo un mérito para cualquier alma errante que pisa este mundo, pero en el caso del director de Violent Cop (1989) o Glory to the Filmmaker! (2007) se multiplica a la enésima potencia dadas las mil vidas creativas por las que ha transitado, de chico del ascensor de cabaré en el distrito de Asakusa, Tokyo, a icono de la nueva ola de cine asiático que nos regaló la década de los 90.

Tan impenetrable como simpático, tan totémico como payaso, la figura de Kitano hace suya una manera muy amplia y nutrida de entender el mundo del espectáculo. El artista, hiperactivo, recogió en su día sus impresiones al respecto en su autobiografía Asakusa Kid, publicada en 1988 y llevada al cine en dos ocasiones: la primera, en 2002 por el cineasta Makoto Shinozaki; y la segunda está disponible en Netflix desde diciembre del año pasado y la dirige Gekidan Hitori, novelista y cómico muy popular en Japón y también guionista de la película.

Ahora que Kitano revisa (de nuevo) sus primeros pasos en el show business, en Cinemanía queremos brindar por él y por una trayectoria que no se parece a ninguna otra. Además de dirigir y actuar, también ha trabajado como DJ de radio y en la televisión nipona es una figura casi omnipresente, en programas de humor o en publicidad. Asimismo, ha escrito novelas, canciones y ha realizado exposiciones de sus obras de arte. En suma, una larga y heterodoxa carrera que celebra el gran abanico del arte de entretener: hacer reír, llorar, sufrir, violentar o ser capaz de dibujar la belleza.

El chico del ascensor

Por resumir: El chico de Asakusa es la historia de cómo Kitano se convirtió en Beat Takeshi, el más famoso cómico de la televisión japonesa, en el rey del Manzai; pero también se presenta como un cálido homenaje a su mentor en el mundo de la comedia, Senzaburo Fukami, interpretado por un carismático Yô Ôizumi.

Encarnado por Yûya Yagira –el más joven intérprete en ganar el premio al Mejor actor en el Festival de Cannes por Nadie sabe (2004), de Hirokazu Kore-eda–, Takeshi Kitano es en El chico de Asakusa apenas un adolescente cuando comienza a trabajar de ascensorista en el France-za, también conocido como “la mejor universidad de Tokyo en materia de striptease”, según palabras de otro de sus aclamados exalumnos, el dramaturgo Hisashi Inoue.

La película recuerda los días de gloria, pero sobre todo de decadencia de este santuario del striptease y de los números de humor, cuando la televisión va transformando el gusto general de la gente y las formas de hacer reír. Es en ese momento cuando Kitano poco a poco encuentra su lugar en los escenarios, gracias a la confianza de su maestro Senzaburo Fukami, quien, por su parte, debe lidiar con el ocaso de su popularidad. También el momento en que nuestro homenajeado encuentra su propio camino gracias al género del manzai.

‘Two Beat’: la revolución del ‘manzai’

Los historiadores señalan que el origen del manzai, un tipo de espectáculo de cabaré humorístico japonés, se retrotrae hasta el período Heian (del 794 al 1185), cuando era un rito para celebrar el año nuevo. Durante el llamado período Edo (1603–1867) vivió su gran era de esplendor, cuando el género evolucionó para fijar sus códigos, estilemas y subgéneros.

El manzai, en pocas palabras, es un show que toma la forma de un alocado diálogo protagonizado por dos cómicos, uno con el rol del payaso serio y otro, con el del tonto. La principal característica es la velocidad de sus bromas, basadas en juegos de palabras y equívocos muy rudos y vulgares, además de la fisicidad con que puede acabar todo el embrollo.

Cuando el manzai llegó a la televisión japonesa en la década de 1970, ya era un espectáculo muy popular en el país. Fue en 1976 cuando Takeshi Kitano, renombrado como Beat Takeshi, y Nirō Kaneko, bajo el alias de Beat Kiyoshi, debutaron en la pequeña pantalla como el duo Two Beat y pronto se convirtieron en un éxito gracias a los corrosivos e incorrectos chistes que disparaban, con los ancianos, discapacitados, mujeres o niños como protagonistas de sus sornas. Algunas de sus bromas llegaron a sufrir la censura, pero, pese a ello, Two Beat siguen siendo una leyenda en la historia del humor contemporáneo nipón.

Lo del cine va en serio

Cuando los espectadores japoneses vieron por primera vez a Takeshi Kitano interpretando un papel, digamos, profundo en la película Feliz Navidad, Mr. Lawrence (Nagisa Ōshima, 1983), no paraban de reírse. Al menos eso dicen las crónicas del momento sobre el estreno de esta cruda e iconoclasta película sobre los campos de prisioneros nipones en la Segunda Guerra Mundial que unió en pantalla a este titán japonés con el titán británico David Bowie.

Kitano interpretaba a un brutal guardia en un campo de prisioneros bajo el comando del implacable capitán Yonoi (Ryüichi Sakamoto), pero parece que sus compatriotas eran incapaces de separar al Takeshi Kitano actor del Beat Takeshi cómico.

Takeshi Kitano en 'Feliz Navidad, Mr. Lawrence'
Takeshi Kitano en 'Feliz Navidad, Mr. Lawrence'
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Esta reacción no le gustó demasiado a Kitano, quien se tomaba muy en serio su salto al cine internacional. Por ello, en sus siguientes películas solo interpretaría a villanos y antihéroes violentos hasta que el público japonés comenzara a darse cuenta de que su talento no era para hacer bromas.

‘Humor amarillo’: El castillo de Takeshi

Rebobinemos en nuestro recorrido para hacer una parada técnica en uno de los hitos catódicos de la historia de la televisión: Takeshi’s Castle, también conocido en nuestro país como Humor amarillo, emitido originalmente por la Tokyo Broadcasting System (TBS) entre 1986 y 1989 y en nuestra geografía por Tele 5 entre 1990 y 1995.

Aunque el doblaje ingenioso y la inventiva de Juan Herrera y Miguel Ángel Coll impregnaron de una idiosincrasia única al programa en su versión española, originalmente el concurso giraba en torno a Beat Takeshi en el papel de un conde que posee un castillo que ha de conquistarse.

Las pruebas para alcanzar los muros del castillo, en su traducción patria, son casi tan icónicas como nuestro homenajeado: ‘Los cañones de Nakasone’, ‘Con sumo gusto’, ‘El laberinto del chinotauro’, ‘Los rollitos de primavera’, ‘La tabla de planchar’ o ‘Las zamburguesas’ forman ya parte de nuestra cultura televisiva.

El yakuza nihilista

El año 1989 marca un punto de inflexión en la carrera de Kitano. Aunque ya había dejado impronta en papeles de mafioso o duro policía en obras como Yasha (Yashio Furuhata, 1985) o Anego (Ryuichi Takamori, 1988), Violent Cop fue su gran despegue internacional, la película que, además, supondría el inicio de la carrera del Kitano cineasta cuando el director Kinji Fukasaku, realizador en un principio de la cinta, renunció por conflictos de agenda con nuestro protagonista.

Fotograma de 'El chico de Asakusa'
Fotograma de 'El chico de Asakusa'
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Desde entonces, como actor y director ahondaría en ese perfil de policía desengañado y violento o yakuza nihilista; una suerte de hipermasculinidad que disfraza la tristeza con la que hizo fortuna en filmes ya canónicos como Boiling Point (1990), Sonatine (1993), Hana-bi. Flores de fuego (1997), El verano de Kikujiro (1999), Brother (2000) o incluso la trilogía Outrage, menos sutil que las anteriores cintas pero que entran en esta línea estética del cineasta.

Más películas de la época en las que daría vida al abanico arquetípico del hombre violento son Johnny Mnemonic (Robert Longo, 1995), Gohatto (Nagisa Ōshima, 1999), o la celebrada Battle Royale (Kinji Fukasaku, 2000), otras de las cintas que catapultó su imagen en Europa y Estados Unidos. Sea como fuere, la libertad que le proporcionó haber fundado su icónica agencia Office Kitano, que pronto se convertiría en la productora de sus películas a partir de entonces, sin duda ayudaría a conformar esa marca estilística tan propia.

El sello, no obstante, también ha apoyado a otros compatriotas nipones como Hiroshi Shimizu (Chicken Heart, 2002) Takashi Miike (Izo, 2004), Makoto Shinozaki (Asakusa Kid, el primer biopic sobre Kitano) y a no pocas producciones del chino Jia Zhang-ke (Plataforma, 2000; Unknown Pleasures, 2002; o Más allá de las montañas, 2015).

En el paraíso del cine de autor

Kitano ha participado en el concurso oficial del Festival de Cannes hasta en dos ocasiones, con El verano de Kikujiro y Outrage, pero ha sido la Mostra de Venecia el certamen que más apoyo le ha brindado al nipón.

En 1997 se alzó con el León de Oro por Hana-bi. Flores de fuego; obra que asimismo marca un nuevo giro en su carrera, después de haber sufrido en 1994 un accidente de moto que le obligó a tomarse un largo descanso de la industria del entretenimiento. Desde entonces, ha pasado por la alfombra roja de ese mismo certamen con Dolls (2002); Zatôichi (2003), León de Plata y premio del público; Takeshi’s (2005); Glory to the Filmmaker!, que le reportaría un premio especial creado solo para él; Aquiles y la tortuga (2008); y Outrage 2 (2012).

Imagen de 'El chico de Asakusa'
Imagen de 'El chico de Asakusa'
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Francia, sin embargo, no se ha quedado atrás con las loas al artista y en 2016 le reconoció como oficial de la Legión de Honor, la máxima condecoración del país, por su contribución a la transformación de las reglas del panorama televisivo, así como su impacto en el cine o el arte.

Gloria al cineasta

Pocos años antes de iniciar un nuevo ciclo creativo caracterizado por la autoficción surrealista, Kitano volvió a dar un giro copernicano a su trayectoria con Zatôichi, actualización del clásico personaje nacido de la pluma de Kan Shimozawa en 1948. Se trata de uno de los grandes personajes de la ficción nipona, que ha visto hasta veinticinco secuelas hasta 1989, una serie de televisión y una versión en el cine americano.

En el remake de Kitano, el mítico justiciero espadachín ciego lleva el pelo decolorado, la sangre corre a borbotones y los aldeanos amenazados por los villanos celebran el final de la violencia con una escena de baile audaz y emocionante.

Hiperactivo, regresaría a la creación fílmica con una trilogía desde la que reflexionar sobre su vida y sobre la existencia, pero desde un prisma alocado, que, dicen los críticos, conectaría con el humor de sus orígenes y aunaría las dos personalidades del artista: Beat Takeshi y Takeshi Kitano. Hablamos de las cintas Takeshis’; Glory to the Filmmaker!, la más celebrada de las tres; y Aquiles y la tortuga.

Y al cantante y bailarín de claqué

Glosar toda la vida y obras de Takeshi Kitano resulta imposible en estas líneas, pero es importante remarcar que el cineasta y actor también ha desplegado su talento por numerosas vías creativas, desde la música a la pintura o la literatura. No nos gustaría pasar por alto la canción Asakusa Kid, una preciosa balada de 1986 que rememora sus años de formación.

Tampoco un último aspecto del polifacético Kitano: su pasión por el claqué. El cineasta ya sorprendió al público occidental con los números de claqué de Zatôichi, y en El chico de Asakusa se explica el origen del interés del artista por este baile.

No pretendemos desvelar ese dato en estas líneas, pero sí despedir nuestro homenaje con un maravilloso ejercicio de Kitano sobre el clásico de Ben E. King Stand by Me. ¡Felices 75, Takeshi!

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