'Darkman' vuelve: así se adelantó Sam Raimi al auge de los superhéroes

Antes de Spider-Man y del Doctor Strange, el cineasta convirtió a Liam Neeson en justiciero desfigurado. 
Detalle del póster de 'Darkman'.
Detalle del póster de 'Darkman'.
Cinemanía
Detalle del póster de 'Darkman'.

Al ver los buenos resultados de Doctor Strange en el multiverso de la locura, más de uno habrá pensado que Marvel ha hecho bien al recurrir a Sam Raimi. No por nada, con sus películas de Spider-Man, el cineasta de Michigan tendió en buena parte los raíles por los que el MCU lleva circulando desde 2008.

Pero este veredicto, si bien bastante acertado, no llega al meollo de la cuestión. Porque Raimi, que de cómics sabe lo suyo, lleva hibridando las viñetas con la imagen en movimiento desde mucho antes que Peter Parker llamase a su puerta.Es más: su primer contacto con el género de superhéroes en pantalla grande llegó en 1990, cuando a la trilogía Posesión infernal aún le faltaba un capítulo, y cuando todo eso de los aventureros con disfraz parecía patrimonio de Tim Burton. 

¿De qué película hablamos? Pues de Darkman, un trabajo que no suele aparecer en las antologías de lo mejor del género en pantalla grande… pero debería, entre otras cosas por su enorme atrevimiento y por los sufrires que le costó al director sacarlo adelante. 

Pero, un momento: hemos mencionado a Tim Burton, ¿verdad? Pues eso viene muy al caso, y no solo porque el éxito de su Batman predispusiera a Hollywood a financiar más películas por el estilo. Se trata, también, de que Darkman nació de la frustración de Raimi al no poder rodar una película del Señor de la Noche. 

Visto que Warner no quería poner a su personaje estrella en manos de un majara como él, el director decidió crear su propio personaje, nacido para  el celuloide a partir de un relato que había escrito en su juventud. Dicha figura bebería por igual de 'Bats', de la Sombra (otro de sus personajes favoritos) y de los viejos filmes de terror de Universal, el estudio que, a la postre, acabó respaldando la cinta. 

Tras la escritura de un guion que acabó contando con que cinco firmas (entre ellas la de su hermano Ivan Raimi, en funciones de asesor médico), el director se topó con la negativa de Universal a contar con su querido Bruce Campbell. Así las cosas, se planteó fichar a Gary Oldman Bill Paxton, pero resulta que el actor de Aliens cometió el error de hablarle del proyecto a cierto amigo suyo. Un amigo irlandés, tirando a grandote, que trataba de abrirse camino en el cine de EE UU. 

El nombre de dicho amigo era Liam Neeson, y un Raimi fascinado por su "carisma de la vieja escuela, a lo Gary Cooper" no se lo pensó dos veces a la hora de adjudicarle el papel titular. Para gravísimo cabreo de Paxton, quien pasó meses sin hablarle por la jugarreta. 

De esta manera, Neeson quedó para la historia como intérprete de Peyton Westlake, científico desfigurado y vengador siniestro. Para interpretar a su novia, la abogada Julie Hastings, Raimi pensó en una Julia Roberts a las puertas de Pretty Woman… pero su amistad con los hermanos Coen le llevó a plantearse una alternativa: Frances McDormand. 

Con esta pareja protagonista, más Larry Drake (de la entonces exitosa serie La ley de Los Ángeles) escogido como villano por su parecido con Edward G. Robinson, la primera película de Sam Raimi para un gran estudio podía ponerse en marcha. De la banda sonora, a todo esto, se encargaría Danny Elfman, habitual desde entonces en los trabajos del director (incluyendo la partitura de Doctor Strange 2).  

El rodaje de Darkman resultó ser difícil de narices. No solo porque el empeño del director en hacer que cada plano pareciese una viñeta chocase con su ajustado presupuesto, o porque Liam Neeson tuviera reparos ante esas sesiones de maquillaje que a veces duraban 18 horas. 

Los problemas llegaron, aunque cueste creerlo, vía Frances McDormand: la actriz tenía serios reparos ante su personaje, gran parte de cuyos diálogos reescribió junto a Neeson. "Es la primera vez que interpreto a un pibón en mi vida", señaló la actriz, con no poca ironía. Y la verdad es que, con su índole de damisela en apuros, el papel no le pegaba ni con cola. 

Afortunadamente, McDormand y Raimi lograron evitar los malos rollos personales pese a las diferencias creativas. Magro consuelo, si pensamos que el director también tuvo que hacerles frente a los ejecutivos de Universal (que consideraban el tono del filme demasiado perturbador) y a una postproducción agotadora durante el cual el montador Bud S. Smith sufrió una crisis nerviosa. 

Y no nos extraña, la verdad. La historia de Westlake, el justiciero que esconde su rostro abrasado tras una colección de máscaras de piel sintética, está presidida de principio a fin por un frenesí totalmente raimiano. Algo a lo que ayuda que las citadas máscaras solo aguanten 99 minutos bajo la luz del sol antes de deshacerse en un grimoso caldo. 

Dejando bien clara la pasión por las viñetas de su autor (que ya había quedado expuesta en Posesión infernal y Terroríficamente muertos), Darkman bebe a chorros tanto de los orígenes pulp del género superheroico como de esos cómics que arrasaban por entonces (especialmente si los firmaban Frank Miller o Alan Moore) a base de exponer los aspectos moralmente más cuestionables de los aventureros con disfraz. Y de mostrar sangre a borbotones, también.

Así pues, con su ultraviolencia y su humor color alquitrán, poco importaba que la cinta no partiera de un precedente en papel: sintonizaba totalmente con el espíritu de su época, algo que debió influir en sus buenos resultados en taquilla. Darkman recaudó cerca de 49 millones de dólares, sobre un presupuesto de 14. 

Imagen del cómic 'Darkman vs. Army of Darkness'.
Imagen del cómic 'Darkman vs. Army of Darkness'.
Dynamite Comics

Así pues, a su particular manera, Raimi acabó sacándole partido a aquella idea tan descabellada. Darkman generó dos secuelas directas a vídeo, más malas que el cólera y con Arold Vosloo (La momia) reemplazando a Neeson. Asimismo, su antihéroe ha tenido algunas excursiones en formato cómic, incluso llegando a formar equipo con el mismísimo Ashley J. Williams ("¡electrodomésticos!") en un crossover. 

Ahora que Raimi y Liam Neeson bromean (o quizás no tanto) acerca de un Peyton Westlake que abandona las alcantarillas para volver a las salas de estreno, es el momento de revisar este pequeño gran clásico. Una película que a veces sufre bajo la presión de su empeño en el 'más difícil todavía', pero de cuya originalidad y falta de complejos deberían tomar buena nota las cabezas pensantes del MCU. 

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