'El crimen del siglo': el documental que expone cómo las farmacéuticas son tu peor camello

Alex Gibney aborda en un ambicioso documental para HBO la epidemia de los opiáceos, que entre 1996 y 2015 se cobró la vida de más de medio millón de personas en EE UU.
El crimen del siglo
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El crimen del siglo

La historia de la mala praxis de la industria farmacéutica está plagada de escándalos y de muertos. El deceso de más de 100 personas a causa de un medicamento derivado de las sulfanilamidas –el fármaco anterior a los antibióticos– fue determinante para que en 1938 el Gobierno de Estados Unidos pusiera en funcionamiento la Ley Federal de Alimentos, Medicamentos y Cosméticos. 

Esa ley iría a sustituir a la primera legislación al respecto, de 1906, e implantaría la obligación de realizar pruebas clínicas como paso previo a la comercialización de fármacos. Detrás de ese medicamento, la SE Massengill Company. 

Samuel Evans, su propietario, se justificó aludiendo que la compañía no había cometido errores en la cadena de procesamiento. Harold Watkins, el director del departamento químico, se suicidó pegándose un tiro apenas un año después.

Aunque ha pasado unos 80 años de ese suceso, a la industria farmacéutica se le vienen acumulando los cadáveres desde entonces: el escándalo de las Talidomidas, los ensayos ilegales de Pzifer en Nigeria para probar el Trovan o la noticia de Astrazeneca ‘escondiendo’ más de 29 millones de dosis de su vacuna en su planta industrial de Italia e incumpliendo, con ello, el acuerdo de distribución establecido con la UE son algunos de los casos más conocidos o recientes. 

Este artículo, respiren, no trata de la actual pandemia de coronavirus, sino de una epidemia más mortífera, si cabe, y, como apunta Alex Gibney en su documental El crimen del siglo, con la industria farmacéutica como origen, beneficiario y única culpable de la muerte de más de medio millón de estadounidenses entre 1996 y 2015.

'El crimen del siglo'

Gibney ha estrenado en HBO España El crimen del siglo, un ambicioso documental de cuatro horas de duración donde da cuenta del punto de partida y de la actual situación de la epidemia de opiáceos que ha asolado, literalmente, toda Norteamérica, y con especial hincapié en las zonas más empobrecidas de Estados Unidos. 

El origen, OxyContin, un analgésico opioide de nueva generación lanzado para tratar el dolor crónico y agudo que apareció en el mercado americano en 1996 con consecuencias devastadoras. La empresa responsable, Purdue Pharmaceutics, propiedad de la dinastía Sackler, uno de los apellidos más ilustres de Estados Unidos.

El reportaje más escalofriante al respecto lo escribió Patrick Radden Keefe en 2017 en The New Yorker y Gibney se apoya en él para desplegar el pasado, presente y oscuro futuro de esta crisis que no parece tener un próximo desenlace. Otro de los grandes apoyos periodísticos de El crimen del siglo es el equipo del departamento de investigación de The Washington Post, formado principalmente por Sari Horwitz, Scott Higham y Lenny Bernstein, cuyas revelaciones en relación con las puertas giratorias de Capitol Hill y los políticos ‘subvencionados’ por la Big Pharma ponen los pelos de punta.

Dividido en dos capítulos, El crimen del siglo revisa en su primer episodio el origen, el éxito comercial y la primera gran crisis en relación con estos fármacos. En total, cubre el período que va de 1996 a 2006-08 ayudado de una panoplia de fuentes, desde el citado Radden Keefe a antiguos visitadores médicos, como Mark Ross, de West Virginia; padres de familia con las vidas arruinadas, como Rob Bosley, de Salt Lake City; médicos especialistas en el dolor crónico y defensores de las tesis de la industria, como Lynn R. Webster, también de la capital de Utah; médicos en contra de los abusos de la Big Pharma, como Wayne “Art” Van Zee, de Lee County (Virgina); además de vídeos con declaraciones de Richard Sackler, el mandamás de Purdue en la época, entre muchos otros protagonistas.

Fármacos para enganchar

A pesar de que la crisis de los opiáceos no es algo nuevo para los estadounidenses –la primera temporada de The Trade (Showtime, 2018) es otro gran documental sobre este complejo problema político, social y de salud pública–, no por ello pierde fuerza la tesis de Gibney en El crimen del siglo. 

Para Gibney, de hecho, solo hay un responsable de esta devastadora epidemia, la industria farmacéutica y, en concreto, Purdue Pharmaceutics; culpables de haber lanzado al mercado una sustancia que provoca una severa adicción completamente conscientes de ello, falsificando los resultados de las pruebas clínicas, y movidos únicamente por la avaricia.

Como ya hiciera Arthur Sackler, el patriarca de la dinastía y de Purdue, con el lanzamiento de Valium –creando un mercado de adictos a las benzodiacepinas–, sus herederos siguieron la senda marcada a la hora de lanzar los fármacos MS Contin, derivado de la morfina, y OxyContin, un opioide cuya composición sintética es básicamente la misma que la de la heroína.

“El usuario es el problema, no el fármaco”, llegó a justificar Sackler senior cuando el uso masivo de Valium o Librium comenzó a mostrar sus efectos secundarios. “Él no creó OxyContin”, insiste Radden Kafee en el documental, “pero sí creó el mundo en el que Purdue y la familia Sackler serían muy exitosos”. Esa tesis en relación con la crisis de los opioides, por cierto, también aparece en Can’t Get You Out of my Head, la última y también ambiciosa serie documental para la BBC del británico Adam Curtis.

Otro aspecto de El crimen del siglo que liga el trabajo con algunos estilemas de Curtis, como reconocerán los acérrimos del periodista británico, es el abundante material de archivo y, más en concreto, los vídeos corporativos de Purdue de los años 90, ya sean propaganda, filmes educacionales o vídeos domésticos de los congresos de ventas u otros eventos de la compañía. Es, en suma, un material tan espeluznante, por cínico y amoral, que es mejor callar en estas líneas y dejar que los espectadores lo comprueben por sí mismos. ­­­

Opiáceos para el pueblo

El segundo episodio del documental aborda el período 2008-2020 y está centrado en el caso de Insys Therapeutics, cuyo fundador, John Kapoor, fue sentenciado en enero de 2020 a 66 meses en prisión por alentar el consumo de sus fármacos, unos potentes opiáceos más adictivos incluso que OxyContin y las otras oxicodonas de la generación de los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI. Es un episodio quizá menos ágil que el primero, ya que incluye más entrevistas en profundidad que, por otra parte, revelan el entramado y las triquiñuelas de la Big Pharma para continuar incrementando las ventas de opiáceos.

Este segundo capítulo de El crimen del siglo es también la historia del avance del fentalino en Norteamérica como droga ‘recreativa’, promovida primero por las compañías farmacéuticas como fármaco para el dolor como alternativa a la oxicodona. Pese a que Purdue tuvo que enfrentarse en 2007 a una causa judicial que supuso un punto de inflexión en la historia de la epidemia, los opiáceos no fueron prohibidos por el Gobierno. 

Sucedió justo lo contrario: la multa, escasa, abrió la puerta a que otras compañías probaran suerte en un mercado consolidado, con cerca de un millón de consumidores de este fármaco/droga en los primeros años del siglo XXI, y a que los políticos, afines a la industria farmacéutica, promovieran en el Congreso la aprobación de leyes para garantizar [sic] el acceso a los fármacos.

Aparte de entrevistas en profundidad con ex responsables de ventas de Insys, ejemplos del cinismo y la mala praxis que campaba a sus anchas en la política de ventas de la compañía, el gran protagonista de esta segunda parte es el ex oficial de la DEA Joe Rannazzisi, que dirigía importantes investigaciones sobre complejas redes farmacéuticas y que aparece en el documental como paradigma del agente honesto, de un David contra el Goliat farmacéutico que, en este caso, no logra salir victorioso a causa de la presiones del lobby farmacéutico en Washington. “Las farmacéuticas son el nuevo cartel de la droga en el país”, afirma Rannazzisi.

Sin ánimo de desvelar mucho más del contenido de El crimen del siglo, merece la pena concluir con el acuerdo extrajudicial que se resolvió en noviembre del año pasado y por el cual los Sackler y Purdue están obligados a pagar una multa de 8.300 millones de dólares, aunque de esta astronómica cifra solo 225 millones irán directamente a las arcas del Estado. En 2017, Purdue se declaró en bancarrota, por lo que la multa, dicen los afectados, es en realidad papel mojado.

Además, el caso no ha concurrido por la vía penal, por lo que el ilustre apellido Sackler queda limpio a efectos públicos de su responsabilidad en la epidemia de opiáceos. En suma, como sucede con la banca de los casinos, el Big Pharma siempre gana. Fuera de los despachos de la élite financiera y de los juzgados, sin embargo –y como recuerda Alex Gibney–, la realidad es la voz desesperada de una madre al otro lado del teléfono, impotente de dolor ante un hijo en colapso por sobredosis de drogas.

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