[San Sebastián 2021] Penélope Cruz y Antonio Banderas se ríen del cine en ‘Competencia oficial’

La película de los argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn inauguran la sección Perlas con una sátira sobre su propia profesión.
Penélope Cruz en Competencia oficial.
Penélope Cruz en Competencia oficial.
Manolo Pavon
Penélope Cruz en Competencia oficial.

“El verdadero riesgo artístico es conmover al público común”, dice Iván Torres, maestro de actores, respetado intérprete en el cine y el teatro. Un hombre muy digno. Se lo dice con tal seriedad y convicción a su compañero de reparto, Félix Rivero, estrella del cine, que representa ese éxito ordinario y cegador, que parece u verdadero halago. Nada más lejos de la realidad. Estos dos actores representan no solo dos métodos de trabajo –la profundización en el personaje y el instinto repitiendo “el negro sobre blanco del guion”–, también dos formas de ver el arte y entender el éxito.

Después de adentrarse en el mundo del arte (Mi obra maestra) o de la literatura (El ciudadano ilustre), los directores argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn (con Andrés Duprat como coguionista) se meten en/con el cine y en/con el proceso actoral más concretamente. En el trabajo de los intérpretes, cómo se desnudan o se ponen capas para transformarse, cómo aceptan direcciones de sus directores (valga la redundancia) o cómo el ego les impide aceptarlas y ver la obra más allá de su propia labor. Todo desde la sátira, la exageración y la autoparodia.

Penélope y Antonio.
Penélope y Antonio.
Manolo Pavon

Los cineastas se ríen de su propio trabajo, de aquellos que se toman demasiado en serio eso de ser artista y de los que no se lo toman en serio. Y construyen una comedia que rara vez se ve en los dignos festivales de cine (los que tampoco se escapan de su objetivo, ya desde el título, donde se hace referencia a la sección oficial de los certámenes, competencia la llaman en Argentina). Algo muy de agradecer. 

Si se creen eso de que el riesgo es conmover al gran público, lo pueden lograr gracias, sobre todo, a tres actores que brillan: Antonio Banderas, como Félix Rivero, qué bien podría ser una parodia de la imagen que proyecta como estrella latina internacional; Oscar Martínez, como el actor digno, y Penélope Cruz, como Lola Cuevas, una directora extravagante y muy artista.

Cuevas es contratada por un empresario farmacéutico octogenario (José Luis Gómez) con miedo al olvido y con ganas de dejar un legado tangible. Se le ocurre construir un puente y también financiar una película, la mejor película. Para eso contrata a los mejores, a ese trío, que adaptan una novela de Premio Nobel. 

La directora (y su melena) cita a sus actores en nueve sesiones de ensayos en un lugar frío y gigante, la fundación de este empresario, que sirve para mantener todo lo que allí pasa en una irrealidad artificial, mantener todo lo que allí se dice en un plano conceptual y banal que no ayuda a la conexión total con la historia ni ellos, entendiendo su propósito. Siguen riéndose de todo. Del discurso salvaje de Lola Cuevas (“la mediocridad de tener hijos”, “con hijos no se crea libremente”), de los tiras y aflojas de esos dos actores encerrados en su forma de pensar y actuar. Todo es posible. Todo es risible. 

Cruz, Banderas, Irene Escolar y José Luis Gómez.
Cruz, Banderas, Irene Escolar y José Luis Gómez.
Manolo Pavon

Desde ese primer encuentro entre los tres, es una repetición de momentos, de grandes frases sobre el acto de crear, con más o menos risas, más o menos ridículo, y algunos momentos geniales, como esos premios triturados para destruir con ellos los egos desmesurados que no hacen a nadie más artista. ¿Porque quién es artista?

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