'Carnival of Souls': la película de terror más importante, menos vista y de la que nadie puede escapar

La única película de Herk Harvey fue despreciada en su estreno pero acabó siendo clave para entender el cine de terror.
Carnival of Souls
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Cuando Herk Harvey, director de videos educativos industriales para la compañía Centron Films, convenció a su amigo y guionista John Clifford para que se arriesgaran a desarrollar una película de terror de manera independiente, seguramente nunca se esperaría la importancia que Carnival of Souls acabaría significando para la historia del cine.

Realizada con un exiguo presupuesto de 33.000 dólares y financiada localmente en la ciudad de Lawrence, Kansas (se rodaría en localizaciones de dicha ciudad y Salt Lake City) Carnival of Souls surgió de una idea original de Harvey tras volver de un viaje de rodaje para Centron Films. 

En dicho viaje de regreso, a Harvey le llamó la atención un balneario abandonado, el Saltair Pavillion, a las afueras de Salt Lake City. Su aspecto fantasmagórico, rodeado casi de la absoluta nada le dio pie para que John Clifford desarrollara un guion para una cinta de terror.

Carnival of Souls se vendió como una serie b al estilo de las cientos de miles de producciones de la época y distribuida por una compañía que huiría a Europa con el dinero de Harvey, declarándose en bancarrota. Una recepción del público y de la crítica indiferente, causó que pasara sin pena ni gloria en sesiones dobles con otros títulos de serie b, además de ser recortada –en contra de la decisión de su propio director– quitándole 10 minutos para poder acomodarla en más pases.

Pero en 1989, con motivo de su reestreno, la cinta comenzaría a ganarse al público del género de terror y a una gran parte de la crítica especializada, convirtiéndose en un clásico de culto. Su particular estilo, sus decisiones de puesta en escena y su atmósfera onírica y fantasmagórica comenzarían a percibirse en el cine fantástico de ahí en adelante. ¿Pero cuál es el motivo para que la cinta consiguiera no solo ser revalorizada por los fans del terror, sino situarse entre los títulos fundamentales de la década de los 60?

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Más allá de las convenciones de la serie b

Uno de los principales motivos para que Carnival of Souls no alcanzara al público al que supuestamente estaba destinada era su subversión de dos géneros tan populares en los drive-in de la época como eran las películas de adolescentes y coches motorizados y las de horror sobrenatural. La cinta comienza de manera abrupta, casi en un in media res tosco, cercano en sus bruscas formas a los arranques del cine de Michelangelo Antonioni pero dentro de los códigos y maneras del subgénero de coches y adolescentes.

Dos grupos de jóvenes en sus respectivos vehículos se retan, bajo un día soleado y apacible, para ver quién atraviesa antes un puente. Lamentablemente, dicha actividad lúdica se verá truncada cuando uno de los vehículos se precipite al vacío, cayendo al fondo del río. Sobrevivirá milagrosamente una sola persona, una joven llamada Mary Henry (interpretada por la actriz del método Candance Hilligoss) que se convertirá en la protagonista absoluta del filme.

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Su salida tambaleante del río, precursora de esa Teresa Banks fantasmagórica que atravesaba las vías del tren cubierta de harapos en el piloto de Twin Peaks, fractura, la película en dos partes de formas y tonos muy diferentes, como en Psicosis. Abandona la localidad en la que vivía y decide mudarse a una ciudad cercana, donde trabajará como organista de la iglesia de la localidad.

Su trayecto nocturno hacia esa localidad, que remite de nuevo al viaje de Marion Crane en Psicosis –y que también muta las formas y el tono de la cinta de Hitchcock– será interrumpido por la ominosidad de un edificio abandonado (el mismo que despertó la chispa de Harvey) y la aparición de una espectral figura masculina (interpretada por el propio Harvey) que transformará el relato.

Entre Jacques Tourneur y Alain Resnais

El relato a partir de ahí jugará con la fractura de la realidad, con la posibilidad de la existencia de dos mundos fracturados por la percepción de los sentidos, solo percibidos en ese estado que se encuentra entre el sueño y la vigilia y que dará lugar a los mejores y más escalofriantes momentos de Carnival of Souls. 

Desde la aparición de dicha figura espectral en el reflejo del espejo de la pensión donde se hospeda la protagonista, hasta el ominoso baile de espectros a partir de una atmósfera cercana a La parada de los monstruos de Tod Browning y el cine de Jacques Tourneur que luego heredaría, en su versión más carnavalesca, el mejor Tim Burton.

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Más allá de sus ghosts and goblins, lo que hace que Carnival of Souls perdure en el inconsciente de aquel que la ve es su habilidad para ir mucho más allá de lo sobrenatural y adentrarse en los terrenos del inconsciente. No solo de su protagonista femenina, sino también de la pacata, puritana y moralista América de los años 50 y principios de los 60. Porque lo que acabaría convirtiendo en manual de estilo David Lynch, aquí Harvey –en parte de manera inconsciente y fruto de las limitaciones presupuestarias– lo anticipa transformando en pesadilla cotidiana los lugares comunes del sueño americano.

La representación de Salt Lake City, Lawrence y los lugares emblemáticos de la geografía de la América tradicional (desde sus diners a sus gasolineras, pasando por sus avenidas comerciales o sus hostales y pensiones de carretera) se transforman en su cara invertida a partir de un blur estilístico. Espacios vaciados, cercanos a las representaciones de lo real del mencionado anteriormente Antonioni o la perversa gelidez del Alain Resnais de Hiroshima, mon amour o El año pasado en Marienbad.

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Precursora pesadilla femenina de masculinidades tóxicas

Espacios incómodos, cotidianamente extrañados, que sirven como representación de una psique femenina y un conjunto de personalidades masculinas que, como en la posterior Repulsión de Roman Polanski, provocan la incomodidad de una protagonista ninguneada, acosada, juzgada y menospreciada por la peor representación del género masculino, siendo el espectral personaje de Harvey la quintaesencia y fusión de todos ellos, al igual que lo sería Bob en Twin Peaks, en especial en su versión cinematográfica, Fuego camina conmigo.

Carnival of Souls no se contenta únicamente con esto y para sus minutos finales se guarda otro as en la manga. Un juego de retruécano y giro final, actualmente ya convertido en tópico de tanto usarlo, que redefine lo visionado y urge a volver a verla para mirarla con otros ojos. Una obra que quizá fue, de manera seguramente inconsciente, revolucionaria, sobre todo para el público de drive in al que supuestamente iba dirigida, pero que ha acabado siendo punta de lanza de las más atrevidas y sugerentes propuestas fantástico-terroríficas.

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No solo porque el propio George A. Romero considerara que su seminal La noche de los muertos vivientes no existiría sin Carnival of Souls –con la que comparte lo exiguo de su presupuesto, el blanco y negro como herramienta estilística y el género de horror como metáfora de los problemas contemporáneos–, sino porque la imaginería surreal y etérea de, por ejemplo, la carrera de Dario Argento o David Lynch no sería la misma.

Sin olvidar la fusión del sueño y el despertar que conforman el conjunto de los relatos de los thrillers de Brian De Palma, o los terrores femeninos fruto de la opresión masculina que acabarían derivando en trabajos tan necesarios y memorables como la mencionada Repulsión de Polanski o Perfect Blue de Satoshi Kon.

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