'Braindead': el gore hilarante de Peter Jackson en la película más sangrienta de la historia

30 años de la película con el gore más nauseabundo y divertido que pudo idear el director de 'El señor de los anillos'.
'Braindead'
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Cinemanía
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Tráiler de 'Braindead', el gore hilarante de Peter Jackson
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"La película más hilarante y asquerosa que se ha hecho nunca. Hace que Re-Animator parezca un documental de la UNESCO con la madre Teresa”. Así describió cierto crítico de Los Angeles Times la experiencia de ver Braindead (Tu madre se ha comido a mi perro), una delirante comedia negra del director neozelandés Peter Jackson.

Desde luego, el argumento de esta película ambientada a mediados de los años cincuenta no tiene desperdicio: el acobardado Lionel convive con su insoportable y dominante madre, Vera, quien no aprueba la relación que acaba de comenzar con una española llamada Paquita. Cuando los dos tortolitos realizan una visita al zoo, la mujer se pone a espiarlos y termina siendo mordida por un extraño mono rata.

Como consecuencia del mordisco, Vera se convierte en una zombi sedienta de carne humana. Ella empieza a comportarse de una forma bastante rara, aunque su hijo, que vive cegado por el ‘amor’ hacia su madre, o quizás está ya demasiado acostumbrado a que la señora sea un ser monstruoso, tarda un poco en percibir los síntomas.

La pasión por su madre ciega tanto a Lionel que hasta trata de protegerla después de que, transformada ya en un cuerpo putrefacto, contagie su mal a varias personas (a las que él esconde en el sótano de casa), y hasta se coma al perro de su novia, Fernando. El nombre, para los que no lo sepan, es un homenaje al director Fernando Trueba. De hecho, Jackson decidió fichar a la actriz que encarna a su dueña, la española Diana Peñalver, después de haber visto su actuación en la película El año de las luces.

Diana Peñalver en 'Braindead'
Diana Peñalver en 'Braindead'
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Cómo se hizo la sangre de 'Braindead'

En realidad, muchos amantes del género gore han celebrado siempre el festival de extremidades, tripas y globos oculares presente en Braindead, que se estrenó en agosto de 1992, y llegó a ser nombrada la película más sangrienta de la historia (para lo cual se tuvo en cuenta la cantidad de sangre empleada en el rodaje). Solo en la secuencia final de la cinta, donde Lionel se enfrenta a los zombis armado con una cortadora de césped, el equipo necesitó más de 300 litros de sangre falsa.

“A veces, durante el rodaje, se me cruzaban los cables al ver tanta sangre, tantos miembros amputados y tanto cadáver”, confesó Peñalver. “Pero me enseñaron a ver que la sangre era mermelada y que todo era un truco. En el fondo, se trata de una película de amor entre un chico y su novia, y entre el chico y su madre”.

El propio Jackson confesó a un periodista lo mucho que lo sentía por esos actores del filme que pasaron días enteros, durante varias semanas, cubiertos por aquel incómodo y pegajoso sirope de arce empleado por el equipo de producción: "Al final, el plató principal, donde rodamos la mayor parte de la carnicería, tenía esta atmósfera dulce y gaseosa que era suficiente para ponerte enfermo, incluso si no estabas cubierto de sangre. El jarabe había fermentado bajo el calor de los focos. Los zapatos se pegaban al suelo como en un cine malo. Era una pesadilla".

Rodaje de 'Braindead'
Rodaje de 'Braindead'
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Dinero para barbaridades

Después de estrenar su primer largometraje, la gamberra cinta de alienígenas Mal gusto (1987), Jackson, fanático confeso de las películas de zombis de George A. Romero y compañía, deseó rodar un largometraje de muertos vivientes pero con cierto toque de humor. Pero el tiempo pasaba y ese proyecto se iba dilatando. Al final, por problemas de financiación, el cineasta se puso a filmar El delirante mundo de los Feebles (1989), una comedia negra sobre la vida entre bastidores de una compañía de marionetas, con la que buscaba satirizar el comportamiento humano.

Con el dinero que recaudó en taquilla, se puso al fin manos a la obra para escribir y rodar Braindead. Al igual que ocurrió con su aclamada trilogía de El señor de los anillos, que le granjeó un total de once premios Oscar en los primeros años del nuevo milenio, Jackson la rodó en su Nueva Zelanda natal. Con un presupuesto de tres millones de dólares, y la inestimable colaboración de varios amigos dispuestos a ponerse frente a las cámaras.

Con los cuarenta y cinco mil dólares neozelandeses que le acabaron sobrando, Jackson pasó dos días rodando la que luego calificaría como su escena preferida: aquella en la que Lionel, como cualquier otro padre con niños pequeños, sale a dar un paseo por el parque con el bebé-zombi Selwyn, pero termina viéndose incapaz de controlar sus arrebatos y lo pasa un poquito mal.

El bebé Selwyn en 'Braindead'
El bebé Selwyn en 'Braindead'
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El nauseabundo éxito de 'Braindead'

Braindead funcionó relativamente bien tras su estreno en los cines de Nueva Zelanda, en agosto de 1992. Incluso cosechó críticas positivas en el Festival de Cannes. “La gente de fuera de mi círculo más cercano la vio por obligación, porque era una película neozelandesa”, afirmó Jackson. 

“Y aunque en su mayoría estuvieron mareados y eran políticamente correctos, les gustó bastante. Creo que porque no había mujeres victimizadas, y eso es de lo que más se queja esta gente. Era una especie de película gore ‘segura’ que hasta el más liberal de los corazones sangrantes podía admitir que le gustaba”.

Debido a su sangrienta narración, se estrenaron múltiples versiones de Braindead en todo el mundo. En EE UU, donde aterrizó en 1993 bajo el título Dead Alive, la duración original se redujo de 104 minutos a tan solo 85. En otros países como Alemania y Corea del Sur, sólo aceptaron exhibir versiones de la película que dejaban fuera la mayor parte del gore.

Póster de 'Dead Alive'
Póster de 'Dead Alive'
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Algunas reseñas de la crítica hacían hincapié en que Braindead no era más que una cinta sin enjundia donde sobraba sangre. Stephen Holden, del New York Times, señaló que no era “especialmente aterradora o repulsiva”, ni “tampoco muy divertida". Otros periodistas, en cambio, alabaron su humor y ritmo, y comentaron que, siendo como era tan alegremente excesiva, resultaba complicado no sentir náuseas mientras te partías de la risa.

Lo que pocos observaron entonces es que, más allá de las sangre y las vísceras, la película traía también un mensaje sobre las relaciones tóxicas madre-hijo, y los trapos sucios de la clase media suburbana. “Stephen Sinclair, que coescribió el guión, había ideado la historia de Braindead como una obra de teatro”, reconoció el propio Jackson. “

"Stephen estaba muy centrado en querer satirizar la sociedad neozelandesa. Y le encantaba la idea de los oscuros sucesos que ocurren detrás de las cortinas corridas. En todas las casas, cuando las cortinas están cerradas, hay una historia que ocurre y nunca se llega a escuchar. Tienes el lado público de las cosas, las actividades felices, sonrientes y sociales. Pero en realidad, ya sabes, tú quitas esa capa y qué oscuridad habita en los suburbios…", explicó.

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