Juanma Bajo Ulloa estrena 'Baby': “Abrir el corazón no está al alcance de cualquiera”

Hablamos con Juanma Bajo Ulloa sobre el estreno de 'Baby', una de las más grandes películas de este infausto año del que por fin nos despedimos.
Juan Bajo Ulloa
Juanma Bajo Ulloa
GTRES
Juan Bajo Ulloa

Ya lo dijimos en su momento, tecleando desde el Festival de Sitges, Baby, la nueva película de Juanma Bajo Ulloa es maravillosa. Un par de meses después, a punto de cerrar el año, lo ratificamos: en el recuerdo, Baby sigue siendo maravillosa, y la hemos puesto bien arriba en nuestra lista de los Reyes Magos, aunque somos conscientes que las películas que se estrenan a finales de año sufren de los críticos tardones y no siempre puntúan como deberían.

Película sin palabras, en la que el espectador tarda en darse cuenta de que los personajes no van a necesitar ninguna para expresarse, Baby sigue los pasos de una no menos maravillosa Rosie Day, una exbailarina que ha caído en el infierno de la droga y que, de manera inopinada, trae al mundo un bebé al que, para resumir, tendrá que acabar rescatando de las garras de un extraño trío tirando a demoníaco.

Rodando en los alrededores de su Vitoria natal, Bajo Ulloa teje una (maravillosa) atmósfera de cuento de hadas, de fábula macabra, agradablemente surrealista y delicadamente atemporal, que conecta con sus dos primeras películas –incluso explícitamente a través de las Alas de mariposa que porta Mafalda Carbonell–, y a la vez abre una nueva puerta en su accidentada carrera.

Podríamos hablar de Baby como de un giallo involuntario. Un giallo de los más exquisitos, tipo La casa dalle finestre che ridono (Pupi Avati, 1976) o Il profumo della signora in nero (Francesco Barilli, 1974). E involuntario, porque Bajo Ulloa es de los que se encierra en sí mismo, y no ve nada antes de rodar, riéndose de buena gana de los críticos que se quejan de su falta de dominio en algunos campos cinematográficos, como el giallo. Giallo, decíamos, porque no cabe duda que aquel terror italiano de los 70 es el que ha llevado el género a sus más altas cotas de elegancia y estilización.

Y Baby es estilizada, elegante, pero sobre todo insobornablemente hermosa. En cada plano, en cada animalito, en cada mirada perdida de Rosie Day, incluso en su forma de caminar (algo en lo que cada vez me fijo más, la forma de caminar de los actores). Day es una actriz prácticamente desconocida que preside en un casting perfecto en el que encontramos hasta a Charo López, en la piel de la casera comprensiva. Harriet Sansom Harris, Natalia Tena y la ya citada Mafalda Carbonell, también forman un trío impagable. Sin más, aquí os dejamos la transcripción de nuestra conversación con un director que ha sabido finalmente resurgir de sus cenizas.

Uno de los encantos de Baby es que, aunque no es una película muda, los personajes no pronuncian palabra. Pero, ¿no te pareció arriesgado eliminar los diálogos?

Es una película que confía en las herramientas narrativas propias del cine, pero además confía en un espectador con capacidad de interpretación, al que, especialmente en los últimos años, se ha tratado y educado como mero vehículo de consumo. La ausencia de diálogos no fue algo que se pensó de entrada, sino el el resultado de un proceso. En las distintas fases del guion, fui esenciándolo todo, como cuando extraes perfume de una rosa. Al principio, tenía todo un universo, pero fui eliminando personajes, decorados, figurantes, textos, y al final opté por quitar los pocos diálogos que quedaban.

Ante el silencio de los personajes, la música cobra mayor importancia. Y la película se abre con un clasicazo de Nick Drake –Riverman–, que es como una llave para entrar en el mundo que propone la película.

La cultura se está racionalizando mucho. El artista tiene que trabajar desde las vísperas y el corazón, y aquí hemos confiado en el público, para que interprete las imágenes. Por eso no le hablamos. La música del malogrado Drake estuvo en mi mente desde el minuto Uno, y nunca imaginé la película sin esa ayuda climática. De algún modo esa canción inspiró la propia película.

La banda sonora también es estupenda. ¿Qué indicaciones les diste a los músicos?

Yo no hago distinción entre los diferentes elementos de la narración cinematográfica, todos son prioritarios y fundamentales. Así que la música comenzó a gestarse desde que el proyecto empezó realmente a andar. De ese modo los músicos tuvieron listas ya algunas piezas incluso durante el rodaje. En esta ocasión, además de mi compositor habitual Bingen Mendizabal, conté con el prestigioso pianista de jazz Koldo Uriarte, lo cual fue un acierto extraordinario. Las indicaciones eran llegar a conseguir una atmósfera acorde al sentimiento de emoción, melancolía, hermosura y confianza en la vida, que la historia debía transmitir. La música tenía que ser atemporal, porque la película está toda desubicada en el tiempo y en el espacio. Otro proceso de creación, destilación y ajuste, que ha durado más de un año.

La película es como un cuento de hadas que combina lo bello y lo sórdido. Diría que siempre te ha interesado esa dualidad. ¿Es así?

Sí, la vida, la muerte, la luz y la oscuridad, el Hombre o la Naturaleza, son parte de un todo. Un sistema dual que en realidad es perfecto. Es nuestra mirada viciada la que no lo es. Creo en la belleza surgida de esa perfección y simplemente trato de representarla. Hay belleza en un objeto en descomposición, en los líquenes que fagocitan una vieja edificación. El equipo de Baby tenía la indicación de buscar la belleza por encima de todo, incluso cuando pudiera resultar paradójico. Ocurría lo mismo respecto a los personajes, no se emite un juicio de valor sobre sus acciones. Terribles o no, responden a sus debilidades y miedos.

¿Te parece que Baby está más conectada con tus primeras películas que con las últimas?

No sé distinguir si alguna de mis películas dramáticas está más vinculada a otra. Todas ellas surgen de lo visceral y emocional, y simplemente llegan en un momento diferente de mi vida. No puedo hablar de una vuelta al origen porque, tenga oportunidad de mostrarlo o no, ese lugar siempre ha estado ahí y ahí seguirá.

En Baby hay planos de insectos que pueden hacer pensar en el cine de Malick o en La noche del cazador. ¿Qué papel juegan en la película?

La Naturaleza, y sus diversas criaturas y fenómenos, son tratados en Baby como personajes que forman parte del mismo ecosistema. Todos forman parte de un mismo organismo universal, en el que las personas sufren una importante desconexión. Nuestra sociedad vive conectada a las máquinas. Pero está profundamente desconectada de su Ser, que avanza en una suicida huida hacia adelante bajo el pretexto de un “progreso” que no tiene punto final.

Los planos de animalitos siempre son arriesgados...

Los racionales, es decir los llamados escépticos, verán cualquier manifestación artística lírica y no intelectual con sarcasmo, pero es porque esas imágenes les obligan a mirarse a un incómodo espejo. El espejo en el que se mira la protagonista. Abrir el corazón no está al alcance de cualquiera.

Sueles decir que eres poco permeable a las influencias de otras películas, ¿por qué?

A menudo veo obras que se me antojan indisimuladas copias de otras previas, y entonces me pregunto si el autor tiene algo que contar o si realmente ha indagado en su interior, lo cual es lento y doloroso, pero también es el único camino para transmitir algo valioso a los demás. Mientras sienta que tengo algo que contar, trataré de hacerlo de este modo, y eso no significa que no haya recibido inspiración de todo tipo de referentes cinematográficos desde mi niñez, pero también del cómic, la televisión o la música.

La protagonista, interpretada por Rosie Day, es una exbailarina cuya carrera se rompió. ¿Hay algo autobiográfico en ese personaje?

Sin ser autobiográficas mis películas, sí necesito que los sentimientos de los personajes me resulten conocidos para poder transmitirlos. Sobre el concepto mal entendido de “éxito” ya hablé en trabajos como Historia de un grupo de Rock [su documental de 2008 sobre la despedida del grupo zaragozano Distrito 14]. Ese sentimiento de fracaso nos afecta a todos. Me interesan los personajes que son capaces de asumir sus debilidades y sobreponerse, los que sufren una metamorfosis personal. Baby habla sobre esta segunda oportunidad que no siempre nos concedemos.

La protagonista se ha refugiado en la droga, ¿por qué?

La droga es la metáfora del paraíso artificial al que nos deslizamos cuando el miedo nos impide afrontar la vida real y asumir los errores cometidos. Todos caemos en alguno para “desconectar” de la dura realidad, pero cuando esa desconexión es demasiado frecuente, la adicción indica un grave desequilibrio. Era importante no retratar a esta joven como una víctima de la sociedad tal vez por su humilde procedencia, por eso su origen se sugiere acomodado y sin carencias. Son sus propias decisiones las que la han llevado al agujero en el que la encontramos.

Es una madre que trata de recuperar a su bebé. Y lo hace repetidamente. ¿Por qué esos continuos intentos de rescate, que se repiten casi como loops rituales?

Todos cometemos errores, hemos de recorrer un camino desconocido, y superar una serie de pruebas para alcanzar la superación personal. Pero, por miedo, orgullo o ego, solemos repetir el error y por ello la vida nos lleva al mismo lugar una y otra vez. La protagonista se ve atrapada en una trampa que sencillamente refleja sus propios temores y debilidades, esos que, una vez tras otra, trata en vano de superar. No es James Bond, es una simple chica asustada sufriendo su síndrome de abstinencia. Pero capaz de mucho.

El reparto me parece espectacular. Y muy llamativa la presencia de Mafalda Carbonell, la hija de Pablo Carbonell, que también está en 30 monedas, de Álex de la Iglesia. Sus particularidades físicas parecen predestinarla a convertirse en un icono del cine de género.

En realidad tenía tan cerca a Mafalda que al principio no reparé en ella. La conozco desde niña por mi amistad con sus padres, y su historia personal de superación es un milagro cotidiano digno de una película. Después de darle muchas vueltas caí en la cuenta de que, gracias a su enorme personalidad, y a la inteligencia y belleza que transmite, ella era perfecta para redondear esa bizarra y aterradora familia.

Transformada en albina asesina, Natalia de Tena tiene también un gran personaje.

Natalia originalmente era candidata al personaje de la madre, pero ella se interesó por el de la albina y decidí arriesgarme. Su composición me parece extraordinaria, y gracias a su trabajo y al de equipo, cuando ella llegaba al plató realmente nos inquietaba su presencia. Estoy deseoso de verla en la segunda parte, a ver lo que hace.

¿Habrá segunda parte?

Y qué sé yo lo que habrá.

¿Algún otro proyecto en perspectiva?

Actualmente trabajamos en un proyecto escrito hace algunos años y que creo ya está listo para llevarse a cabo. Se trata de El Mal, un thriller sobre la necesidad del ser humano de ser reconocido, y su incapacidad para admitir su lado oscuro.

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