Ayumu Watanabe: El director de anime que nunca falla

Ayumu Watanabe: El director de anime que nunca falla

Algunos autores nunca llegan a acaparar los focos. Tienen un trabajo sólido, casi siempre notable, pero nunca consiguen llamar la atención como para romper la barrera ya no del culto, sino de la adecuación. De lo que es, en suma, ser un buen profesional. Algo de lo que Ayumu Watanabe es un muy buen ejemplo.

Ayumu Watanabe, nacido en 1966 en Japón, es un director de carrera larga, sólida y, si bien discreta, repleta de pequeños éxitos por los cuales otros muchos directores matarían. Usando indistintamente su nombre o un pseudónimo que no oculta en exceso su identidad, Kakeru Watanabe, lleva más de treinta años trabajando en la industria de la animación desde que entrara en 1986, con 20 años, a trabajar en Studio Mates.

A pesar de sus comienzos tempranos, no tardaría mucho en dar el salto a las grandes ligas. En 1988, con apenas sí 22 años, entraría a trabajar en Shin-Ei Animation, un estudio propiedad de la corporación de televisión Asahi, fundada en 1976 por Daikichirou Kusube, anteriormente animador del estudio Toei. Y precisamente, con licencias de Toei trabajan en Shin-Ei. Pues de ellos son animes tan míticos y conocidos, tanto dentro como fuera de su país, como pueden ser Doraemon, Esper Mimi o Shin Chan. Propiedades, especialmente Doraemon, en las que Watanabe trabajó durante más de diez años como animador y director de animación, dejando una impronta importante en la identidad de la empresa.

De hecho, esa impronta fue, como es lógico, bidireccional. No por nada, los primeros trabajos que le valieron empezar a destacar entre sus compañeros fueron sendos cortos de Doraemon. El primero de ellos, estrenado en 1999, Doraemon: La boda de Nobita y Shizuka, le haría figurarse que pasaría si, en un ataque de celos, Nobita pidiera a Doraemon viajara al futuro para comprobar si de verdad acabaría casándose con Shizuka.

El segundo de los cortos, estrenado en 2000 y recordado con muchísimo cariño por los fans, fue Doraemon: A Grandmother's Recollections, una enternecedora historia de Nobita descubriendo un osito de peluche de su infancia que le regaló su fallecida abuela, por el cual, en un ataque de melancolía, le pide a Doraemon por favor que le permita viajar en el tiempo a cuando tenía tres años para así poder hablar una última vez con su abuela. Profundamente triste y conmovedora, esta pequeña obra de arte ganaría el premio a mejor animación en la quincuagésima quinta gala de los Mainichi Film Award, unos premios de cine auspiciados por el Mainichi Shinbun, uno de los mayores periódicos de Japón y uno de los premios cinematográficos más importantes del país.

Por eso no debería a extrañar a nadie que la secuela de Stand By Me, Doraemon, la exitosa película en 3D de la franquicia estrenada en 2013, vaya a ser un remake de este mismo cortometraje. Una apuesta segura directa contra la línea de flotación de nuestra nostalgia. Y no sólo la que podamos sentir hacia Doraemon.

Tras el éxito de sus dos cortos más famosos su carrera seguiría íntimamente ligada al personaje de Doraemon. Tanto es así que sus dos primeros largometrajes serían, también, parte de esta misma franquicia. En 2006 estrenaría Doraemon: Nobita’s Dinosaur, remake de la primera película de Doraemon, de nombre homónimo, estrenada en 1980 y dirigida por Hiroshi Fukutomi, y en 2008 haría lo propio con Doraemon y el Reino de Kibo, la cual sería nominada a mejor película de animación en los premios de la academia japonesa de cine, premio que final se llevó al agua, nunca mejor dicho, Ponyo en el acantilado.

De ese modo, Watanabe pasó veintitrés años trabajando en Shin-Ei hasta que, en 2011, decidió dar un brusco cambio en su vida: decidió hacerse freelance. Y con ello, se convirtió en un cotizado director de series de televisión.

A este respecto, tiene en su haber algunas de las series de culto popular más relevantes de la década pasada. No por nada, su primer esfuerzo a ese respecto fue la adaptación de Space Brothers, un manga de Chūya Koyama sobre dos hermanos que sueñan con ser astronautas, aunque sólo uno de los dos parece tener lo necesario para conseguirlo. Con 99 episodios en su haber, emitidos entre 2012 y 2014, la serie es recordada con muchísimo cariño, con los fans aún anhelando una posible continuación que, de momento, no parece una posibilidad para los implicados.

Ahora bien, aunque Space Brothers y su secuela en forma de largometraje, Space Brothers #0, son las obras más recordada de Watanabe, eso no significa que sea lo único de relevancia en lo que ha estado involucrado. Casi al mismo tiempo que los hermanos astronautas, también en 2012, se encargó de la dirección de Novia Misteriosa X, una serie de 12 episodios y un especial directo a vídeo obre una chica anti-social y un chico sin sangre en las venas que empiezan a salir después de que, por accidente, él pruebe la saliva de ella.

Y ya entre 2016 y 2017 se encargaría de las dos temporadas de Gyakuten Saiban, adaptación del famosísimo videojuego más conocido en occidente como Phoenix Wright. Cerrando así con dos obras que le han valido para ser considerado un valor seguro dentro de la industria.

De hecho, en los últimos años, no ha hecho más que aumentar su presencia en la televisión. No por nada, en 2018 dirigió tres animes: Gurazeni, Major 2nd y After the Rain. Si bien las dos primeras series no han llamado mucho la atención, probablemente por tratar de baseball, un deporte poco consumido fuera de Japón y EEUU, After the Rain, una historia sobre el romance completamente unilateral de una chica de instituto con un hombre de mediana edad para el cual trabaja, fue aplaudido por crítica y público como uno de los títulos de televisión más interesantes de su año gracias a la sensibilidad de su guión y la solidez de su dirección y trabajo artístico. Algo en lo que Watanabe siempre ha destacado.

Pero que se haya centrado en la televisión no significa que haya dejado fuera al cine. Ahora llega a nuestras carteleras Los niños del mar, una película de fantasía adaptación del manga homónimo de Daisuke Igarashi producida por Studio 4 ºC, la gente detrás de delicias de la animación experimental como Mind Game y Tekkonkinkreet, y con BSO de Joe Hisaishi, conocido por su trabajo como compositor en Studio Ghibli. Algo que le ha hecho ser un éxito de crítica y público en Japón, donde han destacado especialmente lo increíblemente espectacular de su animación, con un agua que se mueve y tiene una identidad como nunca antes se ha visto en el cine.

Con la segunda temporada de Major anunciada para 2020, la carrera de Watanabe parece estar lejor de estancarse. Y si tras Los niños del mar seguirá intentando explorar sus límites en el cine o seguirá siendo uno de los más sólidos directores de televisión en activo es algo que sólo el tiempo nos aclarará. Incluso si, sea lo que sea, así estará bien.

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