Ángela Molina: la hija de la copla que no quiso ser Lulú

La ganadora del Goya de Honor 2021 ha reunido muchos títulos cruciales y pocos escándalos a lo largo de un currículum que abarca ya cuatro décadas. 
La actriz Ángela Molina
La actriz Ángela Molina
Josefina Blanco
La actriz Ángela Molina

Tal vez el apellido de Ángela Molina no destaque ahora especialmente en un titular o unos títulos de crédito. Pero en 1974, año de su debut en el cine con No matarás, garantizamos que llamaba mucho la atención: aquella joven de pelo oscuro, nacida 20 años antes, era hija de Antonio Molina, seguramente el cantante de copla más exitoso de todos los tiempos. 

De la mano de su padre, que había hecho pinitos en el cine (con El pescador de coplas y Esa voz es una mina como títulos más señeros), Ángela conocía bien el mundo del espectáculo desde dentro. En 1978, cuando su nombre ya era bien conocido, la actriz reconocía haberse criado en "un mundo divertido, excitante, fantástico". Lo cual no había sido óbice para el trabajo duro: la joven actriz había estudiado teatro en la futura RESAD y llevaba bajo el brazo un título como profesora de baile clásico español.

Como correspondía a una intérprete española de su época, la carrera de Ángela Molina transcurrió al principio bajo la sombra del 'destape' de los 70. Pero pronto se desvinculó de esas exigencias para transitar por los caminos menos trillados del cine postfranquista. Tras intervenir en 1976 en La ciudad quemada (el filme de Antoni Ribas sobre las revueltas de la Semana Trágica en Barcelona), la actriz confirmó en 1977 que su destino era bien diferente al esperado. 

Aquel año, Molina estrenó nada menos que cinco películas. Y cuatro de ellas estaban dirigidas por nombres que hablan por sí mismos: Jaime Chávarri (A un dios desconocido), Jaime de Armiñán (Nunca es tarde), Manuel Gutiérrez Aragón (Camada negra, sobre el terrorismo de ultraderecha) y, sobre todo, Luis Buñuel. El cineasta de Calanda contó con ella para Ese oscuro objeto del deseo, un ejercicio de surrealismo procaz que fue nominado a dos Oscar. 

Durante los 70 y los 80, Ángela Molina mantuvo una fecunda asociación creativa con Gutiérrez Aragón, para quien trabajó en filmes tan interesantes como Demonios en el jardín y La mitad del cielo, obteniendo por esta última su primera nominación al Goya. Además de estas y otras cintas destacables (Bearn, La portentosa vida del padre Vicente, Operación Ogro), la actriz empezó a trabajar en otros países europeos. 

De esta manera, Ángela Molina se dejó ver en cintas de directores con prestigio internacional, como Lina Wertmüller, la primera cineasta nominada a un Oscar: su trabajo junto a ella en Camorra: contacto en Nápoles la llevó a ganar un David de Donatello. O como el suizo Alain Tanner, en El hombre que perdió su sombra. 

En 1989, además, la actriz protagonizó uno de los mayores fenómenos del cine español de su época. Dados sus antecedentes familiares, resultaba casi natural verla en Las cosas del querer, la cinta de Jaime Chávarri que relataba en clave la vida de Miguel de Molina, el ídolo de la copla cuya carrera en la España franquista fue truncada por la homofobia institucional. Aunque la película se fue de vacío de los Goya (fue nominada a siete categorías), su éxito fue tal que tuvo una secuela en 1995.

La llegada de los 90, eso sí, le proporcionó uno de los momentos más tensos de su carrera. Pese a haber firmado como protagonista de Las edades de Lulú, la adaptación de la novela de Almudena Grandes que preparaba Bigas Luna, Molina se apeó del proyecto 10 días antes de que este comenzara a rodarse. 

"Tras las sucesivas versiones del guión, y cuando hemos empezado los ensayos, notaba que la película se convertía en un muestrario de sueños eróticos de una mujer llevados a la práctica, y, vamos, en una película porno", declaró la actriz para justificar su abandono del papel, mientras el productor Andrés Vicente Gómez la llevaba a los tribunales con una demanda que acabó siendo retirada. 

Más adelante, en 1998, Molina colaboró por primera vez con Pedro Almodóvar. El director manchego la había requerido para un papel en ¿Qué he hecho yo para merecer esto!, que ella rechazó (también dijo "no" a propuestas de Francisco Regueiro, Vicente Aranda y Carlos Saura, entre otros) y que fue a parar a Verónica Forqué. Pero a la altura de Carne trémula, ambos se vieron finalmente las caras en el plató, resultando en su cuarta nominación al Goya. Once años más tared, ambos repetirían en Los abrazos rotos. 

Durante el siglo XXI, la carrera de Molina se ha desarrollado a caballo entre el cine y la televisión: en España la hemos visto en las series Gran reserva y Velvet, sin ir más lejos. Asimismo, su papel de malvada madrastra en la Blancanieves de Pablo Berger le trajo una nueva candidatura a los Goya y aplausos unánimes de la crítica. 

Madre de cinco hijos, tres con el fotógrafo Hervé Timarché y dos con su actual pareja Leo Blakstad, Ángela Molina ha cultivado otras disciplinas además de la interpretación y la danza. En 1986 publicó el disco Con las defensas rotas, y publicó su libro de memorias Detrás de la mirada en 2017. En 2016 recibió el Premio Nacional de Cinematografía. 

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