'All Eyes Off Me': sexo, drogas y sadomaso con Hadas Ben Aroya

La gran promesa del cine israelí, Hadas Ben Aroya, estrena 'All Eyes Off Me' en Filmin, 
All Eyes Off Me
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Cinemanía
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Hadas Ben Aroya (Israel, 1988), irrumpió como un ciclón en 2016 con su película People That Are Not Me en 2016. Era el punto álgido del millennialismo, y le sacó partido delante (protagonizaba la película) y detrás (escribía, filmaba, producía) de la cámara. Le cayó el sambenito de la “Lena Durham israelí” por su crudeza a la hora de retratar a su generación, y le llovieron los parabienes. 

Ahora vuelve con una historia por capítulos titulada All Eyes Off Me, presentada en la Berlinale, que está disponible en el canal Atlàntida Film Fest hasta fin de mes. 

La peculiar construcción, muy de Tarantino o del Iñárritu fase Guillermo Arriaga, responde a un impulso creativo. “Lo que quería era rodar la historia de una joven que se enamora de un señor mayor. Me di cuenta de que para explicar sus sentimientos y sus actos a los espectadores necesitaba mostrar antes cómo era su experiencia vital. Me pareció que explicarlo por capítulos, con una protagonista que atraviesa las diferentes partes del filme, y a la que ves a través de los ojos de los demás, era la mejor manera de hacerlo”, nos explica. 

Ni provocación ni moralinas

Aunque declare no buscar la provocación, su protagonista vive en una especie de nihilismo postadolescente con un chocante cantidad de drogas y sexo. “Los personajes se comunican superficialmente, pero no acaban de entender lo que les ocurre”. Así, tenemos a mujeres que hablan de su inminente aborto “como si se tratara de la ITV del coche”. 

Lejos de moralinas, Hadas Ben Aroya cree que se trata de un sentimiento generacional: “Mis padres se casaron a los 22. No tenían mucho donde elegir. Sabían lo que querían y lo hacían. Yo soy más inteligente, aunque suene un poco estúpido decirlo. He tenido muchas más opciones. Eso hace que esté un poco confundida, pero las tengo. Vivimos en un mundo liberal y en el que todo está permitido, pero en el que es muy difícil sentir de verdad. Tenemos tantos estímulos sensoriales, sexuales o narcóticos que hacen muy complicado llegar al fondo de las cosas. Eso es lo que he querido expresar con el filme”.

La película se convierte en un retrato de la intimidad de su protagonista, con la precariedad y el sexo como pilares, en escenas bastante explícitas y en las que la directora no dejó espacio a la improvisación: “No ha existido. No creo en ella. Solo entiendo el cine si está planificado hasta el más mínimo detalle. En una película como esta, en la que hay tanto sexo, improvisar es demasiado arriesgado tanto para la producción como para la interpretación de los actores. Tienes que ser muy precisa en lo que quieres”. 

Sí que escuchó, sin embarco, a sus actores, Elisheva Weil (que interpreta a Avishag) y Leib Levin (Max): “Son pareja en la vida real. En los ensayos los escuché e incorporé sus vivencias al guion, pero a la hora de filmar no hay una solo palabra que no estuviera escrita con anterioridad. Si he pensado en esa escena durante tanto tiempo, ¿por qué voy a cambiarla en el último minuto? No tiene sentido”. 

La biografía de Weil, como la de Hadar Katz (Danny), también moldearon el filme, por el que sobrevuela el conflicto de la joven y liberal generación laica con la comunidad que aquí llamamos ultraortodoxa y que, sintomáticamente, para Hadas Ben Aroya es “ortodoxa” (sin más). 

“Ambas son exortodoxas. Han tenido una vida muy dura de jóvenes. Elisheva se escapó de casa y de sus once hermanos y hermanas con 13 años. Vivió en la calle. Ahora tiene un sentido de la libertad increíble, porque ha conocido lo que es vivir en un hogar muy estricto. Como ella, muchos de mis amigos son exortodoxos, y eso les ha obligado a construir sus propios valores. No está en el guion, pero creo que se ve en pantalla”.

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