15 cosas que (probablemente) no sabías de Groucho Marx

Homenajeamos al hermano Marx más locuaz y bigotudo con un informe que va de la nada a la más absoluta de las miserias.
15 cosas que (probablemente) no sabías de Groucho Marx
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15 cosas que (probablemente) no sabías de Groucho Marx

El 19 de agosto de 1977, un tal Groucho Marx pasó a formar parte de ese club del cual nadie (y menos aún, él) quisiera que le admitiesen como socio. Vamos, que se murió, para ser incinerado y cobijado bajo esa lápida en la cual, contrariamente a la creencia popular, no figura la frase "perdonen que no me levante". Como nosotros adoramos al miembro más locuaz y bigotudo de los Hermanos Marx, y ya que no podemos concederle póstumamente ese deseo suyo de "ser enterrado encima de Marilyn", hemos decidido homenajearle con uno de esos informes exhaustivos que tan bien se nos dan. Sólo que, como no podía ser de otra manera, mucho más lleno de risas que nunca.

Aquí papá y mamá, aquí un futuro genio

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Como el mismo describió, de forma muy cachonda, en su libro de memorias, los padres de Groucho y sus hermanos eran para echarles de comer aparte. Él, Simon Marx, era un sastre sin ningún talento ("El peor de Nueva York", según su hijo) y propenso a las ideas disparatadas, pero con mucho sentido del humor y un cocinero estupendo. Ella, la inefable Minnie Schonberg, provenía de una familia de cómicos, y fue la primera en estimular a sus hijos a que saltasen a las tablas, guiándoles en sus primeras actuaciones. Groucho siempre les recordó con afecto.

El enigmático tío Julius

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Como sabrás, en el libro de familia nuestro héroe aparecía como "Julius Henry Marx". Ahora bien, ¿por qué ese nombre? Pues debido a un familiar lejano de su padre, el tío Julius, que se hospedó en su casa neoyorquina durante años ejerciendo de gorrón. Creyendo que el tito estaba forrado, papá y mamá Marx le pusieron su nombre al recién nacido Groucho pensando que así tendrían un lugar en el testamento. Cuando finalmente Julius falleció, los Marx comprobaron que la totalidad de sus bienes ascendían a "una bola de billar (robada), una cajita de plata para píldoras y una pechera de celuloide". Normal que, desde entonces, Groucho prefiriera que se refirieran a él por un apodo derivado de la palabra "grouch" ("gruñón").

Al Shean, el tío artista

al_shean_tio_groucho_marxTras la decepción del tío Julius y su herencia, Groucho puso sus miras en otro de sus tíos, esta vez de la rama materna y mucho más afortunado en la vida. Se trataba de Al Shean, un comediante de variedades de gran éxito, que de vez en cuando visitaba su casa dejando un rastro de chistes y propinas. Para un chaval que habitaba en los barrios bajos de Nueva York, ver a un señor que se divertía "arrojando monedas al suelo para que los chicos se pelearan por recogerlas" resultaba un shock, de modo que tío Al se convirtió en su modelo a imitar. Cuando los Marx comenzaron su carrera en los teatros, contaron con él para que les escribiese gags y guiones.

¡A la porra la escuela!

Si sus hermanos Gummo, Chico, Zeppo y Harpo mostraron una temprana dedicación a la música, Groucho tuvo claro desde el principio que su porvenir era más bien literario. Devorador de libros desde su más tierna infancia, el futuro bigotudo tenía claro que la escuela de su barrio (descrita como un infierno de compañeros abusones y de maestros ignorantes) no le ayudaría a llegar lejos, de modo que decidió abandonarla a los 12 años, despidiéndose de sus sueños de convertirse en médico. Cuando su madre le preguntó: "¿Es que no quieres labrarte un porvenir?", él replicó "No, si para ello tengo que ir al colegio".

El sórdido mundo del teatro

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Cuando Groucho dijo de su familia que había llegado "de la nada a la más absoluta miseria", no le faltaba razón. Espoleados por Minnie (y por los guisos de su padre, capaces de convencer al productor más exigente), los hermanos Marx debutaron con el nombre de Los Cuatro Ruiseñores, vestidos con ropa usada y recorriendo los más selectos tugurios de la Costa Este. Allí, Groucho desarrolló sus dotes para la improvisación, pero no debido a razones artísticas, sino de supervivencia: cuando el número flojeaba, un buen chiste a tiempo era la única forma de que el público no les diese una paliza.

El burdel: el mejor lugar para hacer contactos

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Además de un modesto estipendio y un coche (el cual, confesó, le sirvió para perder la virginidad), Groucho aprovechó su época en las variedades para hacer amistades muy interesantes. Como, por ejemplo, un joven colega inglés llamado Charles Chaplin, a quien conoció en una casa de alterne de Winnipeg (Canadá). Pero no te creas que el futuro 'Charlot' se comportó de forma muy libidinosa: según Groucho, "mientras nosotros cortejábamos a las chicas, él estaba muy ocupado jugando con el perro de la madame".

El misterio del bigote pintado

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La figura escénica de Groucho Marx se basaba, principalmente, en un borrón de pintura negra sobre su labio superior. ¿Por qué? Es algo complicado: resulta que, como muchos otros comediantes de su época, los hermanos basaban sus números teatrales en los estereotipos étnicos, correspondiéndole a Chico el papel de italiano, y a Groucho el de alemán. Pero, durante la I Guerra Mundial, el público de EE UU no estaba precisamente dispuesto a reírse de los chistes alemanes, así que nuestro hombre optó por otro blanco para sus bromas: los señores de la alta sociedad de Nueva York. De ahí vinieron el esmóquin, la costumbre de andar con una mano a la espalda... Y un mostacho que Groucho decidió pintarse cuando comprobó que era mucho más sencillo que pegarse y despegarse, dolorosamente, una pieza postiza.

Los hermanos Marx contra Thalberg el poderoso

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Tras unos cuantos triunfos en Broadway, el cine sonoro supuso la excusa ideal para que los hermanos Marx se mudasen a Hollywood. Y, tras unos cuantos triunfos en Hollywood (como El conflicto de los Marx y Sopa de ganso) los Marx se encontraron con Irving Thalberg. Terror de guionistas y directores, el todopoderoso y joven ejecutivo de MGM era una de las personas más poderosas de la industria, pero Groucho y su familia no se cortaban a la hora de tomarle el pelo: si él les hacía esperar en la puerta de su despacho, ellos respondían quedándose en pelotas y asando patatas en su chimenea. Pese a sus maneras tiránicas, Thalberg fue el inspirador de los dos filmes más célebres de la troupe: Una noche en la ópera y Un día en las carreras.

Una carrera legal

groucho_chico_abogadosEn 1935, durante el apogeo de su popularidad, Groucho y Chico recibieron una oferta para trabajar en la radio. La serie, Flywheel, Shyster and Flywheel, contaba con los dos hermanos interpretando a un desastroso abogado y a su ayudante Ravelli, un personaje que ya había aparecido en El conflicto de los Marx. Parece que el humor de Groucho y Chico no funcionaba sin un contrapunto visual, porque el show fue un fracaso de audiencia y sólo duró 13 episodios. Sin embargo, sus guiones (publicados en España con el título de Groucho & Chico, abogados) tuvieron mejor fortuna en forma impresa, y los programas se reponen habitualmente en la NPR, la radio pública de EE UU.

Una carrera literaria

Como ya hemos dicho, la verdadera vocación de Groucho era la de escribir: "Es igual que improvisar en escena, pero con papel y lápiz", decía. Y damos fe de que se le dio muy bien. En cuanto su fama lo permitió, y en cuanto él y sus hermanos fueron adoptados por el mundillo cultural, comenzó a publicar libros tan divertidos como Groucho y yo (sus impagables memorias), Camas y el desternillante Memorias de un amante sarnoso. No se conformó con eso, sino que también cultivó amistades como el poeta T. S. Eliot, futuro Premio Nobel de Literatura, que tenía su retrato dedicado en el escritorio.

Volviendo locos a los hermanos Warner

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En Las cartas de Groucho, el volumen que recoge la correspondencia de nuestro heroe, ocupan un lugar de honor ciertos escritos destinados a Warner Bros. Resulta que, mientras los hermanos rodaban Una noche en Casablanca (la que sería su penúltima película), la productora les acusó de estar plagiando Casablanca, su gran éxito con Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. La respuesta de Groucho, que se prolongó durante varias misivas, incluía razonamientos tales que: "Estoy seguro de que incluso el espectador medio sabrá distinguir a Ingrid Bergman de Harpo", "¿Pueden ustedes usar el nombre de 'Hermanos Warner'? ¡Nosotros éramos hermanos desde mucho antes", y "Tenemos muchas esperanzas en la película: puede ser la chispa que desate una nueva guerra mundial". Tras recibir semejantes dislates, Warner se dio por vencida: "Las últimas noticias que tuve de ellos", escribió Groucho, "es que se habían ido a la Costa Azul, a jugar a las cartas con mi abogado".

El amargo sendero del humor

Como otros grandes humoristas, Groucho no era una persona de trato fácil, que digamos. Entre sus defectos personales se hallaban una tacañería contumaz (que se acentuó tras el crack bursátil de 1929), una fuerte hipocondría digna de su discípulo Woody Allen, y sobre todo una lengua venenosa que muchas veces jugaba en su contra. Sin ir más lejos, en una cena familiar, se dirigió a su segunda esposa, Ruth Johnson, preguntándole: "Cariño, ¿en qué cárcel me dijiste que te enseñaron a preparar esta sopa?". La pareja acabó divorciándose poco después.

Groucho se apuesta tu vida

En 1947, harto de Hollywood, de los rodajes y de sus hermanos (a quienes, pese a todo, adoraba), Groucho aceptó una oferta para presentar un concurso radiofónico titulado You Bet Your Life (Apuéstate tu vida). El programa, en el que nuestro héroe entrevistaba a personajes peculiares o insólitos, tuvo un éxito tal que pasó al medio televisivo en 1950, cuando este apenas balbuceaba. Una leyenda urbana (por desgracia, imposible de confirmar) narra una intensa conversación entre Groucho y una mujer que había sido madre de 11 hijos. Cuando ella le dijo "Quiero mucho a mi marido", el genio replicó: "Señora, a mí me gusta mucho mi puro, pero de vez en cuando me lo saco de la boca".

Querido Woody

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Pese a la contumacia de su mala leche, Groucho Marx sabía reconocer el talento. Y buena prueba de ello es que fuese de los primeros en elogiar a Woody Allen, cuando este daba sus primeros pasos en el cine. "Dicen que Allen se ha inspirado en los hermanos Marx: eso es mentira. Hace treinta años, nosotros nos hubiéramos inspirado en él", afirmó Groucho en 1972 a un pasmado Roger Ebert. En cuanto a Allen, pareció menos emocionado, porque tras conocer en persona al genio comentó: "Ese señor es tan judío que podría ser uno de mis tíos, perfectamente".

No tan querido Bill Cosby

En 1973, con 83 años a cuestas, Groucho Marx seguía poseyendo un ingenio endiablado, y era mejor no provocarle. Bill Cosby lo comprobó para su pesar cuando le entrevistó en televisión: "Usted, que ha conocido a todos los grandes cómicos, ¿en qué lugar me pondría a mí?", le preguntó Cosby. Y Groucho, tras pensárselo un rato, contestó: "Justo por detrás de Richard Nixon". A la pregunta de "¿Tiene algún deseo que nunca ha podido cumplir?", su contestación fue todavía más cruel: "Acabar esta entrevista lo antes posible". Al parecer, el venenoso vejete estaba furioso porque Cosby fumaba mejores puros que él.

Viejo rockero

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Entre las amistades cultivadas por Groucho durante los años finales de su vida se hayan dos de lo más inesperado: Alice Cooper Elton John, a quienes reconocía como compañeros comediantes por sus disfraces y numeritos en escena, y los mismísimos Queen. Enterado de que una banda inglesa había titulado dos de sus discos A Night At The Opera y A Day At The Races, Groucho les invitó a una cena en su casa, les felicitó por sus canciones, y les ofreció su vieja guitarra acústica para que Freddy Mercury y sus chicos le obsequiasen con una serenata. Desgraciadamente para la posteridad, la canción interpretada no fue Bohemian Rhapsody...

El triste final

Si los últimos años de Groucho no fueron tan felices como él se hubiese merecido, fue a causa de Erin Fleming. Esta actriz de segunda fila, 40 años más joven que el cómico, se convirtió en su compañera y manager alrededor de 1965 y, si bien impulsó un exitoso regreso a los teatros, le manipuló y abusó de él en la intimidad, a veces de forma extremadamente cruel. Tras numerosas batallas legales con Arthur Marx, el hijo mayor de Groucho, Fleming perdió la mayor parte de su herencia y, tras un largo historial de drogas y problemas con la ley, se suicidó en 2003. Había pasado los últimos años sin hogar, viviendo en las calles de Los Angeles.

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