Antes, el cortometraje se consideraba el mejor trampolín para hacer una película. Gracias a las facilidades de comunicación de las redes sociales y al auge de afición a las series norteamericanas, no ha tardado en extenderse la impresión de que ahora ese papel lo ocupan las webseries. Igual de (en teoría) fáciles y baratas de hacer que un corto, pero con mucha más capacidad para llegar a un público masivo y mantenerlo fidelizado.
El formato tiene ya su propio clásico en nuestro país: la ejemplar Qué vida más triste (donde vimos por primera vez a Borja y Joseba), que pasó a la televisión sin modificar un ápice su esencia web. Otros títulos muy recordados por los internautas (y vueltos a ver periódicamente cerveza en mano) son las píldoras animadas de Cálico Electrónico o el desparpajo low-cost de Malviviendo, todavía en activo. Pero hay muchos más ejemplos igual de recomendables nacidos en los últimos dos años.
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