10 parejas de cine que parecen ideales (pero no durarán ni dos días)

No te fíes de los finales felices: en el fondo, a todos estos amoríos les espera un porvenir muy negro.
10 parejas de cine que parecen ideales (pero no durarán ni dos días)
10 parejas de cine que parecen ideales (pero no durarán ni dos días)
10 parejas de cine que parecen ideales (pero no durarán ni dos días)

Parece hecho a propósito: justo una semana después del Día de San Valentín, extinguidos ya los fuegos de la fiesta más romántica y consumida la última caja de bombones con forma de corazón, llega a los cines españoles Blue Valentine. Con tres años de retraso respecto a su estreno en EE UU, esta película nos cuenta al mismo tiempo (cosas del montaje) la ascensión y el hundimiento de una pareja sentimental, la de un Ryan Gosling enterrando para siempre el recuerdo de El diario de Noa y una Michelle Williams cuyo trabajo le ganó una nominación al Oscar.

La verdad es que a los protagonistas de Blue Valentine se les ve desde el principio condenados al fracaso amoroso. Por si la estructura del filme no fuera bastante, el que este tome su título de una canción de Tom Waits debería darnos alguna pista. Ahora bien, el terremoto de emociones que ambos viven en la pantalla nos ha hecho pensar en otras parejas de cine: esas que viven su correspondiente historia de amor, y que se despiden del público con un happy end como Hollywood manda, pero a las cuales nuestros (negros) corazones de cinéfilos no ven mucho futuro después de los créditos finales. Aquí tienes unos ejemplos.

Melvin y Carol (Mejor... imposible, 1997)

La pareja: Un escritor con trastornos mentales, homofóbico y maniático (Jack Nicholson) y una camarera (Helen Hunt) sin un duro en el bolsillo y muy castigada por la vida.

¿Por qué no tienen futuro? Porque la voluntad de cambiar es algo muy loable, pero no garantiza resultados. Y menos aún cuando andan de por medio problemas que, como los de Melvin, no pueden ser aliviados ni siquiera con años de terapia. Además, Carol tiene el suficiente carácter como para no tolerar que su nuevo churri se pase un pelo con ella: bastará con que al personaje de Nicholson ("Un hombre condenado a ser infeliz", en palabras de Roger Ebert) se le vaya la pinza una vez para que ella le mande a paseo. Y hará muy bien.

Andie y Blaine (La chica de rosa, 1986)

La pareja: Chica de clase obrera con ambiciones fashionistas (Molly Ringwald) conoce a niño pijo (Andrew McCarthy) de familia obscenamente rica y fama de duermemozas.

¿Por qué no tienen futuro? Dicen que el happy end que La chica de rosa lució en los cines no estaba en el guión original de John Hughes, y que el cineasta y su musa partieron peras tras el rodaje debido a que ella le había impuesto el cambio a Howard Deutch, director suplente. Sea esto verdad o no, lo cierto es que Blaine tiene el espesor mental de un sello, que su frivolidad de pollopera no podrá satisfacer nunca a una chica tan sensible, y que todos los espectadores sabemos que ella estaba realmente destinada a acabar con Duckie (John Cryer), el pagafantas más simpático de la historia del cine. Por cierto, Molly, sacar del armario al personaje perdedor dos décadas y media después nos parece una excusa algo sucia.

Edward y Vivian (Pretty Woman, 1990)

La pareja: ¿Hace falta que te recordemos quiénes protagonizan este cuento de hadas? Venga, va: la pilingui Julia Roberts y el financiero Richard Gere.

¿Por qué no tienen futuro? "Tú y yo somos iguales: jodemos por dinero", le dice Gere a Julia en un memorable momento del guión. Y, tratándose de un filme que contiene una frase tan cínica, nos extraña que los guionistas no matizaran un poco más ese edulcorado final: vale que Edward abandona el reverso tenebroso de las finanzas en el desenlace de la historia, pero ¿de verdad podrá sacar adelante una relación que empezó en circunstancias tan sórdidas? Y, lo más importante: ya que la pareja va a moverse desde ahora en un mundo de millonarios superficiales, ¿resistirán ambos las miradas de soslayo y el desprecio social sin venirse abajo?

Ariel y Eric (La sirenita, 1989)

La pareja: Un príncipe morenazo y con buena planta, y la hija pelirroja y adorable del rey de los mares. Desde luego, aquí lo que falla no es el apartado físico (aunque sea dibujado).

¿Por qué no tienen futuro? Olvidemos el buen rollo que dan canciones como Bésala y Bajo el mar, y hagamos un poco de memoria. Así, recordaremos que Ariel se prenda de Eric a primera vista, bastándole el consiguiente subidón hormonal para firmar un pacto con Úrsula, esa bruja que tanto se parece a Divine. Y que él, por su parte, es lo bastante superficial como para quedarse con la chica sin que ambos se hayan comunicado en absoluto (más que nada, porque cuando la conoce ella ha vendido su voz por un par de piernas). Ya sabemos que los romances de Disney tienen estas cosas, pero a este matrimonio regio le espera un porvenir muy, muy complicado.

Sam y Annie (Algo para recordar, 1993)

La pareja: Tom Hanks, viudo inconsolable, encuentra pronto consuelo en los brazos de Meg Ryan, periodista, gracias a un programa de llamadas en antena.

¿Por qué no tienen futuro? El nacimiento del amor en circunstancias improbables es el eje de innumerables comedias románticas. Un eje muy criticable, como prueba un análisis de Algo para recordar. Tras 105 minutos de desencuentros y búsqueda mútua, la pareja se encuentra de una vez al final del filme... y surgen las dudas: ¿y si resulta que no tienen nada en común? ¿Y si no se gustan físicamente? Y, lo peor de todo: ¿saldrá ella por patas cuando descubra que el hijo de Hanks -quien, recordemos, lo empezó todo con sus llamadas indiscretas- es un pequeño metomentodo?

Ben y Alison (Lío embarazoso, 2007)

La pareja: Si los embarazos no deseados son catastróficos ya de por sí, imagínate que eres Katherine Heigl y que el autor del bombo de marras es Seth Rogen...

¿Por qué no tienen futuro? Dejemos de lado el hecho de que la Heigl y Rogen no pegan ni con cola como pareja, tanto en la ficción como en la vida real. Y valoremos en su justa medida el cambio de actitud que Ben experimenta en los últimos minutos del filme, haciendo el esfuerzo de leer todos esos libros sobre bebés. ¿Qué nos queda? Pues una pareja sin apenas nada en común, y que no pasa de ser una versión 2.0 del tradicional matrimonio de penalti. Lo sentimos, pero les damos un lustro de vida matrimonial, como demasiado.

Lelaina y Troy (Bocados de realidad, 1994)

La pareja: Winona Ryder y Ethan Hawke, ambos en la cúspide de su popularidad, protagonizaron la comedia romántico-grunge dirigida (y también interpretada) por Ben Stiller.

¿Por qué no tienen futuro? Juramos que el resentimiento no habla por nuestras bocas cuando decimos que, en el instituto y la universidad, vimos innumerables parejas como la de Lelaina y Troy: ella, una chica muy sensible y con la cabeza un tanto en las nubes, y él un chicarrón a la moda (ojito a la perilla y las camisas lucidas aquí por Hawke) cuyas ínfulas de estrella del rock ocultan sus pocas ganas de dar un palo al agua. ¿Qué ocurrió con ellas en cuanto la vida laboral llamó a sus puertas? Pues que acabaron como el rosario de la aurora, generalmente con la chica mandando a paseo al chico en favor de sujetos más centrados y con menos pose. Como nosotros, por ejemplo.

Isaac y Tracy (Manhattan, 1979)

La pareja: Woody Allen nos hizo sospechar que posee el don de la profecía (u otros rasgos algo más siniestros) liándose con la adolescente Mariel Hemingway en esta obra maestra.

¿Por qué no tienen futuro? Dejando aparte la diferencia de edad, Isaac está condenado a perder irremisiblemente a Tracy cuando esta se larga de Nueva York para estudiar en el Reino Unido. Y le está bien empleado, porque se ha tirado todo el filme jugando con el corazón de ella y de Diane Keaton, así que auguramos que la jovencita encontrará en Londres a alguien de sus mismos años que le guste y que la merezca. Lo sentimos por Isaac, pero le esperan largos meses (¿años?) de soledad mirando al puente de Brooklyn y escuchando la Rhapsody In Blue.

Rob y Laura (Alta fidelidad, 2000)

La pareja: Lo más inesperado de esta relación no es que Iben Hejle deje tirado a John Cusack en favor de ese inenarrable Tim Robbins con coleta, sino que haya aguantado tanto tiempo compartiéndole con su colección de discos.

¿Por qué no tienen futuro? Un momento, ¿estamos hablando de la misma Alta fidelidad que termina con Jack Black cantando una de Marvin Gaye mientras la pareja protagonista se reconcilia? Pues sí, pero nos remitimos a una opinión muy ilustre para expresar nuestras dudas sobre la felicidad futura de Rob y Laura: la de Nick Hornby, autor de la novela original, quien dijo que "tenía sus dudas" cuando se le consultó al respecto. Admitámoslo: los únicos amores verdaderos en la vida de Rob son sus vinilos y sus listas de canciones, y tendrá que hacer un esfuerzo de órdago para hacer hueco a alguien más en su corazón, aunque se trate de la (presunta) mujer de su vida.

Elaine y Ben (El graduado, 1967)

La pareja: Tras dejarse seducir por Anne Bancroft (lo que, en estos tiempos, llamaríamos una MILF), Dustin Hoffman se lía con su hija Katharine Ross. Y parecía tonto...

¿Por qué no tienen futuro? El director Mike Nichols, particularmente inspirado, dejó claro este detalle en la última imagen de la película: tras haber reventado la boda sin amor en la que ella estaba a punto de dar el "sí, quiero", Dustin y Katharine suben a un autobús... Y, cuando todos esperábamos un romántico beso y un fundido a negro, el filme nos despide con un largo e incomodísimo plano fijo en el que ambos se miran nerviosamente mientras Simon & Garfunkel cantan a "los sonidos del silencio". Si hay algo en lo que Elaine y Ben se parecen, es en que ambos están extremadamente confusos y no saben lo que quieren, ni de ellos mismos, ni del amor, ni de la vida en general. Y construír una relación bajo esa premisa se nos antoja, cuanto menos, imposible.

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