CINEMANÍA nº290

CINEMANÍA nº290

LOS INTOCABLES DE MARTIN SCORSESE1 VIDA DE ESTE CHICO. “Mi vida ha sido el cine y la religión”. Las películas forjan esa vida de repuesto de la que siempre habla José Luis Garci, pero si hay alguien que ha personificado el canon universal de adicto al cine, de persona salvada del infierno por las películas, de (santo) patrón de una existencia en la que el cine y la realidad se han interrelacionado hasta confundirse, ese es Martin Scorsese. El cine como evasión y vía de acceso al conocimiento frente a una personalidad marcada por el catolicismo, que imprimió el carácter, aportó trascendencia y sentimiento de culpa y lo mezcló con el remordimiento hasta la fusión total en la propia obra del creador desde niño. Como tenía asma y no podía correr jugando por las calles con los chavales de su edad, lo llevaban al cine, sobreprotección añadida a la sobreprotección de sus padres. Solo allí se sentía seguro.

Pronto formó pandilla con Joseph Cotten y Gregory Peck: Duelo al sol es su primer recuerdo; y El ladrón de Bagdad forjó su primer ídolo: Sabu. En la adolescencia sus referentes no fueron bateadores italoamericanos ni cómicos de la tele sino Powell y Pressburger, directores de Los cuentos de Hoffman, Narciso negro y Las zapatillas rojas, claves para su formación, y para que escogiese estudiar Arte en la universidad de N. Y., donde dio el salto del Neorrealismo de su infancia a Antonioni y la Nouvelle Vague. Del día de graduación, solo recuerda que fue a ver Centauros del desierto, y Ethan Edwards en el porche le impactó más que el ponche del baile de fin de curso. Su ciudad protagonizó sus primeros cortos y definió su debut en el largo: Malas calles es una película hecha entre amigos, pedantes y pendencieros, y el cine se convirtió no solo en una profesión, sino en una vía de exorcizar fantasmas personales.

2 SOBREMESA. Luego llegaron sus altibajos íntimos unidos a las cotas de su filmografía, sus cameos litúrgicos (el fotógrafo de La edad de la inocencia mirando a Michael Powell con pánico), las apariciones de papá y mamá en sus películas, el trauma de que su padre muriese como Fellini, al mismo tiempo y por las mismas causas, sus viajes documentales y “personales” a través del cine, y hasta la posibilidad de hacer La invención de Hugo para que la viese su hija pequeña. Una vida por y para el cine. Fiel a su trayectoria, Scorsese regresa a sus clásicos. Y da un paso más allá. No solo por el jugueteo con Netflix, que también, sino por reunir al final de sus vidas a Pacino y De Niro, dos tótems de un género que Scorsese ayudó a apuntalar. Junto a Joe Pesci y a Harvey Keitel forman esa cuadrilla de amigos a los que hay que regresar siempre. Un café de deli neoyorquino para el cineasta, whisky on the rocks para De Niro, una infusión a Pesci, algo pachucho, un vaso de agua (¿será vodka a pelo?) para Pacino y una silla vacía, quizá para Keitel, que ocupamos para relatar el regreso de estos genios encabezados por ‘Marty’. Como en la foto con la que su amigo Brian De Palma inmortalizó a Los intocables de Eliot Ness (1987) justo antes de que Capone rompa el fuego, los intocables de Martin Scorsese pasan a la historia en una sobremesa cinemaníaca.

3 TERROR MOTOR. Otros dos clásicos alumbran noviembre. La secuela de El resplandor (“Una película de terror majestuosa” para Scorsese, que flipaba con lo que Kubrick dejaba fuera de campo): todavía no nos hemos recuperado del cameo de Stephen King en It: Capítulo 2 tomando mate cual hincha de Independiente de Avellaneda (el equipo del director Andy Muschietti), cuando llega Doctor Sueño, continuación de la obra maestra. Y con Le Mans ‘66 vuelve también el eco de Las 24 horas de Le Mans, película que se volvió una obsesión para Steve McQueen, y la estampa de las estrellas de Hollywood seducidas por la velocidad. La mítica prueba de un día en el circuito francés se quedó sin ver competir a McQueen, que no pudo rodar en carrera. Paul Newman fue segundo en 1979 con un Porsche 935, y Patrick Dempsey vuelve año tras año. Ahora son Matt Damon y Christian Bale los que retoman el volante. Ave campeones, el taxi de Travis Bickle, la furgoneta que cierra en círculo Jo, qué noche y los que van a morir en El irlandés os saludan.

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