CINEMANÍA nº277

First Man
CINEMANÍA nº277
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BLUE MOON1 FOX TERRIER. A su regreso de la Luna, aparte de cuarenta días con sus noches encerrado con el plasta de Aldrin, en espera de reencontrarse con su familia y amigos (pocos), a Neil Armstrong le esperaba una sospecha y un regalo.

Todavía queda gente por ahí que no acaba de creerse eso de que el hombre alunizase en 1969. En realidad son cinéfilos sin saberlo: mantienen que lo que se vio por televisión aquella jornada histórica fue un engaño masivo urdido por la administración Nixon, que mandó rodar una gesta de pichiglás en un estudio para simular la llegada de los norteamericanos al satélite terrestre. Bah, conspiranoicos de pacotilla.

Servidor mantiene otra teoría, y con pruebas, sustentadas por un documento gráfico de incalculable valor: cuando Armstrong pisó la Luna por vez primera (yo sí te creo, Neil) no pudimos verlo todo. Allí le esperaban un científico alopécico y duro de oído con un ramo de rosas (¡frescas!), un marinero jubilado y algo perjudicado por el alcohol con una pancarta, un fox terrier con escafandra y un periodista rubio de enhiesto flequillo con los brazos abiertos, que se abalanzaron a abrazar al astronauta de las barras y estrellas al bajar la escalerilla del módulo lunar. Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad, un puñado de trazos de lápiz para Hergé, una película de Damien Chazelle.

2 VERNE. Desde Bruselas, Georges Remi, alias Hergé, envió un inolvidable dibujo a Neil Armstrong, el héroe al que ahora da vida Ryan Gosling en First Man. El creador de Tintín había lanzado a la Luna a su personaje en compañía de amigos (Milú y los polizones Hernández y Fernández incluidos) y enemigos (un traidor y un infiltrado), con una verosimilitud imposible de comprobar 19 años antes de que EE UU triunfase con la misión Apolo 11. ¡19 años antes! Entre marzo y septiembre de 1950 Hergé fue publicando en la revista Tintin lo que en 1953 Casterman editaría como Objetivo: La luna. Luego llegó Aterrizaje en la Luna. El mundo ni siquiera había visto aún el Sputnik soviético ni a la perrita Laika, las primeras bofetadas de la URSS a EE UU en la carrera espacial. Hergé había basado su cohete ajedrezado al estilo croata en los V-2, cohetes nazis que aterrorizaron Europa en la II G. M.

Pero esa carrera más allá del cielo había empezado mucho antes en la ficción. Y de ahí se pudo alimentar la mirada, tan certeramente cinematográfica, de Hergé. De la Tierra a la Luna, pasmosa novela de Julio Verne, data de 1865, y, con su segunda parte (Alrededor de la Luna), sirvió para que Georges Méliès idease la maravilla de Viaje a la Luna (1902). La obsesión por el hombre por traspasar las fronteras del planeta continuó dejando señuelos que serían recogidos por Hergé y por seres de otro mundo como Kubrick, que, un año antes de que el hombre pisara la Luna, hizo su odisea espacial como si la NASA estuviese en el jardín de la mansión inglesa en la que vivió junto al set de 2001. De ida y vuelta, los sueños lunares y su plasmación en la realidad tomaron el cine por asalto. Y Hergé era el del cuchillo entre los dientes: en una primera versión de su historieta, incluyó a un villano que vendía los secretos de la misión espacial tintinesca para comprarle un anillo a Rita Hayworth.

TORNILLOS SUELTOS. Ahora el cine se venga y nos devuelve todo aquello con lente de aumento: First Man es fría, triste y sentimental (ese renglón torcido que sólo puede escribir recto Steven Spielberg como Executive Producer). Una sola, dos o incluso esas tres propiedades de la película son susceptibles de ser odiadas por las hordas de regateadores de elogios, pero es indudable, maniáticos al margen, que esta es una película de largo recorrido.  Traslada al espectador a los años 60 para demostrar que la epopeya no es tal, para representar un careo de la muerte y el despilfarro con el sueño americano de Kennedy (“Elegimos ir a la Luna porque es difícil”) convertido en paparruchas para críos, y ha puesto la épica a la altura de los tornillos que chirrían hasta hacer que Cabo Cañaveral parezca el patio de luces de la TIA: ¿cómo es posible ir al espacio montados en ESO? Hasta ahora, literatura, cine y realidad se imbricaban para mostrarnos la aventura compartiendo el viaje de otros. Esta vez, de la mano de Chazelle y Spielberg, el astronauta eres tú. Y cuidado, que esas tuercas están un poco sueltas.

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