CINEMANÍA nº263

Spider-Man: Homecoming
CINEMANÍA nº263
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TODO (PERO TODO, TODO) EN UN DÍA

1 BACHILLER. Spider-Man pasó por el instituto, pero el instituto no pasó por él. Al menos en pantalla. Ya desde las series de animación del hombre araña, entre los años 60 y los 80, al barbilampiño personaje de Peter Parker, aparte de mostrarle con una estampa alargada de bachiller pincelado por El Greco, le atribuían una profesionalidad y un despliegue de motivaciones adultas que asustaba. Se les fue la mano. El insti pasó a ser un mero decorado, cuando en los cómics era el origen del personaje, lo que le diferenciaba del resto de superhéroes: esencia pura. Tobey Maguire tenía 27 años cuando hizo Spider-Man: podía ser un padre con dos doctorados. Andrew Garfield cumplía 29 años cuando estrenó The Amazing Spider-Man: la sonrisa de Emma Stone (al menos salía en Supersalidos con 18) fue lo más cercano a un high school que encontramos en aquel reboot. A Tom Holland, bajito y teen reciente, le va la marcha. Ya no es un repelente niño Vicente adicto al quimicefa que sueña con un stage en una empresa que casualmente experimenta con arañas. Hasta ese detalle han tenido: nos ahorran la picadura de marras en esta nueva entrega en la que todo se ha metabolizado hasta convertirse en otra historia de pasillo con taquillas, castigos después de clase y baile de promoción. Spider-Man, Año I (de instituto).

2 TEEN 80. Este Spidey nos masajea con su homenaje al cine adolescente de John Hughes, un tipo que fue pasando del despiporre del National Lampoon a sus lecciones magistrales en el insti y de ahí a las pelis de Macaulay Culkin. Spider-Man: Homecoming hace expresa su deuda con Todo en un día y El club de los cinco, como guiño a todo el cine del profesor Hughes. Y eso me recuerda que ese es el precio de la modernidad, un hilo infinito que nos retrotrae a la primera juventud, cuando las cosas parecían importar de veras. Eso, y que las referencias pop son carne fresca, hace que al director Jon Watts no le vaya a pasar como a Peter Bogdanovich, cuando confesó, orgulloso de homenajear al maestro Howard Hawks, que ¿Qué me pasa, doctor? era una copia de La fiera de mi niña. Hawks, honrado por el gafapasta, pero punzante, no pudo callarse: “Te equivocaste, Peter, yo nunca diré de dónde he copiado la mía”. Hoy hasta Hawks hubiese cantado. Y eso que no pudo copiar películas de los 80, como ya se hace por defecto.

3 CARAMELOS. Entre la macedonia de logos, títulos y cabeceras iniciales y el barullo de las escenas postcréditos, se nos puede olvidar que tenemos una película entre manos. A los acordes de la sintonía de los dibujos animados de 1967 al inicio de este Homecoming, entre los colosos de Marvel, intuyes que algo ha cambiado, aunque hasta los Ramones (por no hablar de la tonada de Homer Simpson a su Spider-Pig) han versionado aquella cancioncilla compuesta por el ganador de tres Oscar Paul Francis Webster (letra) y Bob Harris (música). Qué llevaría al premiado letrista de ese clasicazo de la canción ligera que es The Shadow of your Smile (en Castillos en la arena de Minnelli) y al autor del tema de la Lolita de Kubrick a liarse en esta tela de araña pop es un misterio. Tanto como por qué sigue retumbando en mi cabeza la sintonía del grupo Regaliz (como la Pepsi-Cola para la Coca-Cola Parchís) de la serie ochentera. Entre estos ecos de la infancia sublimados y las dos secuencias, DOS, tras el The End, asistimos a una sorpresa tras otra: ¿cine de acción? ¡Bah! Una comedia de instituto con caramelos por doquier: que si Robert Downey, que si la Estrella de la Muerte de Lego, que si el Blitzkrieg Bop, que si Ferris Bueller… Si hasta sale Pepper Potts. Sin embargo, el regalo de mayor calado, sabios consejos de Capitán América a la juventud USA al margen, es el nuevo villano. Tomando como base al personaje del cómic, en la ruta de Buitre desde su pequeña empresa hasta el mal absoluto cabe todo el catálogo de excusas del populismo. Encontrar la justificación expresa del votante de Donald Trump, sus diatribas sobre la desaparición de la clase media y el desprecio a la oligarquía de Washington (que también se lleva lo suyo) en un filme adolescente mainstream cuando andamos peleados por una leve sombra del #POTUS hasta en Juego de tronos resulta una maniobra honda, tan compleja que no necesitan hacer que sea Tony Stark el que recuerde a Trump. Un contratista pone a sus americanos primero y se lía la manta a la cabeza a defender su ‘dignidad’. A por él. Hollywood piensa: “para populismo, y del bueno, ya estamos nosotros”.

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