CINEMANÍA nº 312

Portada Cinemanía 312º
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1. ARRAKIS. Conquistado por La guerra de las galaxias, de niño nunca acabé de pillarle el tranquillo a Flash Gordon. Y recuerdo que Dune, vista ya un poco más talludito, me parecía mucho más cerca de aquel baile de frikis galácticos a ritmo de Queen que solo de adulto empecé a valorar. Mongo y Arrakis eran planetas alineados, sus imperios iban a la misma modista. O quizá era Max Von Sydow, al que ya tenía en un altar por ser el mayor Von Steiner de Evasión o victoria (40 años de su estreno, parece increíble) y al que veía en pantalla una y otra vez, también en Conan y en Nunca digas nunca jamás: durante un tiempo no tuve villano (o falso malo) más a mano. Dune, tan de culto para tantos cinéfilos que admiro, tenía algo de opereta syldava que no acababa de pillar. No había un Darth Vader, ni un desengrasante robótico como la pareja R2-D2 y C-3PO. Pero, al menos, había gusanos.

El impacto de los gusanos gigantes subterráneos fue profundo, por eso entendí que el elegido Paul Atreides de Kyle MacLachlan y su peinado rezasen la letanía de la hermandad Bene Gesserit. En su mente suena “El miedo mata la mente”, que escribió Frank Herbert como un mantra. Era lo que necesitaba para meter mi mano en la caja de David Lynch, y poder acabar de ver la peli, de la que no entendí nada. Debió de ser mi miedo a los gusanos, que mató a mi mente preadolescente.

2. DUNAS. Los desiertos de Dune, y esas montañas que abren la puerta hacia las dunas en las que se refugian los Fremen, se mezclan en mi cabeza con algunas de las imágenes que llevamos semanas viendo de Afganistán, país montañoso y agreste que al sur se abre a grandes desiertos. A finales de los 80, todo eran risas con Rambo III y el coronel Trautman atrapado por los soviéticos en Afganistán, incluso con la norteamericana La bestia de la guerra, desde un tanque soviético perdido en el frente. Últimamente Mark Wahlberg (El único superviviente) y Chris Hemsworth (12 valientes) pasaron por allí en busca de talibanes. Y prefiero ese patrioterismo de usar y tirar que la mandanga artificiosa de Cometas en el cielo de Marc Forster

La mirada de Hollywood sobre este país ha sido superficial. El cine afgano ha salido un poco más al mundo en estos años de control occidental aparente. La cineasta Sahraa Karimi, que alzó la voz para alertar sobre su desaparición con los talibanes, estuvo en la Berlinale 2019 con Hava, Maryam, Ayesha, y quizá Osama (Siddiq Bazmak, 2003), premiado en Cannes, sea el filme afgano más remarcable. Muy vinculado al cine iraní en la estética y los temas, estos años también los cineastas iranís, con muchos problemas para filmar en Irán, han llevado sus proyectos a Afganistán, donde encontraron más facilidades. 

Fruto de esa interacción entre los dos países, a mí me marcó el desierto y los burkas de colores de Kandahar, la película del iraní Mohsen Makhmalbaf, y, aunque sé que los Fremen son los rebeldes buenos, y los talibanes serían los viles Harkonnen, las imágenes terribles de estos días me han recordado que tendremos que seguir buscando alivio en el cine. La realidad nos lo pide.

3. DESTILTRAJE. Denis Villeneuve me da una nueva oportunidad con Dune. La que tenemos todos de regresar al cine. Hemos aguantado con películas de pequeñas distribuidoras, los grandes estrenos se han hecho esperar, quitando algo de Marvel y de DC, o Cruella, hace ya más de un año que Tenet se la jugó. Dune abre el otoño a las grandes películas, a un regreso, gracias a la vacunación aunque siempre con el riesgo de nuevas olas en el cogote, a la cartelera que conocimos. Es cierto que, con las medidas adecuadas, el cine ha sido un lugar seguro, pero necesita empezar a respirar a pleno pulmón y rescatar espectadores perdidos: septiembre es siempre un inicio. 

Tras año y medio de frenazo, de coitus de estrenos interruptus, de travesía por el desierto sin destiltraje, es bueno acordarse de los que dejaron de ir al cine y ahora vuelven, y dar gracias también a los que han sido fieles a una oferta diezmada. Pero, sobre todo, ir al cine es un pequeño homenaje a los que ya no podrán volver porque nos dejaron. Para ellos, nuestro recuerdo cuando parece que el cine recupera su tránsito y nos ayuda a pasar el trago de la memoria entre los rescoldos de unos meses horribles, ahora que con la vacuna vemos luz al final del túnel: era el proyector de un cine.

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