CINEMANÍA nº 311

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Cinemanía

1. DWIGHT. El sueño de la rutina produce monstruos. Aunque, en este caso, también pudo ser el aire acondicionado de la oficina. Con la que está cayendo en la calle, en ese equilibrio entre el cambio climático y el calorazo eterno de todos los veranos, ese frío artificial a chorro, primero agradable, después cruel, nos hace confundir el bien y el mal. Algo así le pasó a James Gunn antes de liarla en Marvel. Casado con Jenna Fischer, la inolvidable secretaria Pam de The Office, Gunn, emparedado por esa comedia oficinesca, escogió a Rainn Wilson, el no menos ínclito Dwight de Dunder Mifflin, la irresistible empresa de papel, para su segundo largo, Super, una comedia bizarrísima en la que un tipo del montón se convierte en superhéroe. 

Estrenada en dvd, Super tardó tres veranos en llegar a España para contarnos la razón más prosaica por la que un panoli podía convertirse en superhombre. Ni vengarse, ni salvar el mundo, ni lograr honor y gloria. El superhéroe de Gunn sólo quería, ayudado por los cómics, recuperar a su mujer (Liv Tyler), a la que perdía por su desesperante abulia. 

La causa más rutinaria se convirtió así en una virtud extrañamente subversiva. Luego le añadió la música de los 70 y los 80, el vitriolo, la jeta y las risas por doquier para crear a sus Guardianes de la Galaxia, malos pero buenos, como sus nuevos angelitos en DC. Todo había empezado un verano de oficina, rendido al poder ensoñador del ruido de la impresora.

2. SHERMAN. Un tipo raro en un tanque. El sargento Oddball de Donald Sutherland no dudaría en liderar El escuadrón suicida. Frente a los acorazados tigres nazis, desde su Sherman apostado en ese pueblo cargadito de oro en la Francia a punto de ser desocupada a finales de otro verano clave, este chalado encantador ha sido la inspiración del nuevo grupo salvaje de DC. 

James Gunn lo tenía claro, cine bélico con superhéroes, pero con un twist: el de las películas de planes y operaciones secretas que salen bien, al gusto del Hannibal del Equipo A. La inspiración obvia es Doce del patíbulo de Robert Aldrich

Pero hay todo un subgénero detrás de las líneas enemigas: la búsqueda de los lingotes de Los violentos de Kelly, el rescate del general americano prisionero en Noruega en El desafío de las águilas (del mismo director de la anterior, Brian G. Hutton, que estuvo a punto de dirigir la escapada futbolística de Evasión o victoria antes que John Huston), el sabotaje en la Grecia de Los cañones de Navarone… todo ello regado con la coña de ¿Qué hiciste en la guerra, papi?, otro verano de guerra, calor y cachondeo que le sirve a Gunn para cambiar de oficina y de familia. Entre idas y vueltas a Marvel (con su hermano Sean), ha elegido al Escuadrón Suicida para sacar de su rutina a los héroes de cine envarados y huecos de DC y espolearles para que cumplan lo que prometen.

3. BOMBAS. El 28 de agosto de 1921, a finales de un verano en el que su madre, la actriz Carola Fernán Gómez, estaba haciendo las Américas con su compañía de teatro, nació el hombre más completo que ha dado nuestro cine. Se cumplen 100 años del nacimiento de Fernando Fernán Gómez, superhéroe pelirrojo del cine español que, durante siete décadas, desde los 40 a los primeros años del siglo XXI, ha sobrevolado películas como actor (casi 200), guionista y director de varias obras maestras. 

Uno de sus descubrimientos íntimos fundamentales está vinculado a un estío terrible, el de 1936, que le llevó a escribir la obra de teatro Las bicicletas son para el verano, adaptada al cine por Jaime Chávarri, con Gabino Diego sacando lustre a la palabra “zangolotino” como álter ego del creador. El adolescente Fernán Gómez tuvo que quedarse en Colmenar al acabar el curso, en lugar de viajar a Gijón o a San Sebastián a disfrutar del fresco veraneo del Norte como otras vacaciones. Todo el mundo sabía que aquel año no era prudente alejarse de Madrid, algo iba a suceder. 

El día antes de cumplir sus 15 años, padeció el primer bombardeo de la guerra. La reacción de terror de aquel chaval al sentir los temblores de la casa por las bombas fue la de necesitar ir al baño urgentemente. Se cagó de miedo. Lo reconoce tal cual en El tiempo amarillo, sus memorias. Aquel verano Fernán Gómez descubrió que era un cobarde. Él, héroe de nuestro cine, necesitó una guerra civil para darse cuenta. A nosotros nos basta con unas cuantas películas de terror veraniego.

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