Cinemanía nº 222

El primer vengador declara su independencia.
Cinemanía nº 222
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Barras, estrellas y secretos de estado en Capitán América: El soldado de invierno.

DIRECTOR´S CUT: La ley de la frontera

1. LA GRAN MUGA. Démonos un garbeo. Territorio mítico, la frontera entre realidad y ficción tiene una gran ventaja: no hay muros de la vergüenza, ni vallas con cuchillas, ni enredaderas triples anti huidas en motocicleta. El ministro del Interior no tiene competencias, y el de Cultura (qué error, Wert) se oculta en una eterna reunión en Londres. Tampoco hay policía fronteriza en sentido estricto, aunque siempre aparece algún canalla con ganas de limitar los viajes, de poner peajes a nuestra imaginación. Y eso es imposible, amigos: porque ni nosotros mismos podemos controlar el ansia: le sucedió al criminal más buscado en el Chicago de los años 30. Su necesidad de evasión, paralela a su pasión por las cajas de los bancos, le llevó a arriesgarse a ser reconocido yendo a ver a Clark Gable en una última sesión de El enemigo público en el Biograph Theater de la ciudad del hampa. La emboscada que le tendieron fue de aúpa. Michael Mann y Johnny Depp la bordaron en Enemigos públicos. Y parecía mentira, otra historia de película. Cuidado, si le pasó a John Dillinger, te puede pasar a ti.

2. SOBREDOSIS. Esta sed de historias es como una droga. La misma que acabó matando a Philip Seymour Hoffman, que había avisado de sus chutes a vida o muerte desde las pantallas de Antes que el diablo sepa que has muerto (inmensa película de un Sidney Lumet octogenario, inmenso error gramatical queista en el título). Cruzó la frontera en los dos sentidos sin que nos diésemos cuenta. Algo parecido le pasó a Shirley Temple. La niña prodigio dejó de hacer cine con apenas veintiún años. Su sonrisa ante el John Wayne de Fort Apache fue casi la última en pantalla. Ella misma se había dado cuenta de que la inocencia que Hollywood le reclamaba no podía ser eterna. Y abandonó, pero se pasó el resto de su vida hasta su fallecimiento intentando conseguir una vida de película. Como la que tuvo en Praga, donde fue embajadora de EE UU en plena Revolución de Terciopelo checa, metida en una película real de espías como nunca en su filmografía.

Hasta la Mafia sabe lo peligrosa que puede llegar a ser tamaña frontera. No en vano los sicilianos, en contacto continuo con la Cosa Nostra llenan los cines de Palermo con cualquier estreno de filmes sobre mafiosos, esos personajes fronterizos que sacuden la realidad pero siguen a rajatabla el ceremonial de El padrino mientras declaran odio eterno a la imagen que se da de ellos en Uno de los nuestros y Los Soprano. Sin nada que declarar jamás en la aduana, claro.

3. AUSTROHÚNGARO. Wes Anderson, otro que tal baila, vive en continuo idilio con la línea del fuera de juego. Su vida depende de estas huidas coloristas, entre radicales y elegantes, que ahora nos conducen a un hotel en el imperio favorito de Berlanga. Ah, los hoteles, refugio de la imaginación, vacación de la mente, flamante casa de los líos. El viaje del fantástico Mr. Anderson compite en poderes con los vengadores de Marvel. Y por ahí le andan los pectorales de 300, el prodigioso futuro de los ganadores revelación de los Goya y hasta el póster de Raquel Welch en Cadena perpetua. Sí, marzo nos deja bellas y talentosas actrices del cine, pero las malas noticias que traen sus idus vienen revestidas de ficciones más grandes que la vida. Con algunas de ellas vamos a cruzar muchas veces la frontera entre realidad y ficción. Y así seguiremos, imaginando que nos salvamos hasta el The End.

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