Vidas pequeñas

Vidas pequeñas, mínimas, crasheadas, fragmentadas… Se le pueden poner adjetivos infinitos a las películas de reparto coral, que te cuentan entre tres e infi nitas historias de unos personajes con un nexo común (en general, bastante miserable)… Pereza, vamos. El exceso de este recurso narrativo

nos ha hecho cogerles tirria a estas películas y prejuzgarlas, en ocasiones, erróneamente.

Pero estamos forzados a aparcar esos prejuicios y así poder seguir dejándonos llevar por historias mínimas, como esta Vidas pequeñas, que en su discurrir (miserable, eso sí) te va atrapando y metiendo en la subsistencia de un grupo de personajes obligados a vivir en un camping a las afueras de Madrid. Serán las interpretaciones de los grandes (Ángela Molina, Emilio Gutiérrez Caba, Roberto Enríquez, Asunción Balaguer, Alicia Borrachero…), porque es ésta una de esas películas llamadas “de actores”, pero las aprensiones iniciales se van disipando dentro de cada bungalow o caravana, y a pesar de que el exceso de escenas oníricas o surrealistas (con un parque de atracciones como excusa) nos aleje de la cotidianidad del camping.

Tan pequeña como es la película acaba como empieza, parece que no te ha contado nada, quizá hasta se nos olvide pronto la crisis de la diseñadora (la historia principal aunque menos atractiva), la tranquilidad del mimo del retrete morado o la afición astrológica de una periodista en horas bajas (la

más interesante de todas), pero es lo bueno de ‘no contar nada’ de tantas vidas, que alguna de ellas consigue que llegues al final sano y salvo.

IRENE CRESPO