Los hombres que no amaban a las mujeres

David Fincher se pone el mono de autor y encuentra por fin un superhéroe con el que salvarnos: su nombre es Salander, Lisbeth Salander. Ya la conocíamos, pero entre Rooney Mara, sus camisetas y el director de Seven van a conseguir que nos hagamos los locos.
Los hombres que no amaban a las mujeres
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Una cosa por la otra: ésta no es la mejor película de David Fincher, ni falta que le hace para funcionar como un cañón; sin embargo, el director de Seven y Zodiac por fin ha encontrado su superhéroe (y no, lo de Benjamín Button no eran superpoderes). Superheroína, habría que aclarar. La más oscura, la que oculta un pasado más traumático, la que mejor entronca con la moda hollywoodiense de buscarle remordimientos a aquellos que están destinados a salvar el mundo.

Desde los títulos de crédito, absolutamente proteicos, una apoteosis del cuero y de ciertos derivados químicos del vinilo con regusto a 007, queda claro quién manda aquí. No es la novela de Stieg Larsson, perfectamente recortada y condensada hasta convertirla en un thriller coherente, enfermizo pero sin pasarse, por el guión de Steven Zaillian, que no ha dejado rastro del armazón literario y alcanza incluso al principio de la segunda novela de la trilogía. Tampoco Daniel Craig, que sabe cómo modular más su habitual rudeza hasta mostrar a un extraordinario y matizado Mikael Blomkvist al que le lucen más las debilidades que las machadas. Frente a Lisbeth Salander, no hay hueco suficiente ni siquiera para el propio David Fincher, sin el cual, probablemente, nadie en su sano juicio hubiese tratado de plantearse un remake de un filme (con sus secuelas y hasta una serie de televisión) tan reciente, con muchísimo eco en los países anglosajones, en los que curiosamente fueron las películas suecas las que dieron un impulso a las novelas de Millennium, y no al revés como en España.

Y eso que Fincher se hace reconocible no sólo en el estilizado juego de sombras extremas que derivan del argumento, sino incluso en pequeños detalles que recuerdan a todas y cada una de sus anteriores obras. Encontramos ecos de las investigaciones de Zodiac, de la escatología de Seven y hasta guiños cibernéticos a La red social, entre otros referentes fincherianos. Pero quizá sabedor de que el sello de autor queda automáticamente grabado desde su firma, no parece preocupado ni siquiera en diferenciarse de la cinta original sueca (tampoco ha intentado llevarse la historia a otro lugar del mundo), con la que comparte rasgos y frialdad emocional, y sólo le interesa cuadrar una trama de suspense más como un estilizado juguete perfecto en la línea de The Game, uno de sus filmes injustamente más olvidados. Todo eso se convierte en un mérito doble para el que ya conoce la trama, porque leyó el libro, vio la película original o ambas cosas: seguirá creyendo que Fincher le va a contar algo distinto y se hará el longuis. Pura ilusión. No es verdad, pero se mantiene el embrujo y permite aguantar hasta el final con deleite lo que a ningún otro le permitiríamos.

La Salander de Rooney Mara es convincente. No menos de lo que lo fue la hoy lanzada al estrellato Noomi Rapace, pero con un punto de fragilidad que los seguidores del personaje quizá no intuían como factible. Y lo es. Esa combinación, y sus camisetas procaces, son las que acaban poniendo tan alto el listón. Entre el aparente cluedo de personajes alrededor de un culpable, todo el reparto es extraordinario, pero merece punto y aparte un nuevo prodigio de Christopher Plummer, que lleva más de una década, quizá desde El dilema, deslumbrándonos.

Fincher no ha hecho una obra maestra, pero se ha puesto el mono de creador para ayudar a universalizar aún más un personaje que ya es un icono moderno, una libertadora que va a seguir dando que hablar, que escribir y (probablemente) que filmar. El sello de autor es la diferencia. Si no fuera por David Fincher, no habríamos llegado hasta aquí. Con la que está cayendo, nos habríamos quedado en casa esperando que pasase cualquier otro superhéroe rancio a salvarnos.

CARLOS MARAÑÓN

Valoración:

FICHA TÉCNICA

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  • Sinopsis:

    El periodista Mikael Blomkvist (Craig) se encarga de la búsqueda de una mujer que lleva 40 años desaparecida. Recibe la ayuda de Lisbeth Salander, una joven hacker informática.

  • RESUMEN: David Fincher se pone el mono de autor y encuentra por fin un superhéroe con el que salvarnos: su nombre es Salander, Lisbeth Salander. Ya la conocíamos, pero entre Rooney Mara, sus camisetas y el director de Seven van a conseguir que nos hagamos los locos.

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