La pesca del salmón en Yemen

¿De verdad que alguien quiere ver una película sobre la pesca del salmón en Yemen? La pregunta es legítima dado que el título del nuevo trabajo de Lasse Hallström ni es alegórico ni juega al despiste. Esta película trata, en efecto, de la pesca del salmón en Yemen. Es cierto, eso sí, que la película nos suministra un enredo romántico para alejar nuestra atención de los apasionantes diálogos acerca de la fe que requiere atrapar un pez pero, en todo caso, eso no supone una verdadera mejora.

En efecto, y a pesar de que hay formas mucho más fáciles de unir a dos medias naranjas que dedicarlas a rellenar el desierto de Wadi Aleyn con agua y pescado del Atlántico, la película prefiere centrarse en las previsibles dinámicas de la comedia romántica que hacerle verdadera justicia a la novela original de Paul Torday, que utilizaba tan ridículo título a modo de macGuffin para la sátira política.

Quien busque motivos para ver la película puede que los encuentre en sus chirriantes cambios de tono. Durante la mayor parte del tiempo las cosas transcurren con ligereza hasta que, de repente, alguien frustra un intento de asesinato con un sedal, y luego todo vuelve a ser idílico y el sol brilla y la gente sonríe, aunque sólo hasta que un manifestante anónimo le parte el cuello a alguien. Pero, a pesar de ello, casi todo en La pesca del salmón en Yemen transcurre sin sobresaltos. Hay pocas dudas de que los dos tórtolos que al principio se odian acabarán enamorándose, de que el exótico árabe de turno suministrará homilías cargadas de sabiduría, de que un soldado desaparecido en Afganistán y una serie de lugareños hostiles harán su aparición en escena, y de que Hallström limará todos los ángulos y aristas y presentará todos los problemas de la forma más blanda e intrascendente posible con el fin de provocar diabetes al espectador. Como sucede cada vez que el sueco se sitúa tras la cámara, no se nos ofrece muestra alguna de convicción o verdadera personalidad. 

NANDO SALVÁ