Crítica de 'La mujer rey'

En la búsqueda actual de Hollywood por saciar la sensibilidad ‘woke’, la actriz Maria Bello ha dado con un filón: la historia real de unas guerreras africanas del siglo XIX. El hecho permite a la directora Prince-Bythewood (y a una Viola Davis fibradísima y con cara de sufrir problemas intestinales), abordar, de una vez, feminismo, racismo y colonialismo. Para hacerlo, adopta las formas de 300, filme que cambió la forma de retratar los cuerpos masculinos en el cine. Eran tiempos menos politizados, así que fue el autor Frank Miller el que contó lo obvio: que era más de derechas que el grifo del agua fría.

La mujer rey puede leerse como una inversión de esa fantasía viril para nostálgicos de la testosterona ochentera que causó furor en los gimnasios, en la que son los cuerpos femeninos los cincelados a base de mancuernas. El resultado tiene dos problemas. El exceso de elementos melodramáticos unido a la falta de escenas de acción (solo tres) que no aportan gran cosa en sus coreografías. Y lo más importante: no busca cuestionar la masculinidad del género, sino que se limita a sustituir a los Leónidas de turno por féminas hípermasculinizadas.

Su carga ideológica queda así puesta en entredicho y lanza un debate apasionante: ¿basta con que las mujeres (y más si son de color) hagan cine como si fueran hombres o hay que exigir que aporten una mirada diferente?