Caza al asesino

Podría pensarse que algunos actores de Hollywood se tragan el sapo de la crisis de la cincuentena pidiendo a los Reyes Magos una pistola. O pistolón, para que no queden dudas (¿falócratas tal vez?) de que mejor caballo grande, a tales alturas de la vida. Pierre Morel es todo un experto en leer la carta y atender al capricho: ya lo hizo con Liam Neeson en Venganza, después con Travolta (igual no es buen ejemplo) en Desde París con amor y ahora obra en consecuencia con Sean Penn en este desparrame filme con menos sustancia que un bistec de grillo. A veces las decisiones de las estrellas son inescrutables: ¿Quién te manda meterte a ti, hombre doblemente oscarizado de Dios, en la costra de un mercenario redimido y alistado en una ONG como penitencia?

Tampoco se entiende mucho su pluriempleo como coguionista y productor, viendo las pocas ganas y credibilidad que derrocha en la pantalla. Tal vez considerando al personaje de Javier Bardem (ya toca hacer una buena película, que desde Skyfall han pasado unos añitos), más que villano de opereta, Mr. Hyde del protagonista, la cosa gana en interés. Pero en esto aparece una escena con una corrida de toros en la muy “taurina” Barcelona, rodada como si fueran unos señores despistados en una visita, que diría el niño tonto de Tono, y el alma se vuelve a caer a los pies. Lo dicho, un despropósito perfectamente olvidable. Serénate, Sean.