OPINIÓN

Réquiem por unos guionistas

Réquiem por unos guionistas
Réquiem por unos guionistas
Réquiem por unos guionistas

Diego San José abrió un paquete de lonchas de jamón york Campofrío “Finísimas”.

Se hizo un sándwich y se fue al salón. Encendió la tele.

“¡Anda, pero si están dando los Goya!”.

No había sido invitado. Total, solo era el coguionista de la película más taquillera de la historia del cine español. Dejó el sándwich en el plató y llamó a Borja Cobeaga, el otro guionista.

– Borja ¿lo estás viendo?

– ¿El qué?

– Los Goya. Son hoy.

– ¡Coño!

Borja tampoco había sido invitado. La película que habían escrito estaba nominada para varios premios, sí, pero total ellos solo la habían escrito. Para recoger los premios, en el caso de que cayera alguno, ya habían ido los que tenían que ir. Era lo suyo.

– ¿Hemos ganado algo?

Preguntó Cobeaga, mientras dejaba la plancha y encendía también la tele.

– No lo sé. Pero mira, justo ahora van a decir el premio a la Mejor actriz de reparto.

– Que gane Carmen, que gane Carmen…

Ganó Carmen.

– ¡Viva!

Gritó Borja.

– ¡Ole!

Gritó Diego.

Carmen Machi subió al estrado. Muy emocionada, recogió el “cabezón” y soltó el speech habitual de agradecimiento.

“Gracias compañeros por este premio. Pero no estaría aquí recogiéndolo sin…”

– Ojo, que ahora es cuándo nos nombra.

Apuntó Diego mientras se abría un yogur Bifidus del Lidl.

“… la ayuda de una serie de personas que me han hecho llegar hasta aquí. Quiero darle las gracias primero a Emilio por haber confiado en mí para este bonito proyecto. Acudí al cásting muerta de miedo y desde el primer momento todo fueron mimos y buenas palabras. Sabiendo que yo estaba encasillada en papeles de gran carga dramática y que me siento más segura en papeles intensos como el de la tortuga aquella, fue precioso que apostara por mí para un papel cómico, aunque bonito, como es el de Merche. Quiero darle las gracias también al productor de la película, a mis compañeros de reparto, a los cámaras, a la script, al del cátering, a Manolo, el conductor tan majo que todos los días me llevaba y me traía del set al hotel; a Carmela, una guardia civil que nos paró un día que Manolo iba un poco perjudicado. A Jonathan, el hijo de Carmela; a Timy, un primo de un amigo del Jonathan que está estudiando un módulo de electricidad en el instituto Octavio Paz de Leganés; a las peluqueras y maquilladoras: Pepa, Isa, Montse y Lula. Chicas, os quiero. A Joseán, mi estilista. A Kiwi, el estilista de mi estilista. A Pelayo, el amante del peluquero del estilista de mi estilista. A Mbenga, el negro al que un día le compré un bolso Prada falso en la Carrera de San Jerónimo. A mi familia; a los dos mil millones de espectadores que han visto la película; a Butragueño; a Franz Lizst; a Jerónimo, el chino de debajo de mi casa; a su mujer Kenji; a Albacete; y a Lituania, por lo que ella sabe”.

Carmen bajó del estrado entre los aplausos del público asistente a la gala.

– No ha dicho nada de nosotros.

Dijo Diego, mientras abría un paquete de madalenas La Bella Easo.

– Se le habrá pasado.

Dijo Borja, mientras se limpiaba las gafas.

No se preocuparon. Todavía quedaba mucha gala. Aproximadamente unas doce horas más. Algún premio más caía fijo. Los doscientos cincuenta millones de euros que iban a ganar cada uno por los derechos de autor estaban bien, claro, pero les hacía ilusión que alguno de los que estaba ganando premios gracias a ellos les dieran las gracias.

Tras la actuación de Alex O´Dogherty, y después de que los celadores del Instituto Mental de la Salud se llevaran a Alex fuera del escenario y de que Enrique González Macho soltará un excitante, cortísimo e ingeniosísimo discurso, todo se dispuso para entregar el siguiente premio: Mejor actor masculino de reparto. Aquí competía Karra Elejalde, nominado por su simpatiquísimo papel de Koldo, el padre de Clara Lago en Ocho apellidos vascos.

Que gane Karra, que gane Karra…

Musitó Borja mientras se recortaba la barba.

– Que gane Karra, que gane Karra…

Balbuceó Diego mientras abría un paquete de Triskys.

“Y el ganador es… ¡Karra Elejalde!”.

– ¡Bien!

Gritó Diego.

– ¡Viva!

Gritó Borja.

Karra recogió el Goya.

“Quiero dar las gracias a las personas sin cuyo esfuerzo, talento y dedicación, la película, y por ende este premio, no hubiera sido posible…”

– Ojo, que ahí vamos.

Apuntó Borja.

– Te dije que Karra no nos fallaba.

Dijo Diego.

“… las bacterias. Sí, sin las bacterias nada de esto habría existido. Ni los Goya, ni España, ni el planeta ni nada. Ellas fueron las que, con su esfuerzo, hicieron posible que la vida en este planeta fuera posible. Convirtieron la venenosa atmósfera existente en el planeta, basada fundamentalmente en el metano, en oxígeno. Sin las bacterias no se podría haber hecho Ocho apellidos vascos. Y sin el director, claro”.

Diego y Borja se miraron. A estas horas, cinco y media de la madrugada ya, habían conectado las cámaras de sus móviles. Necesitaban verse cara a cara.

– Otro al que se le ha olvidado.

– Es raro, sí.

Pero aún quedaba un último premio al que optaban. Mejor actor revelación. Seguro que Dani Rovira no iba a fallarles. Dani, el mayor beneficiado del exitazo de la película, sabría darle las gracias a los dos catalizadores de su éxito.

Después del Festival de Flamenco, la actuación de Arroyito y Pozuelón y un simpatiquísimo número de claqué, la gala de “la gran fiesta del cine español”, ya en su trigésima sexta hora de emisión, se dispuso a entregar el citado premio.

– Que gane Dani, que gane Dani…

Balbucearon unos somnolientos Diego y Borja.

“Y el Goya es para… ¡Dani Rovira”.

– ¡Bien!

Dani Rovira besó a Clara Lago y recogió el Goya.

No, tampoco le dio las gracias a los guionistas.

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