Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

¿Qué hiciste en el fútbol, papi?

¿Qué hiciste en el fútbol, papi?
¿Qué hiciste en el fútbol, papi?
¿Qué hiciste en el fútbol, papi?

El cine bélico no se corta a la hora de montar pachangas en el frente y retratar a soldados jugando al fútbol. Lo mismo en la Nochebuena de 1914 en la Gran Guerra (Feliz Navidad), que en el Kiev ocupado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial (la historia que adaptó húngara Ket felido a pokolban y que se recreó recientemente en el filme ruso Match) o en las islas griegas ocupadas por las tropas de Mussolini (la oscarizada Mediterráneo), e incluso en la selva colombiana asolada por ejército y guerrilla de Golpe de estadio.

Pero incluso el Hollywood más ortodoxo (Evasión o victoria no cuenta, era un espécimen de producción internacional raro) tiró de balonazos para vestir sus hazañas bélicas. Uno de los clásicos de la comedia bélica, dirigido por Blake Edwards en 1966, justo después de terminar La carrera del siglo y antes de empezar El guateque se resuelve en un campo de fútbol. De hecho, en lugar de ¿Qué hiciste en la guerra, papi? podía haberse llamado ¿Qué hiciste en el fútbol, papi?

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Recordaréis la historia: un batallón del ejército norteamericano en Sicilia intenta hacerse con un pequeño pueblo estratégico ocupado por los italianos aunque ya casi en desbandada. Al entrar en el villorrio, los yanquis lo encuentran vacío: todo el mundo parece estar reunido en un extraño lugar coronado por ruinas romanas, y el primer soldado en entrar en escena se lleva el primer (y último) balonazo de la película. En la bayoneta. Adiós partido. Se armó el belén.

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Los futbolistas se rebelan, el público de las gradas se desborda y rodea a los soldados norteamericanos, que han invadido el terreno de juego de un campo de fútbol y que no dan crédito a lo que pasa. Hasta que llega un oficial italiano (el actor Sergio Fantoni) a poner orden: Primero se dirige a los futbolistas: “E qui il pallone, contenti?”. Pero no, nadie está contento, y menos los americanos en semejante lío.

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–¿Se rinde usted?, le espeta al italiano el oficial de mayor graduación norteamericano.

–¡Pues claro!

Pero no es del todo cierto. El barullo inicial se convierte casi en reyerta (simpática) y la detención bufa de los italianos termina en el gesto más recordado de la película, junto con la media sonrisa inolvidable de James Coburn: un italianísimo corte de mangas al invasor.

Pero no se acaba aquí la presencia del fútbol, o de su estadio, en la película. Convertido el pueblo en un alegre experimento de hermandad entre los pueblos y de recreación militar de la dolce vita, la llegada de los nazis va a cambiarlo todo: los alemanes vuelven a tomar la villa y a detener a todos los soldados italianos y americanos. Los confinarán a todos al campo de fútbol, bajo el cual están las catacumbas históricas de la localidad, el escenario final de una nueva escapada con túnel, esa gloriosa variante del cine bélico. Mientras huyen con los boches en los talones, retumba la frase del capitán Cash (interpretado por Lionel Shawn) al frente del contingente USA, al ínclito capitán transalpino:

“Por eso estamos aquí, por usted y por su maldito campo de fútbol”.

Imagínense la pregunta al regresar:

–¿Qué hiciste en la guerra, papi?

–Fucking Soccer!

¿Qué hiciste en el fútbol, papi?

¿Berenjenas o balones, bella? Éste es el espíritu.

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