Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

El balón nunca se rinde

El balón nunca se rinde
El balón nunca se rinde
El balón nunca se rinde

La otra cara de las lesiones no es la recuperación ni la fiesta de regreso a los terrenos de juego ni los goles redentores: la némesis del mal, la auténtica heroicidad, está en la lucha contra lo que el destino nos deparó. ¿Quién dijo rendirse?, escribió Petón en su libro sobre el fútbol y la enfermedad (la terrible ELA) a pachas con Carlos Matallanas y Fernando Torres; y las películas han refrendado esta pelea contra la adversidad, tan cinematográfica, tan agradecida para retratar historias de superación personal. Si las lesiones sobre el terreno de juego entran en una lógica asumible dentro del juego y sus límites (por azar o por violencia), las enfermedades sobrevenidas incorporan un dramatismo descorazonador. El final de una carrera en el clásico argentino Pelota de trapo es el mejor ejemplo, pero, fuera del fútbol profesional, la importancia liberadora del balón y su aporte de ilusión vital es un plus que el cine europeo ha sabido explotar.

El revoloteo alrededor del fútbol de Robert Carlyle, actor escocés e hincha del Celtic, nunca caló tan hondo como en su primera vez. Sí, luego llegaron las pachangas psicotrópicas 5-a-side de Trainspotting, las conversaciones sobre el Sheffield United en Full Monty, ese entrenador con un glorioso pasado en el olvido de El sueño de Jimmy Grimble y hasta la camiseta del Liverpool de Negocios sucios. Pero como Go Now, ninguna. Michael Winterbottom narra el abismo de la esclerosis múltiple a través de Nick, un obrero de la construcción digno de Ken Loach que juega en un equipo de amigos. El fútbol amateur, representado como la alegría del pueblo, logra engrasar este híbrido entre cine social y tragedia romántica. El gol de Nick, coronado por un remate de humanidad de un Carlyle que puso su nombre en las agendas de todos los productores de cine del mundo, fue no rendirse jamás.

El balón nunca se rinde

*Texto sobre Go Now (Reino Unido, Michael Winterbottom, 1995) para la revista Panenka #73

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