Carlos Marañón Fútbol y cine
OPINIÓN

Bienvenidos a la Francia de Pauleta

Bienvenidos a la Francia de Pauleta
Bienvenidos a la Francia de Pauleta
Bienvenidos a la Francia de Pauleta

En el verano de 1996, cuando cruzó la frontera por Vilar Formoso camino de Salamanca era difícil imaginar que el amigo Pedro Miguel Carreiro Recendes, portugués de Madeira, llegaría a ser un ídolo en, ejem, Francia. Nadie sabía siquiera si aquel delantero de la segunda división lusa podría repetir los 18 goles que marcó en el Estoril con la camiseta blanquilla de la Unión Deportiva. Nueve meses más tarde, el Salamanca ascendió a primera división con los 19 goles de aquel rematador un poco tieso al que llamábamos Pauleta. Seguíamos con dudas: con 24 años parecía llegar tarde a su propia ceremonia de coronación como pichichi de plata. Un año después, 15 goles en primera con la hoy extinta UDS, le llevaron al Deportivo de La Coruña, campeón de Liga dos temporadas más tarde. A cada paso, un peldaño hacia la gloria. De Finisterre a la Gironda, y del Girondins de Burdeos al Paris Saint-Germain, donde 8 años más tarde cerró una etapa espectacular en la Ligue 1. A pesar de no jugar nunca en la Liga de Honor portuguesa, fue máximo goleador de la seleçao (por delante de Eusebio, 47 goles) hasta que Cristiano Ronaldo superó su marca hace unos meses.

Pero por encima de todos sus logros deportivos, o en paralelo con ellos, el cine ha logrado inmortalizar al bueno de Pauleta por haberse convertido en venerable icono de la numerosa colonia portuguesa en Francia, primera y segunda generación de inmigrantes retratados en el filme La jaula dorada (La cage dorée), del actor y director francés de origen luso Ruben Alves. Protagonizada por Joaquim de Almeida cuenta la vida de un matrimonio maduro, responsabilísimo encargado de obra él, portera de finca ella, que hereda una propiedad en Portugal con la condición de que mantengan el negocio familiar (vinos de Oporto). Sin embargo, todos los que les rodean parecen empeñados en que no se vayan. Comedia amable, el filme está lleno de equívocos culturales entre portugueses y franceses: también el fútbol. Pequeñas referencias (un partido Benfica-Oporto en casa, una camiseta de Pauleta de un sobrino al que su padre insiste en que practique para sacarlos de pobres –"Travaille ton foot, Pauleta"–, banderas rojas benfiquistas en el bar habitual de Almeida) con presencia hasta en el cartel del filme que sirven de aperitivo para un gran colofón final, en una escena de boda familiar en la que no puede faltar una pachanguita. Al menos mientras el balón no salga despedido y se pierda entre las viñas del paisaje idílico a orillas del Duero. Tan idílico que por allí, en plan fin de fiesta, asoma el mítico Pauleta, con buena cara de futbolista fresco recién retirado, para devolverles la bola a sus paisanos francófilos como él: “Cèst a qui le ballon? Allez, bon match!”.

Acabas de hacer feliz a toda una familia, Pedro Miguel Carreiro Recendes, ídolo Pauleta.    

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