OPINIÓN

'Si nos salvamos'

Fotograma de 'Sully'
Fotograma de 'Sully'
Cinemanía
Fotograma de 'Sully'

El vuelo salió pese a los truenos, que eran de los que comienzan a desordenar, quedan atascados cogiendo aire, y después rompen y parece que van a destruirlo todo. Temblaban los cristales del aeropuerto de El Salvador, los cristales del avión. Había entre los pasajeros un leve halo de terror, muchos ocultábamos la cara para que no se nos viese el miedo. Los niños lloraban. A ratos encontrábamos la fuerza para mirarnos, para ver con quién íbamos a morir. Un padre de camisa hawaiana empezó a tocar canciones al ukelele para sus niños aterrados. Inventaba letras de peligros siempre resueltos. A medida que avanzaba, los finales eran cada vez más empalagosos.

Yo pensaba en una siesta tibia con mi perra, en alcachofas del Mercadona, en mi amor hablando dormido, en una fiesta en la que comimos castañas, en los lugares en los que esparcimos las cenizas de mis abuelos: el bosque, el mar. A la altura de Managua, el avión empezó a agitarse en serio: el kindle escapó de mis manos y me golpeó la frente.

Durante una hora, tres mujeres desconocidas fuimos tomadas de las manos, con los ojos cerrados y el ceño fruncido, como si invocáramos algo. Las pantallas se pusieron de un rojo anunciador. Conté mis tres chistes favoritos. “¿Sales, minerales?”. La chica de al lado se reía. Me llamo Norma, ¿y tú? Me contó que iba a cortar con su fiancé. Si nos salvamos. Yo terminaré mi libro, le dije. Si nos salvamos.

El personal de vuelo explicó lo de los chalecos. Una luz de localización se activará en contacto con el agua. En todos estos años, la idea del salvavidas era algo abstracto; nadie quería pensar muy bien, cuando decían lo de que el chaleco sólo puede inflarse fuera del avión, qué era exactamente ese “fuera”. Y ahora eso: el agua. Pensamos en mar oscuro. Tiburones rondándonos las ganas de vomitar. Llegamos a Costa Rica con el avión borracho de miedo. Aplaudimos. Un carromato de risa histérica volcando en el pasillo. Al despedirnos, junto a la cinta de equipaje, busqué los ojos de Norma. Miró hacia otro lado, como si no me conociera. Whatsappeaba con su prometido.

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