OPINIÓN

'Puella Magi Madoka Magica': Veneno en tonos pastel

El show con el que Gen Urobuchi ('Urobutcher' para los amigos) convirtió el anime de 'magical girls' en una pesadilla capaz de aterrar hasta a Carlos Vermut.
[Clásicos en serie] 'Puella Magi Madoka Magica': Veneno en tonos pastel
'Puella Magi Madoka Magica': Veneno en tonos pastel
[Clásicos en serie] 'Puella Magi Madoka Magica': Veneno en tonos pastel

No todo van a ser novedades en esta vida: CINEMANÍA rescata los shows que hicieron historia de la TV con esta colección de artículos. Bienvenidos a nuestros Clásicos en serie.

Puella Magi Madoka Magica (2011, disponible en Netflix) es, más que una serie, una trampa. Al acercarse a ella, un espectador novato en las cosas del anime puede desdeñarla por su aspecto almibarado, encasillándola como un producto más del género magical girls. Pero, tras un par de capítulos, ese espectador descubrirá que hay algo muy oscuro y muy malvado latiendo al fondo de esa ñoñería. Al guionista Gen Urobuchi, creador del show, no le apodan ‘Urobutcher’ por nada.

La premisa de Madoka es similar a la de tantos otros anime con chicas jóvenes y poderosas: un grupo de niñas obtiene habilidades extraordinarias a manos de una criatura muy cuqui. El motivo del don: acabar con un grupo de brujas que amenazan con destruir el universo. Y el giro imprevisto: que los resultados del encuentro resultan a la vez muy realistas y muy alegóricos.

Lo primero, porque la serie encara sin tapujos las secuelas que sufren las personas obligadas a afrontar el horror de forma cotidiana. Lo segundo, porque (siguiendo los pasos de Revolutionary Girl Utena, la obra maestra de Kunihiko Ikuhara) emplea figuras de cuentos de hadas para diseccionar cómo los estereotipos y las expectativas sociales destruyen a las mujeres. No es casualidad que Sam Levinson incluyera un guiño a esta serie en uno de los primeros capítulos de su Euphoria.

En realidad, Madoka pertenece a ese subtipo del anime en el que también se encuadran la propia Utena, Neon Genesis Evangelion o Patlabor: aquel que agarra los tropos y los lugares comunes de su relato, les da la vuelta y los empuña como un objeto contundente para abrirle la cabeza al espectador. 

Si, tras haber sobrevivido a la experiencia, uno tiene ganas de más, tiene a su alcance las tres películas basadas en la serie (amén de una franquicia que también abarca videojuegos y cómics), así como las demás creaciones de Urobuchi, como Psycho-Pass.

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