OPINIÓN

¡Qué se habrá creído!

¡Qué se habrá creído!
¡Qué se habrá creído!
¡Qué se habrá creído!

Hay un cómico al cual detesto. ¡Es horrible! Él y las cosas que dice. No hay ni un gramo de verdad en sus actuaciones y habla de cosas que no interesan a nadie, como que las chicas van juntas al baño o que Espinete se ponía un camisón para dormir cuando el resto del tiempo iba desnudo o que las comidas en los aviones son así o asá. ¡Sí, XXXX! ¡Hablemos de las comidas de los aviones! ¡Por favor! Es para dispararse en un pie. Además da la sensación de que todo lo tiene ensayadísimo y que en tal minuto se va a tocar el pelo o que en cual minuto se va a subir las gafas. ¡Lo odio! Además llena los teatros. ¡Ay, qué rabia! El caso es que cuando sale en alguna conversación lo pongo a caer de un burro, y cuando la conversación transcurre por otros derroteros, lo saco a colación y aprovecho para ponerlo a caer de un burro también.

Pues el otro día coincidí con él en un programa de televisión. Le saludé fríamente y le di la espalda. Le dejé hablando con mi cogote. ¡JAJAJAJAJA! ¡Que me aspen si no fui descortés con ese idiota! Le mostré toda mi indiferencia, descargué sobre él toneladas de indiferencia y de hostilidad.

Y muy bien, todo transcurría con normalidad en la grabación. Pero en uno de los descansos, mientras estaba yo paseando por un lateral del plató ocurrió una cosa que me dejó estupefacto. Escuché cómo hablaba de mí con un técnico de luces. Oí cómo hablaba de mí con admiración con un técnico de luces. Tuve que soportar escondido como una alimaña que ese desgraciado hablase de mí con admiración, fervor y respeto con un técnico de luces. O sea, yo poniéndole a parir y él poniéndome por las nubes… Y lo de Espinete, no me digáis que no es gracioso lo de Espinete.

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