OPINIÓN

Cariño permanente

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Cariño permanente

Por lo visto, empecé el monólogo diciendo: “¡Buenas noches, Cáceres!”. Y la actuación era en Mérida. Parece ser que debía durar hora y media y se quedó en 50 minutos raspados. Según me comentó mi mánager después, muchas de las cosas que dije no se oyeron bien.

“¿Cómo qué no se oyieron bien?”, le espeté visiblemente alterado. “¿Es que no probastel sonidoantes?”.

“No fue un problema del sonido, Joaquín, es que… Algunas veces… A ver cómo te lo digo… No se te entendía al hablar”.

“Que mierdiasss mestas perfando. Que no se mentendia dicel gilipollas. ¿Para qué te pagor? Desluego que no te pagoeh para que me digas estasgilipollieces. Déjame siolo. ¡Y trae mas chervechas!”, le grité arrojándole el iPhone.

Y me quedé solo. Y llamaron a la puerta para decirme que un grupo de personas se querían hacer una foto conmigo y les mandé a la mierda. Y llamaron a la puerta para que firmara en el libro de honor del teatro y les mandé a la mierda. Y llamaron a la puerta porque no sé quién me traía un regalo hecho por él mismo y le mandé a la mierda. Y llamaron a la puerta para avisarme que iban a cerrar el teatro y salí dando trompicones.

Y al marcharme por la puerta de atrás, ¿qué os creéis que me encontré?

A. Un grupo de personas que me increpaban diciéndome: “¡Mercenario! ¡Sinvergüenza! ¡No sientes las bromas que dices!”.

B. Un grupo de personas que me vitoreaban asegurando que era un crack de la comedia.

C. La calle desierta y a mi mánager esperándome en un taxi.

Postdata: A los cómicos, al contrario que sucede con los futbolistas, no nos estimulan los insultos. Nosotros necesitamos cariño permanente.

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