Actores primordiales

Hace millones de años la Tierra estaba habitada por unos seres maravillosos y únicos: los actores primordiales. Vivían libres e indiferentes, ocupando el tiempo en frotar sus bellas espaldas contra los troncos de los árboles, comer los frutos que se encontraban, mirarse embelesados en el agua… No conocían la envidia, ni el resquemor, ni el recelo, ni tampoco la ropa, pues andaban de un lado a otro siempre en bolas.

Todo transcurría miel sobre hojuelas para los actores primordiales.

Pero un día cayó del cielo una especie de cuaderno con canutillo y tapas de plástico. Ellos no lo sabían aún, pero era un guión: un drama en tres actos. Con protagonistas, secundarios y figurantes. Con papeles lucidos y otros no tanto. Con diálogos intensos y otros de relleno. Con frases ingeniosas repartidas de forma irregular.

Los actores primordiales se acercaron y lo escudriñaron con curiosidad indisimulada. Después lo leyeron concentrados, dibujándose en la cara de algunos una sonrisa pícara, y esa noche se acostaron sin decirse ni mu. Reinaba el silencio, pero en la cabeza de cada actor primordial se empezaba a desatar la espiral del batiburrillo.

Y a la mañana siguiente decidieron que merecía la pena representar lo que en aquellas páginas estaba escrito. Pero fue empezar a repartir los papeles cuando de la boca de los actores primordiales empezaron a brotar frases como: “¿Por qué el protagonista es él y no yo?”; “Pero ¡cómo! ¿Que yo no digo nada?”; “¡Es muy mayor para ese personaje!”; “¡Apenas se le entiende al hablar!”; “¡Respira muy fuerte!”; “¡No trasmite nada!”; “¡Me esta robando mis frases!”; “¿Por qué muero tan pronto?” o “¡Me estoy encasillando!”

Y no se sabe muy bien qué ocurrió pero lo cierto es que los actores primordiales desaparecieron de un plumazo de la faz de la Tierra.

-¡Papá!

-Dime, hijo mío.

-Prométeme que nunca más volverás a contarme este cuento.