Sara Herranz vuelve a arañar nuestras emociones en 'La persona incorrecta'

  • La ilustradora de referencia publica su segunda novela gráfica y formula la pregunta: ¿qué pasaría si volviéramos con el amor de juventud?
  • Con sus trazos siempre blancos, rojos y negros y un texto que poco tiene que envidiar a la poesía nos lleva desde el principio a la identificación.
Ilustración de la novela gráfica 'La persona incorrecta' (Lunwerg)
Ilustración de la novela gráfica 'La persona incorrecta' (Lunwerg)
SARA HERRANZ
Ilustración de la novela gráfica 'La persona incorrecta' (Lunwerg)

Como si hubiera vivido toda una vida, Sara Herranz, la joven ilustradora y escritora –porque sus textos son de la potencia literaria de una buena novela– traza en la obra gráfica La persona incorrecta (Lunwerg) uno de los mapas emocionales más sólidos y realistas del amor y el desamor, o de cómo patinamos del encuentro al desencuentro y vuelta atrás... O adelante, que al final nunca se sabe.

De hecho, al terminar de leerla y verla –difícil elegir entre ilustración o letra– esa es la pregunta que queda colgando y nos lleva casi como en un gesto reflejo a volver a empezar la novela. Porque Sara, como en la vida, y de eso sabe ya bastante, no da un último plano.

Poética desde sus trazos, siempre blancos, negros y rojos, no hay espacio para otros tonos –atinado símil con las emociones–, se aleja de la doctrina y la contestación.

Pese a su juventud, Sara Herranz (1986) lleva a casi toda mujer de casi toda edad a la identificación correcta con las maneras, tanto exteriores como de los adentros más escondidos, de la treintañera que protagoniza la historia de su segunda novela gráfica. Como en la primera, Todo lo que nunca te dije, con la que conquistó a crítica y lectores (publicado en 2015, fue un superventas y se ha publicado en Italia), el amor es el pilar que sustenta y marca cada contorno de unas ilustraciones que cuesta, y mucho, dejar de mirar. Y lo mejor: las palabras están tan a la altura que uno no puede dejar de leer.

Amor también para su segunda publicación, pero en esta ocasión ha elegido Sara Herranz contar la historia desde dos puntos de vista. La historia de un hombre y una mujer que protagonizan una relación que se terminó hace años, pero que vuelve a renacer porque hay algo que los une. Un algo que es uno de los deseos más universales y que probablemente más nos iguala como seres humanos: amar y ser amados.

La traición de la memoria, que suaviza lo feo del pasado y deja los recuerdos en un lugar mejor de aquel en el que sucedieron, planea sobre estos dos personajes que se hacen esa pregunta, también universal: ¿qué hubiese pasado si hubiéramos seguido con la relación que teníamos?

Trasladadas las interrogaciones a un qué pasaría si años más tarde volvemos atrás, la búsqueda de la manera de conseguirlo lleva a esta pareja, ya en la treintena, de vuelta a aquellos lugares que parecía que habían quedado atrás para siempre. Pero sucede que, como el título del último disco de Vetusta Morla, la estación ha cambiado: Mismo sitio, distinto lugar.

«Cumplir años me ha hecho reflexionar sobre el paso del tiempo. Con veinte no tienes pasado. Cuando cruzas la barrera de los treinta comienzas a fijar la mirada en el retrovisor», dice la protagonista, que deja caer otra pregunta: «Dentro de diez años tendremos más de cuarenta... ¿dónde estaremos entonces?».

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