ÓSCAR ESQUIVIAS. ESCRITOR
OPINIÓN

Todos felices con el Nobel de Ishiguro

Óscar Esquivias.
Óscar Esquivias.
JORGE PARÍS
Óscar Esquivias.

El premio Nobel es un foco potentísimo que ilumina a un escritor y lo convierte en una estrella mundial. El autor recibe una millonada, aparece en los periódicos y noticieros de todo el planeta, sus libros se traducen inmediatamente a multitud de lenguas y los editores y libreros sonríen. A veces, autores muy locales (por el carácter peculiar de su obra, por emplear un idioma minoritario) alcanzan una proyección que jamás habrían soñado (pienso en poetas como el checo Seifert o la polaca Szymborska).

Por supuesto, es un premio (como cualquier otro) que no hay que tomarse muy en serio: si, por ejemplo, redujéramos la literatura contemporánea en lengua española a los autores que han ganado el Nobel nos quedaría una selección muy parcial y casi extravagante, como bien sabemos todos. Pero justamente la extravagancia (lo digo como elogio) ha sido una de las notas características de la Academia Sueca en los últimos años, tanto que cuando premia a un escritor popular como Kazuo Ishiguro, nos deja a todos un poco desconcertados (incluso al propio galardonado, quien pensó que era una broma). Desconcertados y alegres, claro, porque Ishiguro es un escritor maravilloso y porque, por una vez, uno puede presumir de conocer ampliamente la obra del premiado.

Pero como para ganar el Nobel de Literatura parece que no basta con escribir bien, siempre se buscan explicaciones adicionales, normalmente políticas: en el caso de Ishiguro, se ha subrayado su postura contraria al abandono del Reino Unido de la Unión Europea y su condición de japonés naturalizado británico. El europeísmo y la multiculturalidad son valores muy del gusto de los académicos suecos, que quizá sientan además los efectos de la vacuna llamada Bob Dylan que se administraron el año pasado, y por eso han seleccionado a un escritor indiscutible.

Ishiguro no necesitaría ningún premio. No es un autor secreto o maldito: sus libros se publican puntualmente en todo el mundo, tiene muchísimos lectores y el aprecio general de la crítica. Incluso algunas de sus novelas han sido adaptadas con éxito al cine, lo que ha multiplicado la popularidad de su obra. Y, a la vez, algunos de sus libros pueden desconcertar a los lectores con gustos más convencionales.

Para narrar sus historias Ishiguro suele utilizar la primera persona. Esta voz, siempre muy poderosa, a menudo lleva el relato hacia las zonas más oscuras de la mente (los remordimientos, los miedos íntimos, los recuerdos dolorosos, los secretos, las sospechas), cuando no hacia lo alucinatorio o lo onírico. Su recreación de la psicología infantil me resulta especialmente atractiva e inquietante. Por otra parte, sus temas, técnicas y tonos son muy variados: ha escrito relatos puramente realistas, de ciencia ficción distópica o de aire alegórico.

De toda su obra, siento debilidad por Los inconsolables, novela que contiene elementos a los que yo soy muy sensible (como el gusto por los escenarios laberínticos, los círculos viciosos y cierto tipo de fantasía que podríamos denominar "onírica"). La novela trata sobre un pianista, Ryder, que cuenta su llegada a una ciudad centroeuropea para dar un recital que, a la manera kafkiana, nunca termina de celebrarse. En tal lugar imperan reglas fantásticas (para el lector, no para Ryder) y hay costumbres absurdas que se cumplen a rajatabla. Sus habitantes son personajes obsesivos, enfermizamente preocupados por complacer a los demás. Ishiguro retrata una ciudad llena de resentimientos, frustraciones, hipocresía y engreimiento, en la que el implacable control social se ejerce bajo apariencia de extrema amabilidad. Es una novela en la que los personajes hablan mucho pero apenas se comunican. Existe en ellos un abismo entre sus sentimientos y su comportamiento, y les domina una profunda infelicidad.

Ahora sólo espero que no se cumpla la maldición del Nobel e Ishiguro encuentre la tranquilidad para seguir escribiendo y sorprendiéndonos.

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