Mientras los allegados de Diana Quer tratan de sobrellevar la angustia provocada por su misteriosa desaparición, como ellos otras 14.000 familias españolas viven con la inquietud de tener algún familiar desaparecido. En España hay 14.000 expedientes abiertos sobre desaparecidos, según las asociaciones que trabajan esta materia.
Todos los gobiernos que se han sucedido desde que en los años 70 se presentó la primera denuncia por desaparición han procurado siempre rebajar las cifras, pero lo cierto es que solo en 2015 se tramitaron 900 denuncias por desapariciones sin causa aparente en el territorio nacional. Los propios datos del Ministerio del Interior revelan que cada día desaparecen entre 3 y 4 personas en terrotorio nacional.
Desde Sosdesaparecidos recuerdan que anualmente se cursan más de 16.000 de estas denuncias, de las que el 92% se resuelve de forma satisfactoria aunque hay un 8% que jamás logran una resolución. Entre ellas figuran las "inquietantes", como la de Diana Quer, casos en los que la persona se esfuma sin documentos de identidad ni tarjetas de crédito o dinero. También son inquietantes las de menores o las de personas con enfermedades, como el Alzhéimer.
"La difusión es necesaria y valiosa, porque ayuda a los cuerpos de Seguridad del Estado, pero cuando una desaparición se convierte en algo mediático no ayuda, porque añade presión a la familia y a los investigadores", explica el presidente de Sosdesaparecidos, Joaquín Amills.
Podría pensarse que las desapariciones más mediáticas que se recuerdan en España y en las que se volcaron los medios de comunicación tuvieron siempre un final trágico. "No tiene por qué ser así", aclara Amills. "Lo que ocurre que esos casos son los que más se recuerdan. Pero que una desaparición sea mediática no es sinónimo de que tenga que acabar mal", sostiene.
¿Qué fue de ellos?
La atención que los medios de comunicación han prestado a determinados casos, principalmente por la edad de sus protagonistas, muchos de ellos menores, ha convertido a algunas desapariciones en objeto de seguimiento pormenorizado de los medios de comunicación. Algunos de estos casos han llegado a ser juzgados y hay personas condenadas por ellos, pero lo cierto es que sus familias siguen esperando en muchos casos alguna pista sobre el paradero de estas personas, vivas o muertas.
¿Y fuera de España?
Si los datos de desapariciones en España son preocupantes, las estadísticas que se barajan en EE UU son aún más alarmantes. En ese país desaparece un menor de edad cada 90 segundos, y eso sin incluir las desapariciones de adultos.
De hecho, fue el primer país en implementar la Alerta AMBER, un sistema de notificación de menores de edad desaparecidos, que se puso en marcha ese mismo año tras el secuestro y asesinato en Texas de Amber Hagerman, una niña que desapareció mientras montaba en bicicleta cerca de la casa de sus abuelos.
Esta alerta, muy utilizada, entre otros, en México, no se utiliza, por el contrario en Portugal, país escenario del secuestro más mediático conocido a día de hoy: el de Madeleine McCann.
A pesar de las pistas erróneas y de las dudas vertidas, incluso, sobre sus padres, el caso sigue abierto y se busca a la pequeña, hoy una adolescente que tendría 13 años, con vida.
Ocho años retenida
Como explican desde Sosdesaparecidos, "el tiempo corre en contra, pero tampoco significa que haya que tirar la toalla", mantiene su presidente.
Esta idea sirve para resumir la dramática y mediática desaparición protagonizada en Austria por Natascha Kampusch, una niña que fue secuestrada cuando tenía 10 años de edad, un 2 de marzo de 1998.
Pero el caso Kampusch iba a resolverse por sí solo y de forma inesperada. La niña fue raptada por Wolfgang Priklopil, que durante ocho años la mantuvo cautiva en un zulo de reducidas dimensiones. El 23 de agosto de 2006, aprovechando un descuido de sus secuestrador, la ya joven, entonces tenía 18 años, pudo escapar y pedir ayuda a una vecina. Poco después fue liberada por la Policía. Su captor se suicidaba poco después saltando a las vías del tren.
En estos 10 años transcurridos desde su liberación, Natascha ha intentado superar las secuelas de su cautiverio, experiencia que ha narrado en un libro autobiográfico: 3.096 días.
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