ROSALÍA LLORET. PERIODISTA Y EXPERTA DIGITAL
OPINIÓN

Un dron me salvó la vida

Rosalía Lloret, periodista.
Rosalía Lloret, periodista.
JORGE PARÍS
Rosalía Lloret, periodista.

Si tiene usted jardín en casa, o vive en el medio del campo, es posible que algún día no lejano Amazon pueda enviar su compra a casa en un dron en menos de 30 minutos. Hace solo unas semanas, la compañía americana de comercio electrónico llevaba a cabo el primer envío de prueba del servicio Amazon Air en la región de Cambridge, Inglaterra. Era el 7 de diciembre de 2016 y el paquete tardó 13 minutos en llegar a su destino, para regocijo de Jeff Bezos, CEO de Amazon, y los demás responsables de la empresa.

El innovador servicio de entrega tiene, sin embargo, importantes condicionantes. Para empezar, los drones necesitan todavía un cierto espacio para aterrizar, con lo que será difícil recurrir a ellos desde un piso en la ciudad. De hecho, para indicar al dron el punto de aterrizaje, el destinatario ha de desplegar en el suelo una especie de tapiz con el logo de Amazon. Para seguir, el servicio solo podrá transportar paquetes de hasta 2,5 kilos, a una distancia limitada (unos 12 km máximo de momento) y en días claros: ni lluvia ni nieve ni hielo. Y –obviamente– será un método de entrega bastante más caro, ya que pretende ser solo utilizado como último recurso.

Pero, por encima de todo, Amazon Air requiere todavía que los diferentes países permitan la operación de drones de reparto. La compañía dice que este tipo de artefactos, volando a unos 100km/hora y a una altura de menos de 120 metros, no interrumpen el tráfico aéreo (que va más arriba) y que, gracias a sus sensores, sortean pájaros u otros objetos volantes. Pero la posible multiplicación de estos aparatos surcando nuestro cielo plantea los suficientes interrogantes y potenciales riesgos como para que la legislación de la mayor parte de los países del mundo prohíba de momento operar un dron más allá de la vista de su ‘piloto’, lo que impide el servicio de Amazon.

Poca gente imaginaría que un país africano se pondría a la vanguardia del mundo en abrir esta regulación y permitir el vuelo de drones autónomos de reparto en su territorio. Este país es Ruanda y, aunque se ha destacado por una apuesta digital potente (fueron los primeros del continente en desplegar fibra óptica y una red 4G por todo el país, según explica su ministro de Tecnología a la BBC), lo cierto es que ha puesto en marcha este servicio con un objetivo más urgente y trascendental: salvar vidas humanas. El Gobierno ruandés ha llegado a un acuerdo con la start up californiana Zipline para operar un sistema de reparto de sangre o plasma a hospitales en remotas zonas rurales por parte de drones autónomos, lo que reduce los tiempos de entrega de muchas horas a solo minutos y permite salvar vidas en casos tan comunes en Ruanda como las hemorragias posparto o los accidentes.

Los drones de Zipline, fundada por ingenieros procedentes de Space X o Google, se guían de forma autónoma mediante un GPS, pero no despegan ni aterrizan solos, sino que son lanzados con una catapulta y dejan caer su carga con un pequeño paracaídas desechable en el punto de entrega. Y lo hacen con relativa precisión: el espacio necesario no es mayor que tres plazas de parking. Los usuarios del servicio en los hospitales ruandeses envían su demanda por SMS, y reciben otro mensaje de vuelta cuando el dron va a soltar su paquete, de modo que pueden salir fuera a presenciar la entrega y disponer inmediatamente de ella, algo especialmente importante en estos casos.

De momento, Ruanda ha contratado 15 drones de reparto hospitalario (zips, como los llama la compañía) con una autonomía de más de 150 km y adecuados para volar también con lluvia o viento ligeros. El Gobierno paga a Zipline entre 14 a 28€ por entrega –aproximadamente lo mismo que pagaba por el transporte anterior en motocicletas o ambulancias que tardaba horas en transitar las complicadas carreteras ruandesas– y está tan satisfecho que planea ampliar el servicio y construir un dron-puerto. Tecnología que salva vidas.

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