Una perra mastín cambia la vida de una residencia de ancianos de Madrid

  • La perra adoptada, llamada Día, provenía de un albergue para canes abandonados.
  • La idea de adoptarla surgió cuando una enferma de alzhéimer que sólo balbuceaba habló al ver a un perro cerca de la residencia.
  • La mascota no sólo mejora emocionalmente a los ancianos, sino también al personal, cuyo trabajo tiene una importante carga psicológica y agota.
Una perra de raza mastín en adopción.
Una perra de raza mastín en adopción.
Animal Rescue Spain
Una perra de raza mastín en adopción.

Hace tres semanas, Mediodía, una mastina de dos años, cambió de nombre y abandonó el albergue para perros abandonados en el que vivía, aunque quizá los mayores cambios hayan sido los que, gracias a ella, han vivido desde entonces los usuarios y trabajadores de la residencia de mayores Dolores Soria de Pinto, Madrid.

"El nombre de Mediodía nos pareció demasiado largo y le pusimos Día, porque los mayores viven cada día y, para ellos, un día más es como un año en la vida de un joven", explica Ana de la Calle, directora del centro que gestiona la organización Edad Dorada, de Mensajeros de la Paz.

La idea surgió cuando un día, al llegar la directora a su puesto de trabajo, un familiar paseaba con una residente "con un alzhéimer muy profundo, y, desgraciadamente, no era capaz ni de conocer a sus familiares y no articulaba palabras, solo balbuceaba".

"Entonces se le acercó un perro y dijo, 'Perrito lindo, perrito bonito', todo seguido", explica De la Calle, que pensó que un animal podía "estimular a las personas que llegan a un grado de alzhéimer tan profundo que las terapias habituales apenas les alcanzan".

El resultado de la experiencia, en la que participó la protectora Perrigatos en apuros, ha sido mejor de lo esperado, según expresan los trabajadores consultados, como Francisco José, auxiliar, que apunta que "no hay dinero para pagar la cara de alegría que tenían las personas con demencia y alzhéimer el día que llegó la perra".

Su compañero, Manu, explica que, "en cuanto se acerca, las personas que están chillando dejan de hacerlo" y "gente que es muy agresiva y que, por la propia enfermedad, está todo el rato pegándote tratan a la perra con un cariño increíble", lo que ha dado lugar a "un avance muy grande" en estos enfermos.

Pero los usuarios de la residencia no han sido los únicos beneficiados de la presencia de la mastina. Francisco José reconoce que su llegada ha sido para él "la mayor alegría del mundo" y "ha revolucionado totalmente" la vida de los trabajadores de la residencia al reducir "el nivel de estrés del trabajo".

"Psicológicamente, este trabajo es muy duro, y la perra nos ayuda mucho, es un desahogo total", cuenta Manu, a pesar de que su presencia ha aumentado la carga de trabajo de todos los empleados, que también deben cuidarla, como reconoce el encargado de la recepción, Alejandro Mella, que agradece que no sea traviesa.

"Los abuelos están encantados", cuenta Francisco José, algo que se comprueba solo con darse un paseo por las zonas comunes en las que los sesenta residentes pasan los ratos muertos entre actividades, divididos en dos zonas, una para personas que pueden valerse y otra en la que los residentes necesitan asistencia.

"En determinadas fases de deterioro, la interrelación con personas no es tan fácil, pero sí lo es con animales o niños pequeños", manifiesta la directora, que considera que esto ocurre "porque los animales no juzgan".

"Paliar la soledad" y "salir de la monotonía", cuenta Ana de la Calle, eran los principales objetivos del proyecto, pues reconoce que "el aburrimiento de una residencia, tristemente, muchas veces es normal, porque los días son muy largos".

Día también ha sido integrada por la fisioterapeuta y la terapeuta ocupacional con éxito, pues, según explica Manu con los paseos con la perra "los que ponían excusas para no caminar ahora están preguntando a la 'fisio' cuándo va a venir".

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