Iniesta, la megaestrella que nunca fue

El mundo del fútbol a menudo se asocia con el lujo, la ostentación, la extravagancia y los escándalos. Las grandes estrellas son observadas con lupa y una simple foto en Instagram desata miles de noticias. Los looks de los futbolistas, sus parejas, sus coches e idílicas vacaciones forman parte de la parafernalia que, en los últimos años, ha teñido de rosa circense a este deporte.

En medio de esa espiral que ha hecho evolucionar a los futbolistas en estrellas hollywoodienses que lucen dientes y trajes de alta costura en alfombras rojas, existe un pequeño grupo de hombres sencillos, de intachable valor deportivo, que no necesita el lujo para abrazar la plenitud.

Respetable es tanto una opción como la otra, que nos libre quien deba de pecar de elitismo en ninguna dirección. Pero esos hombres sencillos son rara avis en el mundillo y en este país siempre tuvimos cierta afección por lo extraño.

Andrés Iniesta es, sin duda, el representante más cualificado y acreditado del club de la sencillez. Nos encontramos ante uno de los cinco mejores futbolistas de la historia de España y, sin embargo, ni hay que mirar con detenimiento para encontrar algo de piel no tatuada en sus brazos, ni le veremos cada día con un coche más grande y caro y sí podremos encontrarle en los veranos de Fuentealbilla, junto a su familia, su novia de siempre, sus amigos. Un tipo normal.

La megaestrella que no lo es. Un hombre que, en catorce años en el primer equipo del Barça, ha celebrado títulos en 31 ocasiones. Y no sólo figura en la lista de ganadores, de esos que hacen piña pero apenas juegan y reciben igualmente la medalla, sino que muchos de los títulos del Barça se han ganado por él. O, seguramente sea más acertado, no se habrían ganado sin él.

Lo mismo te marca el gol que le da a España el primer Mundial de su historia que te cuenta, con desgarradora sinceridad y ausencia de tapujos, que llegó a comprender a la gente que, en épocas oscuras, piensa en cometer una locura. Iniesta superó una depresión tras la muerte de su amigo Dani Jarque, y no siente ninguna necesidad de ocultarlo.

"El secreto es ser humilde", ha dicho en más de una ocasión. A punto de dejarlo todo la primera y triste noche que pasó en La Masía lejos de su familia, con apenas doce años, es inevitable pensar en lo diferente que habría sido la historia del fútbol español sin Andrés Iniesta. Quizá en un universo paralelo hay un tipo sencillo, con una vida tranquila y feliz, dedicado a su bodega en un pueblo de Albacete.

No hay, en realidad, ninguna diferencia.

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