La cordillera pirenaica alberga los últimos ocho glaciares que quedan en nuestro país. De todos ellos, el de Monte Perdido es el que mejor refleja el impacto del cambio climático en su desaparición, un proceso natural que ha acelerado la acción humana. Hablamos con un geólogo, un guía de montaña y dos alpinistas cuyo amor por este pico ha crecido a lo largo de los años, lo que les convierte en los mejores testigos de su deshielo.

Hay un tesoro en España “escondido”, por decirlo de algún modo, en el Pirineo Aragonés que se transforma cada día desde su nacimiento: el glaciar de Monte Perdido. Es una de las grandes joyas geológicas de nuestro país y no solo para los aficionados a la montaña, sino que guarda información relativa a la evolución del clima de los últimos 2.000 años. Sin embargo, como las mejores cosas de la vida, está abocado a desaparecer. Efímero y majestuoso, su historia es también la nuestra. Un geólogo, un guía de montaña y dos alpinistas nos ofrecen su visión sobre los efectos del cambio climático en esta cordillera. Todos coinciden en la necesidad de cuidar y disfrutar de un tesoro geológico de gran rareza que desaparecerá en los próximos 20 o 30 años. “Estas montañas son mi lugar en el mundo y las apreciaré con lo que me ofrezcan en toda circunstancia”, Ánchel Belmonte, director científico del Geoparque Mundial UNESCO “Sobrarbe-Pirineos”.

Ánchel habla con la experiencia de quien ha escalado el glaciar más veces de las que se cuentan con los dedos de una mano: “Tenía 17 años la primera vez que lo crucé. Salí del refugio con mis amigos y bajamos por la cara norte de Monte Perdido. Esa fue la primera vez que lo vi y la impresión fue duradera, porque todavía continúa y esa visión influyó en mi interés por estudiar geología después”.

“Estas montañas son mi lugar en el mundo y las apreciaré con lo que me ofrezcan en toda circunstancia”

El contacto con el glaciar le hizo seguir el camino que le ha llevado a ser el director científico del Geoparque Mundial UNESCO “Sobrarbe-Pirineos”. Situado en el corazón de la cordillera, en la provincia de Huesca, desde aquí cualquiera puede visitar las reservas de hielo más meridionales de todo el continente europeo.

“Monte Perdido fue declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en el año 1997 y seguramente desaparezca en unos 20 o 30 años”, junto con el resto de glaciares del Pirineo, tal y como asegura Ánchel. Este es un alegato en favor de uno de los mayores tesoros geológicos, históricos y naturales de nuestro país, una joya que desaparece poco a poco en un proceso acelerado por el cambio climático.

Pero el geólogo advierte: “Que los glaciares aparezcan y desaparezcan es algo natural, ha ocurrido infinidad de ocasiones y seguirá ocurriendo. La diferencia con el presente es que el calentamiento climático actual, que contribuye a su disminución, está acelerado por la actividad humana”.

Ánchel Belmonte, director científico del Geoparque Mundial UNESCO “Sobrarbe-Pirineos”

 En la actualidad, el Pirineo alberga 19 glaciares: 11 en la zona francesa y ocho en España. En 1850, se contaban hasta 52

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El deshielo

“Un glaciar es una masa de hielo que se mueve” y, si deja de moverse, ya no se considera que sigue en activo. Ánchel explica que el hecho de que el Pirineo Aragonés albergue este glaciar “es muy raro, ya que se suele encontrar en montañas mucho más altas y latitudes polares. Que esté donde nos encontramos es una verdadera rareza”.

Además de ser un proceso geológico activo inusual en España, lo más característico de este glaciar es, según detalla el geólogo, “la forma que tiene, cómo se dispone en la ladera norte. Es una morfología bastante peculiar y muy bonita”. Pero esta joya ya no luce como hace décadas, porque se está derritiendo. Para darse cuenta, solo hace falta echar un vistazo a las imágenes de entonces y compararlas con las de hoy.

“Hasta los años 70, siempre se escalaba en verano, era raro hacerlo en invierno. En cambio, a partir de los años 80, prácticamente siempre se ha escalado en invierno, con lo que la fisionomía del glaciar ya no es la misma”. A sus 58 años, Kike echa la vista atrás para recordar cómo ha cambiado uno de los iconos de su juventud: “La gente de mi generación, cuando jugábamos a ser alpinistas nos leíamos todos los libros habidos y por haber de los ‘pirineistas’ clásicos, y Monte Perdido era una norte que tenías que hacer sí o sí y en cuanto pudimos hacerla, la hicimos. En aquellos tiempos era una aventura, imagínate: ibas en un coche destartalado desde Jaca andando hasta allí con los mochilones, subías a la cima… era otro mundo, ahora la gente la hace en nada”.

 

De aquella primera visita han pasado más de 25 años y Kike ya cuenta seis visitas al glaciar. “Ha cambiado mucho, sobre todo recuerdo verlo en mi primera misión el plano desde abajo, el labio inferior era una cascada de seracs [bloques de hielo fragmentados por el movimiento] de unos 30 o 40 metros que llegaban hasta abajo casi de la roca. Ahora vas y todo eso es un bisel. Ya queda muy poquito de espesor”.

Kike Fernández, guía de montaña de Ordesa y Monte Perdido

Los datos avalan lo que los alpinistas han visto con sus propios ojos: se han perdido 1.800 hectáreas de hielo en todo el Pirineo Aragonés. En Monte Perdido, que lucía en todo su esplendor en los años 70, el cambio más notable se produjo en la década de 1990, momento en el que quedó separado en dos franjas de hielo. En 2008, las rocas comenzaron a aparecer en su centro, las mismas que hoy se esparcen por toda su base y la calientan, acelerando el deshielo. Así lo refleja el estudio El cambio climático en los Pirineos: impactos, vulnerabilidades y adaptación, elaborado por el Observatorio Pirenaico de Cambio Climático (OPCC).

«A lo largo de los años he visto cómo a mis padres se les encanecía el cabello, les iban saliendo arrugas, iban perdiendo fuerza, y los he querido igual o más; pues con el glaciar me pasa lo mismo», Ánchel Belmonte.

Ahora, “el glaciar son dos glaciares”, cuenta Kike, ya que el hielo ha quedado separado por una franja de roca en el medio. “En verano siempre están separados uno de otro, aunque en invierno parece que se junten por la nieve, pero no quiere decir que la rimaya ya no esté”. Se calcula que, cada año, Monte Perdido pierde 1 metro de espesor de hielo. En 2019 contaba con 35 metros.

Este es el glaciar que mejor refleja el impacto del cambio climático y la consecuente aceleración de pérdida de hielo en la cordillera aragonesa gracias al esfuerzo del Instituto Pirenaico de Ecología-CSIC (IPE) por llevar a cabo mediciones anuales en el terreno. De las 2.000 hectáreas de masa glaciar que se calcula que ocupaban la zona en 1850, ya han desaparecido el 90%. En la actualidad, el glaciar ocupa una superficie de 37 hectáreas, más de diez menos que en 1981.

Kike asegura que no siente “pena” ante su inminente ausencia y prefiere verlo “como un proceso totalmente natural”. “El glaciar es un ente vivo que vive y se muere, como todos”, resume.

Se calcula que, cada año, Monte Perdido pierde 1 metro de espesor de hielo.
En 2019 contaba con 35 metros

Un ciclo natural

En un lugar donde la temperatura se ha incrementado 1,5 grados (frente a los 0,7 grados en el resto del Planeta), los vecinos enamorados de la montaña son los mejores testigos de la desaparición de Monte Perdido. “Hemos visto el glaciar desde siempre. Llegué a subirlo con 15 años, pero entonces no sabías ni lo que era un glaciar, subías y listo. Para mí, ha sido el valle que más me ha impresionado. En la última parte, que se llama el embudo, iba subiéndolo con un compañero y ni nos veíamos de la niebla que había, pero, al llegar arriba, de repente daba una luz muy directa y se veía tan intenso el azul del hielo… me quedé impresionado”. Con 63 años, Jesús Martín, alpinista de la zona desde joven, todavía recuerda ese momento con emoción y le cuesta encontrar las palabras: “Hay valles mucho más majos, pero como este, ninguno. Es uno de los que más me han marcado en toda mi vida. Es como si llegaras a otro mundo”.

Su compañero, Rafa Redondo, subió en 1994 y tuvo esa “impresión muy fuerte, muy agradable”. Ambos son testigos de una degradación que él pone en palabras: “El glaciar es hielo cristalizado. Está perdiendo un metro de espesor casi cada año. Desde el 2011 hasta el 2018, ha perdido 7 metros de espesor”. Su relación con Monte Perdido es continua, ya que lo atraviesan “cada dos o tres años” para llegar a Ordesa y se detienen en “el Marmoré, para admirarlo de frente”, cuenta Jesús.

Pero, ¿qué significa realmente que se pierda un glaciar? “Desde un punto de vista geológico, estamos perdiendo un archivo del clima del pasado, indispensable para poder entender el clima del presente y el clima al que nos estamos enfrentando”. Ánchel Belmonte presenta a Monte Perdido como un gran libro que contiene datos del pasado que no se pueden buscar en ningún otro lugar.

Jesús Martín, alpinista

«Estamos perdiendo un archivo del clima del pasado, indispensable para poder entender el clima del presente y el clima al que nos enfrentamos», Ánchel Belmonte

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Para los alpinistas como Rafa, el sentimiento es de “resignación”, pero ve el destino del glaciar con cierta esperanza: “Hay que intentar sacar toda la documentación que se pueda del hielo para que quede para las generaciones futuras. Lo único que se puede hacer es disfrutar de todo lo que se pueda recopilar”.

Ánchel prefiere no hablar de “muerte”, sino de transformación: “En los puntos donde está desapareciendo el glaciar, ves cosas nuevas, como por ejemplo los lapiaces. Son preciosos, una auténtica muestra de orfebrería geológica, es una maravilla. Pero no es un glaciar, es otra cosa. No es ni mejor ni peor, sino un elemento geológico que desaparece y cede su espacio a otro”.

“Para mí es cambio”, coincide Kike: “Cambian los hielos, la roca, lo que le rodea… lo que no cambia es la quietud y el silencio de estar ahí en medio tú solo”. Y cree que la cura está en acercarse a conocer el glaciar, porque “cuando conoces el medio, lo amas, y cuando lo amas, lo cuidas más. La ignorancia es lo que mata el mundo”.

Rafael Redondo, alpinista

Si hay que sacar una enseñanza de esto es la de frenar el cambio climático reconduciendo nuestra forma de estar en el planeta.

Frente a esa mirada catastrofista de algunos, Ánchel anima a disfrutar de esta joya geológica: “De momento tenemos glaciares para muchos años y lo que hay que hacer es aprovechar y subir a gozar de él”. Lo dice quien ama este glaciar como a su propia familia: “A lo largo de los años he visto cómo a mis padres se les encanecía el cabello, les iban saliendo arrugas, iban perdiendo fuerza, y los he querido igual o más; pues con el glaciar me pasa lo mismo. Ver cómo evoluciona, se deteriora la frescura de sus formas, se reduce el volumen de su espesor de hielo… Para mí es un regalo haberlo conocido en un estado mucho mejor y es un regalo también el estar siendo testigo de un proceso natural como es la evolución de un glaciar hacia su extinción, de manera que lo disfruto lo mismo, lo quiero lo mismo; con glaciar o sin él. Esas montañas son mi lugar en el mundo y las apreciaré con lo que me ofrezcan en toda circunstancia”.

La luz que refleja el hielo milenario de Monte Perdido se apaga cada día a una velocidad superior, pero todavía sigue siendo hermoso en sus últimos estadios y, tal y como explica este geólogo, si hay que sacar una enseñanza de esto es la de frenar el cambio climático reconduciendo nuestra forma de estar en el planeta, de forma que no perturbemos los procesos naturales.

Apostando por la sostenibilidad día a día

La lucha contra el cambio climático y la preocupación por el medio ambiente es uno de los pilares de Coca-Cola, que lleva años apostando por la sostenibilidad a través de su modelo de negocio. En 2017, la empresa presentó su estrategia Avanzamos para Europa Occidental, con la que se marca nuevos y ambiciosos objetivos para 2025 y que se divide en seis ejes: ofrecer bebidas con menos azúcar, utilizar envases más sostenibles, ser un agente de cambio positivo en la sociedad, hacer un uso eficiente del agua, reducir emisiones y trabajar con una cadena de suministro responsable.

Entre sus proyectos, Coca-Cola se ha comprometido a reducir en un 50% sus emisiones en operaciones directas para 2025 con respecto a 2010.

El objetivo fijado inicialmente era disminuir un 35% las emisiones en toda su cadena de valor para 2025 con respecto a 2010, algo que casi había alcanzado (30,5%). Ahora, sin embargo, refuerza su compromiso: se ha propuesto rebajar esas emisiones un 30% más para 2030, y alcanzar la neutralidad de carbono en 2040.

Además, dentro de cinco años esperan recoger y reciclar el 100% de sus envases comercializas, que el 100% sean reciclables y que el 50% del plástico utilizado sea reciclado. Como prueba de su compromiso, la compañía se ha unido a iniciativas recientes como la Alianza Europea para una Recuperación Verde, promovida desde el Europarlamento para que las inversiones futuras cumplan los principios ecológicos; Recover Better, impulsada por el Pacto Mundial de la ONU para que los gobiernos den prioridad a la acción climática; y Build Back Better, de la Fundación Ellen MacArthur en apoyo de la economía circular.

BlueMedia Studio para Coca Cola Company – Texto: María Toro | Fotografía: Sergio Padura y Ánchel Belmonte | Diseño web: Beatriz Areste y Pablo J. Calahorra Subías