Un proyecto de:

Soy Alfredo

Loida Zabala

halterófila paralímpica

Creo que la discapacidad no existe

«Yo siempre he creído que la discapacidad no existe». Esa reflexión escuchada en la boca de Loida Zabala hace que te replantees muchas cosas. Incluso a mí, Alfredo Quintana, que tengo espina bífida. Conversé con esta deportista paralímpica en el polideportivo de Carranque, municipio toledano al que llegué desde Zaragoza, con una breve escala en Madrid. Esta joven de 34 años, dedicada en cuerpo y alma a la halterofilia paralímpica, es la primera protagonista de #SoyAlfredo, un proyecto editorial cuyo fin es visibilizar nuestra realidad y demostrar que personas como Loida o yo mismo somos los que marcamos nuestros límites y no la sociedad.

Uno de estos límites lo rompió esta halterófila cinco años atrás. «Yo lo he demostrado compitiendo contra personas sin discapacidad y al final consiguiendo esa medalla de oro en la Copa de Europa», sentencia Zabala, recordando aquel 2 de diciembre de 2016 en el que hizo historia en la categoría de 52 kilos. Sin embargo, su momento deportivo más feliz es otro más cercano a su tierra. «Fue cuando al pabellón de Losar de la Vera le pusieron mi nombre. Ahí es donde levanté por primera vez 100 kilos en una competición, que no era oficial, pero ahí lo levanté», reconoce. «Me puse a llorar porque es que toda la gente que había ahí me motivó muchísimo», recuerda feliz por el apoyo de sus vecinos.

Loida Zabala pasó su infancia Losar de la Vera, un pueblo extremeño que se siente muy orgulloso de su paisana. Hasta el punto de hacer algo que, según afirma, le ha hecho estar en shock varios años después por distintas razones. «Para empezar, Losar de la Vera para mí es algo maravilloso. Son mis raíces. Es el sitio de donde vengo y eso nunca se me va a olvidar«, comenta sobre la localidad que la ha visto crecer. «Para acabar, es el pabellón en el que yo hacía deporte de pequeña», narra. «Es como unir el principio de mi vida con mi carrera deportiva», explica.

«La mejor competición fue cuando al pabellón de Losar de la Vera le pusieron mi nombre. Ahí levanté por primera vez 100 kilos”

Un inicio de vida que le lleva a cuando corría por las calles de Losar de la Vera jugando a la pelota o hacía kárate en el lugar que ahora lleva su nombre. Pero esta normalidad cambió a los 11 años de Loida. En plena infancia, la mielitis transversa le hizo tener que modificar su vida. «Desde entonces, corría y, de repente, me caía. Hasta que una vez me levanté y no podía estirar las piernas mientras caminaba», rememora. Con estos síntomas, la llevaron al hospital del Niño Jesús, pero la transformación llegó en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, lugar en el que la sentaron en su primera silla de ruedas. «Si lo tuviera que resumir en una palabra, sería libertad. Porque la silla de ruedas me ayudaba a salir a la calle, a sentir la brisa en la cara, sentir ya sea el frío que comentabas o el calor, el poder ir a una cafetería, oler el café recién hecho», expresa Loida al rememorar lo que sintió en ese momento.

Y la silla de ruedas tuvo parte de culpa en su romance con la halterofilia. «A los 12 años, cuando ya me senté en mi primera silla, necesitaba fuerza. Llevaba muchos meses sin comer, alimentándome a base de goteros y sueros, y me di cuenta de que con las mancuernas podía tener mucha más fuerza para ser independiente», remarca. Pero todavía le quedaba recorrido hasta convertirse en la deportista de élite que es hoy.

A los 18 años, volvió al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo para sacarse el carnet de conducir y poder ir a las entrevistas con la libertad que le da tener su propio coche; en ese viaje, un exjugador de baloncesto le habló de la halterofilia paralímpica. Loida es de las que evita pensar “Y si…”, por ello lleva 15 años disputando torneos al más alto nivel.

Una experiencia que le ha dado también momentos malos, como cuando en 2015 hizo tres nulos en dos competiciones seguidas por el cambio de reglamento que afectaba a su técnica, pero también vivencias que han ido forjando su vida, como la primera vez que se independizó. Fue para irse a Asturias a mejorar su entrenamiento con el objetivo de triunfar en la halterofilia. En 2006, la protección que ejercía su madre no fue impedimento para que volara en busca de su sueño.

Los Juegos Paralímpicos de Pekín 2008 llegaron y Loida formó parte de la delegación española, siendo la primera mujer en representar a España en su modalidad deportiva y logrando el primero de los cuatro diplomas paralímpicos que adornan su extenso palmarés. «Fue una experiencia maravillosa que me hizo engancharme mucho más al deporte», evoca.

«Pekín 2008 fue una experiencia maravillosa que me hizo engancharme mucho más al deporte»

La meta estaba clara: volver a unos Juegos Paralímpicos. Pero el camino no iba a ser sencillo. A pesar de un periodo de éxitos y haber logrado la clasificación para los de 2012, un mes antes de viajar a Londres, sufrió un episodio de malos tratos por su pareja de entonces que casi le cuesta la competición. «Me lesionó el brazo derecho por lo que era muy complicado seguir entrenando e ir a Londres», afirma. En ese momento, se le plantearon dos opciones: olvidarse de la halterofilia o caminar hacia adelante. Escogió la segunda vía y el resultado no pudo ser mejor. «A las dos semanas, recuperé el brazo y, afortunadamente, lo logré». De la capital británica, volvió con otro diploma paralímpico y la convicción de mejorar en un deporte que le apasiona.

El siguiente ciclo olímpico le llevaría a México y a plantearse la necesidad de dedicarse en cuerpo y alma al deporte. Dejó su trabajo, a su familia y se fue a entrenar junto a Amalia Pérez en 2015. «Para mí estar al lado de una persona tan maravillosa como Amalia fue algo increíble. Aprendí muchísimo de ella. No solo a nivel deportivo porque me enseñó muchos movimientos que no sabía que podía hacer por el tema de equilibrio, pero me mostró que sí se podía hacer», remarca alguien que volvió a ver cómo su madre se echaba las manos a la cabeza por una de sus decisiones.

Un oro en el Open de las Américas inmediatamente posterior adornó un “Y si…” con el que no se quería quedar Loida. Llegaba un periodo en el que el descanso y el deporte iban a centrar su vida, pero también formarse en aquello que le apasionaba mientras da conferencias para compartir su experiencia. Está cursando Psicología, pero antes se adentró en la interpretación. «La formación es súper importante, pero una de las cosas más importantes que hay es que te apasione mucho lo que estás estudiando», remarca una joven que ha participado en documentales y sueña con formar parte de una serie o una película.

Ligar no es un problema

Ligar puede sonar a tema tabú cuando se vincula a una persona con discapacidad, pero Loida afirma que no le ha costado hacerlo a lo largo de su vida. Va a hacer dos años con su pareja actual, a la que conoció a través de un videojuego. «Nuestros personajes se enamoraron y, al final, la situación pasó a la vida real», cuenta.

Tras volver de los Juegos Paralímpicos de Tokio, afronta el mundial sin presión con el objetivo de los Juegos Paralímpicos de París, en 2024 en la cabeza, pero sin olvidar el legado que quiere dejar para que se beneficien otras personas. En noviembre de 2020, ganó el premio Supera de Iberdrola, dotado con 50.000 euros gracias a los cuales ha podido montar la Fundación Loida Zabala. La misión: fomentar la halterofilia paralímpica entre los usuarios del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, proyecto al que se ha sumado el Ayuntamiento de Carranque, realizando una ampliación del polideportivo para que puedan realizar los entrenamientos de un deporte que a Loida le ha permitido poder decir que los límites están en la cabeza de las personas.

Alayans Studio para IBERDROLAIdea creativa: Fedra Valderrey | Entrevistas y reportajes: Alfredo Quintana | Producción: Ana Cristina Martínez y Pilar Sanz | Audiovisual: Pablo Ballesteros| Diseño web: Pablo Calahorra Subías