Bill Brandt

Un canto a lo extraño

El fotógrafo británico logró retratar la crudeza de la Segunda Guerra Mundial con Londres como foco principal, mediante una narración incómoda, misteriosa e inquieta: tanto, que consiguió abarcar distintos géneros que, tras su paso por Barcelona, se recogen ahora en la Sala Recoletos de Fundación MAPFRE (Madrid) dentro de la sección oficial del Festival PhotoESPAÑA

Lo extraño, lo siniestro, lo que produce inquietud, está presente en la obra de Brandt como condición y límite de lo bello 

Nacido en 1904 bajo el nombre de Hermann Wilhelm Brandt en una adinerada familia de origen ruso en Hamburgo, Bill Brandt se instaló en Londres en 1934 tras un periplo que le llevó a vivir y aprender en Viena y París.  

En un contexto en el que lo alemán era objeto de animadversión tras el ascenso del nazismo, Brandt desarrolló una segunda identidad como artista británico, a pesar de que sus raíces estaban lejos de la isla. Esta personalidad creada trajo a su vida un halo de misterio y conflicto, en un juego de espejos que se reflejó en su ser, pero también en su trabajo cambiante: retrató el que eligió su país, Inglaterra, con la idea que él mismo había creado durante su infancia mediante lecturas y relatos.  

Con esta visión genuina repasó, a lo largo de su carrera, géneros como el reportaje social, el retrato, el paisaje y el desnudo; evolucionó con las épocas y con la fotografía, pero siempre trazando un camino propio alejado de reglas y convencionalismos.  

Top Withens, West Riding, Yorkshire, 1945. Colección privada, cortesía del Bill Brandt Archive y de la Edwynn Houk Gallery. © Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

La tuberculosis que sufrió en su juventud marcó en gran parte su futuro. En los sanatorios suizos de Agra y Davos, donde su familia le envió para sanarse, fue donde descubrió la fotografía y la literatura: Fiódor Dostoievski, Gustave Flaubert, Franz Kafka, Guy de Maupassant, Ernest Hemingway y Charles Dickens. 

Tras los tratamientos en Suiza viajó a Viena, donde sería sometido a un tratamiento novedoso que se basaba en el psicoanálisis. De Freud no vino solo el concepto en el que se basaba la terapia: también fue para Brandt una influencia en la relación con el término unheimlich, como explica Ramón Esparza, comisario de la muestra. Ese término acuñado por Freud en 1919 puede traducirse como “lo extraño”, “lo siniestro” o “aquello que produce inquietud. Ese unheimlich está presente en toda la obra de Brandt como un límite entre la belleza y lo oscuro; como lo define Eugenio Trías, “constituye condición y límite de lo bello”.  

Esas teorías del psicoanálisis fueron también una base para el surrealismo, que impregnó el ambiente cultural parisino en la década de los años 30. A comienzos de esta, Brandt se trasladó junto a Eva Boros, su primera pareja, a la capital francesa, para entrar como asistente en el estudio de Man Ray.  

A pesar de no ser activo en el panorama cultural de París, Brandt bebió de todas esas influencias dadas por artistas jóvenes de ideas frescas. En esta primera época, sus imágenes corresponden con algunos temas del psicoanálisis, una demostración de la influencia que recibió por entonces del surrealismo.  

Ese aire de postromanticismo acabó marcando toda su carrera: casi todas sus imágenes, desde las sociales hasta su etapa más artística, mantienen una carga poética considerable, con un halo inquietante y misterioso en el que realidad y ficción se funden de forma indistinguible.  

Primera fotografías

Después de sus primeros trabajos en Viena, incluyendo su afamado retrato del poeta Ezra Pound, Bill Brandt se mudó a París y entró como ayudante en el estudio de Man Ray, algo que le ayudó a recibir estímulos del surrealismo que imperaba en la tendencia artística de la capital.  

Esta época está marcada en gran medida por las teorías psicoanalíticas de Freud, algo que puede observarse en imágenes como Globo sobrevolando las afueras del norte de París (1929): ese globo significaba en sueños, según el psicoanalista, un símbolo de lo masculino.  

Tarde en Kew Gardens, 1932. Colección privada, cortesía del Bill Brandt Archive y de la Edwynn Houk Gallery. © Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

Otra de las grandes influencias de Brandt fue su admirado Eugène Atget. Igual que su antecesor, Brandt se dedica a retratar escenas callejeras y nocturnas, marcadas ya por un aura misteriosa reconocible y asentada en su trabajo posterior.  

Eva Boros, compañera de Brandt y también estudiante de Man Ray, le acompañó a numerosos viajes a la estepa húngara, a Hamburgo y a España, donde visitaron Madrid, Barcelona y otros puntos como Mallorca, donde pasó unas vacaciones antes de trasladarse a Londres en 1934.  

Fue en la capital inglesa donde Brandt se deshizo de sus raíces alemanas, fingiendo un nacimiento británico y creando un imaginario en torno a Reino Unido, convertido en núcleo de su identidad.  

Arriba y abajo

Brandt no solo quería vivir en Inglaterra: quería ser considerado inglés. Ese fue uno de los grandes secretos que mantuvo toda su vida, en base nutrido por el odio que existía hacia la nacionalidad alemana, relacionada con el nazismo en el contexto de la época.  

Joven del East End bailando ‘The Lambeth Walk’, 1939. Colección privada, cortesía del Bill Brandt Archive y de la Edwynn Houk Gallery. © Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

Bill amaba los secretos y los necesitaba. Enterró su verdadero origen y se presentó como una persona completamente distinta.  

La práctica de cambiar de nombre era bastante común entre los alemanes presentes en el ambiente artístico londinense: Stefan Lorant, húngaro editor de la Münchner Illustrierte Presse, y dos de sus fotógrafos, Hans Baumann y Kurt Hübschmann, cambiaron sus nombres a Felix Man y Kurt Hutton; Brandt hizo lo mismo y se autobautizó como Bill.  

“Bill Brandt fue un hombre que amaba los secretos y los necesitaba. La cara que presentaba al mundo era la de un caballero nacido en Inglaterra, alguien que fácilmente podía armonizar en las carreras de Ascot que tanto le gustaba fotografiar. Una fachada que defendería con todo tipo de mentiras si fuese necesario”, explica Paul Delany en la biografía del fotógrafo. “Hoy, mucha gente está dispuesta a descubrir sus raíces para poder entender y crear su propia identidad. Pero Brandt hizo exactamente lo contrario: enterró su verdadero origen y se presentó a sí mismo como una persona completamente distinta de la que había sido, de hecho, durante los primeros veinticinco años de su vida”.  

Su primer libro llegó dos años después de su traslado a la capital. The English at Home incluía escenas que lucían espontáneas, pero que habían sido preparadas previamente. Brandt utiliza aquí un formato alargado, propio de los álbumes, y une contrarios para crear contrastes en pares de fotografías. Esa contraposición representa a dos clases enfrentadas en páginas par e impar, con discursos paralelos y escenas cotidianas que nunca llegan a mezclarse.  

Dos años después de este tomo publicó A Night in London, referencia clara a uno de sus fotógrafos más admirados, Brassaï, que publicó seis años antes Paris de Nuit, y aportación a la llamada “sinfonía de las grandes ciudades”, como algunos historiadores definen ese género creado en torno a las urbes.  

 

Estación de metro de Elephant and Castle, 1940. Colección privada, cortesía del Bill Brandt Archive y de la Edwynn Houk Gallery. © Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

El inicio de la Segunda Guerra Mundial marcó la obra de Brandt desde su perspectiva en Londres. Con el Ministerio de Información trabajó dos de sus series más célebres: la primera aglutina fotografías de centenares de londinenses pasando la noche en estaciones de metro que fueron, durante un tiempo, refugios; la segunda retrata un Londres oscuro, exterior e iluminado únicamente por la luna como protección ante los bombardeos. En esos años, Brandt se centró en esas escenas, que marcaban los estragos bélicos en la población civil.

Retratos

Una gran parte de la obra de Brandt se puede encontrar en sus libros autoproducidos; pero en el caso de los retratos, es conveniente buscar en distintas publicaciones y revistas como Liliput y Harper’s Bazaar, donde empieza a trabajar en 1943 en su edición americana.  

La primera referencia de Brandt a sus retratos se encuentra en Liliput en 1948: “un retrato no debe ser solo una imagen sino un oráculo que uno interroga, y la meta del fotógrafo debe ser encontrar una semejanza profunda que, física y moralmente, sugiera algo del futuro del sujeto, el fotógrafo tiene que esperar hasta que en la expresión del retratado ocurra algo intermedio entre el sueño y la acción”, señaló en esa publicación, parafraseando a Breton.  

En sus más de 400 retratos documentados se observa una evolución. Algunos rompen con la tradición, como los aparecidos en Liliput en 1941; otros distorsionan el espacio, algo que se puede observar en el retrato de Francis Bacon en Primrose Hill, Londres (1963), y otros cuentan con clara inspiración surrealista, como los retratos de ojos de artistas como Henry Moore, Georges Braque o Antoni Tàpies.  

 

Francis Bacon en Primrose Hill, Londres, 1963. Colección privada, cortesía del Bill Brandt Archive y de la Edwynn Houk Gallery. © Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

Paisajes descritos

La práctica del retrato compartió espacio durante un tiempo en el interés de Bill Brandt con el paisaje, completando el abanico de géneros artísticos tradicionales. La atmósfera, de nuevo, es compartida: en estos paisajes se interpela al espectador, se le suscita una respuesta emocional a lo que contempla. Esto se plasma en trabajos como Halifax; “Hail Hell & Halifax” (1937) o Río Cuckmere (1963). Arquitectura de piedra, como tumbas y cruceros, dan a Brandt esa atmósfera que tanto buscaba.  

Río Cuckmere, 1963. Colección privada, cortesía del Bill Brandt Archive y de la Edwynn Houk Gallery. © Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

Para Brandt el paisaje estaba arraigado en la pintura y la fotografía, pero también en la literatura. En Literary Britain, publicado en 1951, utiliza imágenes de su cosecha y las acompaña con extractos de distintos autores británicos, explicando ese concepto de atmósfera antes mencionado: cuando la luz, la naturaleza, el punto de vista y las cualidades atmosféricas coinciden con un canon estético arraigado en la tradición cultural, se hace la magia. 

Desnudos

Tras un primer intento infructuoso antes de la guerra, Brandt retoma el tema de los desnudos en 1944. En un contexto en el que todo el mundo practicaba, como moda, la fotografía documental, él quiso volver a lo artístico, a lo poético. Es este desnudo, uno de los temas clásicos de la pintura, lo que marca la evolución de Brandt desde el documentalismo hasta la concepción de ‘artista’. Con una vieja cámara de placas y un objetivo que producía una sensación de gran espacialidad y profundidad, conseguía trabajar los espacios cotidianos hasta transformarlos en lugares oníricos

Desnudo, Londres, 1952. Colección privada, cortesía del Bill Brandt Archive y de la Edwynn Houk Gallery. © Bill Brandt / Bill Brandt Archive Ltd.

La atmósfera se consigue cuando la luz, la naturaleza, el punto de vista y las cualidades atmosféricas coinciden con un canon estético arraigado en la tradición cultural. 

Durante la década de los años 50, las playas del Canal de la Mancha sirvieron como escenario para una serie de retratos del pintor Georges Braque. Esas piedras se trasladarían luego a una combinación con el cuerpo femenino como parte de ellas.  

Carne y roca. Calor y frío. De nuevo, las contraposiciones funcionaban en su discurso como una narración poética, con cuerpos distorsionados en los que no se percibe la referencia. Esta combinación entre cuerpos y naturaleza encarnan algo parecido a las formas primordiales, como una vía de percibir “la totalidad del mundo”.  

A finales de la década de los 70, Brandt tuvo una nueva vuelta al desnudo que, no obstante, guardaba poca relación con sus anteriores obras. En estos cuerpos se percibe un sentimiento de violencia, una forma mediante la que el autor critica un mundo del que siente que ya no forma parte. 

Elogio de la imperfección 

“Considero esencial que el fotógrafo haga sus propias copias y amplificaciones. El efecto final de la imagen depende en gran medida de esas operaciones, y solo el fotógrafo sabe lo que pretende”. Estas palabras de Brandt, contenidas en la introducción de su Camera in London (1948), definen a la perfección su pensamiento sobre el trabajo de laboratorio. 

Para Brandt era imprescindible trabajar el revelado de sus fotografías. Su objetivo era tener el control sobre la imagen final, y para ello aprendió todo tipo de técnicas artesanales: aumento, ampliación, uso de pinceles y raspadores… Esos retoques que a veces daban cierto aire burdo a las imágenes, con ese concepto de unheimlich, “lo siniestro”, antes mencionado. Un gran ejemplo de este estilo es Top Withens, West Riding, Yorkshire (1945), perteneciente a su libro Literary Britain, donde se aprecia cómo el cielo tormentoso fue añadido posteriormente en laboratorio, consiguiendo un aspecto más lúgubre y amenazante en el paisaje.  

Datos prácticos

Comisariado por Ramón Esparza 

Producción: Fundación MAPFRE 

Cuando: Hasta el 29 de agosto de 2021 

 Dónde: Sala Recoletos Fundación Mapfre (Paseo Recoletos 23, 28004. Madrid) 

 Entradas: 5 euros. Entradas reducidas: 3 euros 

Más información en: https://www.fundacionmapfre.org/ 

BlueMedia Studio para Fundación MAPFRETexto: Beatriz Langreo | Diseño web: Pablo Calahorra Subías