Metidos en ese ecosistema cambiante cada par de juegos, Nadal y Federer actuaron igual: atacaban dentro de su hábitat, se defendían lejos de él y cuando cruzaban la frontera, cambio de zapatillas y doble lazo. La ventaja solía tenerla el jugador que jugaba en tierra, pues la bola botaba más y tenía más tiempo para pensar y devolver a la hierba, donde el juego se embalaba y la pelota caía como plomo.
Fue Nadal quien primero se adaptó a la situación, llevándose el set inicial alentado por la grada, pues jugaba en casa. Como si de un guión se tratase, Federer se entonó en el segundo, que se llevó con más comodidad, aprovechando su saque cada vez que éste botaba en verde.
Como una final
En el tercer set el asunto se puso serio, pues, aunque deportivamente no había mucho en juego, la cuestión moral pesa en el tenis, y mucho. Nadal y Federer se citarán próximamente en Roma y ninguno quería acudir a ese torneo con una derrota en el retrovisor. Si fue intensa la cosa que Nadal celebraba por lo bajini sus puntos y a Federer se le puso la cara de estreñido que acostumbra cuando tiene al mallorquín enfrente.
El destino del partido fue un tie-break cardiaco, en el que a Federer se le encogió el brazo. Nadal aguantó y sumó su octava victoria ante el suizo, la más simbólica: le ganó en campo propio y visitante.
Un torneo con futuro
La primera edición de la ‘batalla de las superficies’ puede tener continuación en próximos años. La Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) estudiará la creación de un torneo que enfrente, sobre una superficie mixta como la de ayer, al ganador de Roland Garros contra el de Wimbledon, de tal forma que el vencedor vendría a ser algo como el campeón del mundo. Por el momento, la idea cuenta con bastante aceptación.
Comentarios
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que 20minutos.es restringirá la posibilidad de dejar comentarios