El melón es, junto con el pimiento y el tomate, uno de los productos con más peso en el sector agrario almeriense. Por eso, hace más de una década que los investigadores se pusieron manos a la obra para conocer un poco más de este fruto y hacer su cultivo más rentable.
Rafael Lozano capitanea a un equipo formado por quince personas que se dedican al estudio del mapa genético del melón desde hace 14 años. Su principal objetivo es identicar qué genes son los que dotan a esta fruta de sabor, dulzor, larga vida, resistencia a las plagas... Han recibido una subvención de la Junta de más de 150.000 euros para seguir trabajando los próximos tres años.
Quieren conseguir un producto que sea más competitivo para el agricultor y más sabroso para el consumidor. Según explica Lozano, algunos de los avances logrados con este producto podrán aplicarse a otros frutos de la misma especie –curcubitáceas–, como el calabacín, el pepino o la sandía.
En invierno
El mapa genético del melón es el que se encuentra más avanzado. «Ya hay mucho trabajo hecho y cada vez vamos completando con nuevos datos», explica Rafael Lozano.
La demanda del sector les impulsa a conseguir semillas de más calidad y, por tanto, «mejores productos para que la gente pueda comprar fruta de más calidad», sostiene. Su trabajo se centra ahora en la manipulación genética para cruzar variedades y generar plantas más resistentes a las plagas. Ya han creado variedades que se pueden cultivar en invierno.
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