La ampliación de la pinacoteca, en el entorno del Claustro de los Jerónimos, es la más significativa en los doscientos años de historia del edificio. Sin embargo, esta gran obra, realizada entre febrero de 2002 y marzo de 2007, sólo forma parte de un programa integral de expansión que culminará con la futura incorporación al museo de los edificios del Casón y el Salón de Reinos, últimos vestigios del antiguo Palacio del Buen Retiro.
El edificio del Museo del Prado es un proyecto a largo plazo. Las obras comenzaron en septiembre de 1785, según proyecto de Juan de Villanueva, arquitecto de los reales sitios y del Ayuntamiento de Madrid, siguiendo el mandato de Carlos III, que ordenó la construcción en el prado de los Jerónimos de un edificio que destinaría a Gabinete de Historia Natural y Academia de las Ciencias.
Sin embargo, la guerra de la independencia truncó y retrasó la marcha de las obras, y no fue hasta 1830 cuando el edificio se terminó, ya reconvertido, de la mano de Fernando VII, en Real Museo de Pinturas. Tras su finalización, el museo sufrió hasta siete pequeñas ampliaciones y reformas, entre 1847 y 1977.
Mejorar la espalda de la pinacoteca era la principal cuestión que había que resolver, junto a la de la necesidad de espacio, ya que la parte trasera del edificio había sido maltratada por las anteriores modificaciones.
Para ello, el Claustro de los Jerónimos fue cuidadosamente desmontado piedra a piedra, restaurado y restituido. Ahora es parcialmente visible desde el exterior, y su interior se aprovecha como espacio expositivo. Además se han aprovechado sus características para que sirva de lucernario, irradiando luz a las galerías que lo circundan y a las salas inferiores.
El enlace entre el antiguo edificio y el nuevo actúa como vestíbulo y es un pabellón semiexento cubierto por un jardín al estilo del siglo XVIII. Gracias a este planteamiento, se puede ver por primera vez el ábside del edificio de Villanueva, que permanecía oculto por la anterior disposición. La nueva construcción incorpora el claustro y destacan sus paredes de ladrillo macizo con vanos enmarcados en bronce. La puerta principal fue diseñada por la artista Cristina Iglesias y está compuesta de bajorrelieves que imitan un tapiz vegetal. Además, cuenta con un sistema hidráulico que le permite abrirse en distintas posiciones, para formar un «pasaje» y «una experiencia visual».
La culminación de la primera de las grandes ampliaciones permitió y permitirá que muchos de los fondos del Prado, invisibles por falta de espacio expositivo, salgan a la luz. Así ocurrió con la muestra inaugural, El siglo XIX en el Prado que se pudo ver tras una década oculta. La exposición devolvió al público la excepcional colección de pintura de los maestros españoles del siglo XIX. Más de un centenar de obras componen una exposición en la que el público puede acceder a la historia del arte español desde el último cuarto de siglo de vida de Goya hasta Sorolla, pasando por Fortuny o Rosales. De forma paralela se puede contemplar la muestra dedicada a Goya protagonizada por el Toro mariposa y la muestra Fábulas del pintor sevillano Velázquez.
La gran ampliación en cifras
152 millones de euros se han invertido en las obras de mejora y expansión del edificio.
2.820 sillares se desmontaron y volvieron a montar para restaurar el claustro de Los Jerónimos.
15.715 metros cuadrados se han ganado para espacios expositivos, culturales y de servicio.
1681 es el año en que se destruyó el claustro renacentista original, reconstruido más tarde: en 1856.
438 personas caben en el nuevo auditorio, ubicado en el vestíbulo del edificio.
99.000 visitantes tuvieron las jornadas de puertas abiertas de la ampliación, entre abril y julio.
9.000 obras de arte custodia el museo, entre las obras expuestas y los fondos.
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