El ministro de Justicia israelí, Haim Ramon, indicó que la conferencia de Roma supuso «la autorización de facto del mundo» para seguir con la guerra, aunque el primer ministro, Ehud Olmert, aclaró que su Gobierno no comparte esta interpretación.
Siguen los combates
Mientras, los enfrentamientos prosiguieron ayer en el sur del Líbano y en la ciudad palestina de Gaza, donde seis milicianos perecieron durante un ataque de helicópteros. El presidente palestino, Mahmud Abás, subrayó que la situación empeorará y expresó su deseo de que el soldado israelí secuestrado sea liberado pronto.
Al margen del resto del mundo
Tribunal Penal Internacional: En 2002 la ONU creó esta corte para casos de genocidio o crímenes de guerra. Estados Unidos suscribió su estatuto, pero no lo ha ratificado ni acepta su jurisdicción sobre sus ciudadanos.
Guantánamo: La base militar de EE UU en suelo cubano se convirtió en 2001 en prisión para los enemigos capturados en su guerra contra el terrorismo y que quedan al margen de la justicia y la legalidad internacional.
Protocolo de Kyoto: En 1997 los países industrializados se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Washington lo firmó, pero no lo ratificó. En 2001 retiró a EE UU del protocolo.
Invasión de Irak: La invasión de Irak por parte de EE UU y sus aliados no contó con el mandato expreso del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Washington se amparó en una resolución anterior que reconocía la amenaza del régimen de Sadam para la paz mundial.
Respeto por los muertos de Gaza
Amaneció sitiada Gaza, y no sólo por el impenetrable cerco de las tropas israelíes que desde hace un mes la condena a la miseria y la desesperación más absolutas, sino también por el dolor y la tristeza. Se dice en la calle que la de ayer fue la jornada más sangrienta de los últimos años. Y hoy, en este día nublado, el primero ausente de sol radiante en varias semanas, las polvorientas arterias de los campos de refugiados son recorridas por interminables procesiones de hombre, mujeres y niños que llevan sobre los hombros los cuerpos de sus muertos.
Me dirijo al campo de Yabalia para sumarme al cortejo fúnebre de una familia. Me sumerjo en la multitud. Disparos al aire, gritos, empujones, rostros sudados, fatigados, tras haber pasado la noche en vela. Y, en medio, tres cuerpos envueltos en sábanas sobre camillas. Y un hombre de expresión inconsolable, que parece irremediablemente solo aunque todo se acercan a él, lo abrazan, le dan ánimos. Su nombre es Samir Okal.
Trabaja como obrero. Y los cuerpos sin vida que están a su lado son los de su mujer, que estaba embarazada, y sus dos hijas: María, cinco años, y Shahd, ocho meses.
Cuando los tanques israelíes que ayer asolaron Gaza entraron al barrio de Ash Shaaf los cogieron por sorpresa. No pudieron escapar, como muchos vecinos, así que se refugiaron en el salón de la casa. Pero el obús impactó de lleno, destruyendo toda la primera planta. La otra hija de Samir está en el hospital de Al Shifa.
A medida que nos acercamos al cementerio se hace más insoportable el sonido de los aviones israelíes, el estruendo de los proyectiles que lanzan. La multitud sigue adelante a pesar de todo. Una vez que los tres cuerpos son enterrados, un hombre mayor, líder comunal, habla a la multitud, se queja de que el mundo ha olvidado a Gaza y pide a Dios que acoja en su seno a las tres mujeres.
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