Con una pista facilitada por el lector Vicente Manuel González
En el casco viejo de Oviedo, las palomas no son bien recibidas. La mayoría de los monumentos tienen en sus cornisas pinchos para que las aves no se posen.
Pero en los cinco arcos que quedan del acueducto de Los Pilares , las aves han encontrado un refugio y su presencia está afectando al monumento, restaurado hace dos años.
El resultado visible son manchas verdes y blancas en la base del monumento provocadas por sus excrementos.
Lo que atrae a estas aves es, según un vecino de la zona, que «hay ciudadanos incívicos que dan de comer a las palomas diariamente» y crean un problema de insalubridad.
Según el profesor de Petrología de la Universidad de Oviedo Francisco Javier Alonso, «los excrementos contienen sales corrosivas que, cuando se mezclan con el agua, son muy dañinas para la piedra».
Los arcos son de caliza, un material poroso, y la disolución de las sales provoca que la piedra se rompa desde el interior.
El acueducto se construyó entre 1.571 y 1.602. En 1915 se derribó, pero se dejaron cinco arcos. Desde entonces, el monumento es Bien de Interés Cultural.
Aunque es la mejor forma de proteger el edificio ante la acción humana, la declación BIC dificulta la instalación de sistemas para ahuyentar a las aves porque según la concejala responsable del Mantemiento del Patrimonio, Paloma Gázquez, el Ayuntamiento no puede intervenir.
«Estos sistemas los colocamos por indicación de Sanidad en escuelas y edificios municipales, no en monumentos, dónde es competencia de la Consejería de Cultura», aclara.
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