¿Es bueno para la salud prácticar el sexo?

Leticia Dolera y Ernesto Alterio
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Leticia Dolera y Ernesto Alterio

El doctor Michael Liebowich, en los años noventa, descubrió que la excitación sexual y el placer erótico que genera el deseo sexual son consecuencias directas de las descargas o de las fluctuaciones en los niveles de dos neurotransmisores, la dopamina y la noradrenalina, que llevan mensajes químicos de una célula nerviosa a otra.

Dichos neurotransmisores se activan cuando una imagen codificada como sexual aparece en el campo de la percepción de los sentidos o en la imaginación.

Liebovich apunta también que en el orgasmo interviene otro neurotransmisor, la serotonina, capaz de suscitar una estimulación sensorial casi psicodélica.

La sensación de relax y de bienestar la provoca otra hormona la endorfina que tiene un efecto narcótico y tranquilizante.

Todos estos descubrimientos han llevado a continuar las investigaciones relacionadas con los efectos de la respuesta sexual en el organismo humano.

La primera conclusión es sorprendente: no hay casi diferencia entre el sexo practicado en compañía o el realizado en soledad, la satisfacción de ambas conductas puede que desde lo subjetivo no sea la misma, pero objetivamente sí lo es.

La sangre de una persona que acaba de masturbarse y la de alguien que acaba de acostarse con el amor de su vida tienen la misma composición. Un grupo de universitarios americanos han correlacionado la resistencia a las enfermedades con la satisfacción sexual y sus conclusiones son espectaculares.

El deseo sexual, la excitación, el orgasmo y el relax producen en el cuerpo de los que lo sienten ventajas biológicas innegables.

Todos los que practican una relación satisfactoria consigo mismos o con una persona de su agrado por los menos dos veces a la semana incrementan en un 30% los niveles de inmunoglobulina (que defiende de las infecciones), lo que a su vez favorece una mayor resistencia a las enfermedades y hace que las heridas cicatricen más rápidamente.

El bienestar, el relax y el control de la tristeza que producen las hormonas que se fabrican durante el acto sexual se añade las ventajas inmunológicas recientemente descubiertas.

Un juego beneficioso para la salud

Además de los descubrimientos de Michael Liebowich, los nuevos endocrinos han encontrado también dehidroepiandrostona y oxitocina que favorecen el aprendizaje y la longevidad.

Estos excelentes descubrimientos ratifican lo que hace casi un siglo descubrió Wilhem Reich cuando nos habló de la “Función del Orgasmo” en la felicidad y la libertad humanas, pero conviene que estos descubrimientos que nos llegan de EEUU, individualistas y productivos, no modifiquen la visión que del sexo tenemos los mediterráneos.

Los sajones y las iglesias pretenden buscarle al sexo una razón. Como para la reproducción el sexo ya no es necesario, hay que buscarle otra utilidad, ya que algo solamente divertido haría temblar lo cimientos de la civilización calvinista y los estudiosos americanos se la han encontrado.

A partir de ahora en las recetas los médicos no pondrán tal pastilla cuatro veces al día sino dos orgasmos dos veces a la semana. Y esto es tan pernicioso como lo contrario. Intentar “domesticar” al sexo convirtiéndolo en algo al servicio de algo, sea lo que sea, es un gran error.

El sexo es un juego sin reglas y como todos los juegos de esta categoría tiene la propiedad de devolvernos al tiempo de lo inútil, de lo innecesario, de lo divertido, de lo que se hace simplemente porque sí, porque se desea y nada más, es decir, al tiempo de los largos veranos de la infancia, al Paraíso.

Posiblemente las virtudes del sexo, de las que hablan los estudiosos, estén en que hacer el amor nos hace por unos segundos dueños del universo. Si lo convertimos en una receta, estoy segura que perderá todas sus propiedades. Primero divertirse y todo lo demás se nos dará por añadidura pero no al revés.

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Diccionario Sexológico

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